La creencia en el espíritu es útil para imaginar que el poder de otros sobre nuestro cuerpo, es evitable.
El poder es esa fuerza que puesta a nuestro servicio nos permite lograr satisfacciones para nuestras necesidades y deseos, pero que usada por los demás es capaz de frustrar nuestras necesidades y deseos.
En otro artículo (1) les comentaba que nuestra conciencia censura algunos contenidos del inconsciente en defensa propia.
Efectivamente, nuestra personalidad tiene una cierta resistencia a la realidad tal cual es.
En un niño lo observamos con más claridad porque su estado de inmadurez intelectual es notorio: el niño tiene muy desarrollado el pensamiento mágico porque su personalidad (su «yo») no tolera pensar que su hermano tiene tantos derechos como él, disfruta enormemente cuando Papá Noel premia su esfuerzo escolar con lo que él pidió como premio, calma su angustia suponiendo que su mamá es omnipotente y que todo lo puede.
Los adultos que observamos la actitud voluntarista, idealista e ingenua del niño, lo evaluamos con cierta condescendencia y hasta parte de nuestro amor por ellos está inspirado por esa inocencia que los adultos creemos superada.
Así como el niño disfruta de su desconocimiento de cómo son las cosas (que su hermano tiene tantos derechos como él, que Papá Noel no es un personaje extraordinario, que su mamá también es débil y no lo puede todo), los adultos hacemos lo mismo aunque en un nivel superior al del niño pero inferior al que podría ser.
Por ejemplo, la creencia en un espíritu, en una parte nuestra no-material puede estar provocada, alentada y mantenida por las molestias que nos causa el poder de otros sobre nosotros: imaginar que el cuerpo no es tan importante, implica suponer que el poder ajeno es inútil ante nuestra inmaterialidad espiritual.
(1) El deseo tal cual es
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12 comentarios:
Si será importante tener espíritu, que ese es nuestro pasaporte a la vida eterna.
Podemos decir que alguien tiene espíritu de lucha, o que vive con la adrenalina al mango. Es lo mismo.
No es lo mismo Lucas. Creer en el espíritu como una entidad separada del cuerpo, alienta creencias falsas, creencias de las que nos aferramos cuando no podemos soportar la realidad.
Las religiones tendrían que servir para seguir disfrutando de la inocencia infantil, pero todos se empeñan en que además sivan para sufrir.
Cuando me pegan, mi espíritu también se siente dolido. Eso me dio a pensar que existen tantas semejanzas entre la manera de sentir de mi cuerpo y la de mi espíritu, que quizás los dos sean una misma cosa.
Los adultos seguimos siendo inocentes, y tanto, que hasta tenemos un día para festejarlo.
Los adultos empezamos a necesitar a los niños cuando queremos sentirnos adultos.
Muchos pretenden que las madres seamos omnipotentes. Ya veo lo que pasa, se quedaron con la nostalgia infantil.
Hablando de hombres, no soporto compartir mi territorio.
La creencia en el espíritu, va de la mano con la la creencia en el libre albedrío. De un espíritu se espera que sea fuerte, valiente, generoso. Se supone que al espírutu lo gobernamos nosotros. En cambio a un cuerpo se le tolera que sea medio enclenque, porque se acepta la idea de que uno tiene en suerte el cuerpo que le tocó.
No tan así, Mariana. Mi profe de gimnacia dice que cada uno tiene el cuerpo que se merece. Qué fastidio!
Ya con Matrix quedó demostrado que te ponen un chip y no hay espíritu que valga.
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