domingo, 17 de abril de 2011

La escultura hiperrealista de Ron Mueck

Una señora me contó un hecho verídico que ahora comparto con ustedes.

Se parece a la obra del escritor irlandés Oscar Wilde, titulada El retrato de Dorian Gray.

Ocurrió en un palacio europeo en la década de 1990.

Un joven con rasgos físicos y de personalidad similares al elegante y caprichoso Dorian Gray, pasaba su tiempo tratando de aliviar la torturante angustia propia de quien la abundancia lo mantiene privado del vitalizante deseo.

Por exceso de aburrimiento pensó que sería divertido contratar los servicios del prestigioso escultor australiano Ron Mueck para que le hiciera una estatua con su estilo hiperrealista y con cincuenta centímetros más de altura.

La obra quedó terminada (imagen parcial), se hizo una gran fiesta que le permitió al joven tener unas pocas horas de alivio, pero rápidamente empeoró su tristeza, aburrimiento e irritabilidad.

Cuando el muchacho tenía cerca de treinta años, observó que su mega escultura había comenzado a deteriorarse, cambiando de color, arqueándose hacia adelante y ensombreciendo la expresión facial.

La salud mental del joven empeoraba. Fantaseaba con abrirse las venas en la orilla de un arroyo para que de la sangre germinara un árbol frutal desconocido hasta entonces.

Un mediodía, en un arranque de furia, arremetió contra su monumento y las filmadoras de seguridad registraron cómo el muñeco se animó por unos segundos, le devolvió los golpes con una furia proporcional a su tamaño, para recuperar su aspecto original en menos de un minuto.

El aspecto juvenil y saludable que tenía el muchacho mientras la estatua se deterioraba, los perdió al mismo tiempo que la obra escultórica se recuperó.

Cuando leí El retrato de Dorian Grey, fui de los pocos que aceptó como un hecho verídico que el personaje tenía su existencia intercambiada con un retrato así como este joven la tenía con una escultura.

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14 comentarios:

Fulgencio dijo...

Le doy fe: el árbol desconocido germinó en la ribera del arroyo.
Le digo más, como está muy lejos del cementerio, da pena ver como los vampiros mueren antes de llegar a sus frutos cargados de sangre. Quedan fulminados cuando los primeros rayos de sol aparecen detrás del monte.

Menina dijo...

A mí me hicieron una escultura cincuenta centímetros más alta, pero pedí que conservara el mismo ancho que yo tengo.
La estatua está en casa, encaramada a un pedestal que la hace todavía más alta.
Todas las noches, de rodillas frente a ella, le rezo con devoción a la Virgen de los Milagros.

Margarita dijo...

El jóven se hizo un tajito pero después se arrepintió, sin embargo un poco de sangre alcanzó para que creciera el árbol del bien y del mal. Como era muy poca la sangre, la parte del mal se desarrolló mucho más que la parte del bien (el bien quedó escondido en al raíz del árbol).
Después de grandes cavilaciones llegué a la siguiente conclusión: el mal se esconde, se disimula, pero puede llegar a sostener muchas cosas.

Yoel dijo...

Me gusta la escultura de Ron Mueck, que muestra a un mujer acostada y cubierta por una sábana blanca. Lo que no sé es si la gente que está parada alrededor mirándola, es gente de verdad o también son esculturas.

Emanuel dijo...

La escultura hiperrealista es hija del cine y de la industria de Hollywood.
Ahora, si la escultura tiene una hija, nadie puede dar por sentado nada.

Yannet dijo...

Las intimidades entre uno y sus copias son complejas. Podríamos decir lo mismo de los hermanos gemelos, aunque en este caso los fenómenos se rigen por las leyes de la naturaleza. Cuando la interacción se desarrolla entre un ser y su copia, ya sea pintada, esculpida o cantada, la cosa es diferente. Lo digo con propiedad porque mi hermana, que es muy bonita, le pidió a un músico famoso, del que no puedo dar el nombre, que le escribiera una pieza musical idéntica a ella. Así nació la primer cumbia villera. En este caso la interacción entre el modelo y su copia fue apasible. Mi hermana no se deterioró ni rejuveneció. Luego me explicaron que como las cumbias villeras son todas iguales, es posible lograr una gran estabilidad y concordancia entre el original y la copia.

Fabricio dijo...

A los treinta años cualquier mega escultura de cualquiera empieza a deteriorarse. Nadie se da cuenta todavía, pero cuando se harma la fiesta para celebrar los 40, ya todo el mundo lo nota.

Natalia dijo...

Es increíble que este escultor australiano trabaje tomando ron y haciendo muecas... obtiene resultados admirables!

Melissa dijo...

Por ahora lo único que me puedo hacer esculpir son las uñas, pero ya llegará el momento en el que pueda esculpir mi cuerpo, y los quiero ver a todos aullando!

Júver dijo...

Ocurrió en un terreno ocupado en la década del 70. Un jóven con rasgos físicos y personalidad similares a los del caprichoso Ñato, pasaba su tiempo tratando de organizar a sus compañeros.
Por exceso de apuros y urgencias fue apresado. Años después él recuperó la libertad y quedaron apresados los que lo habían apresado.
Podemos observar que en este caso, la interacción entre el original y su copia-contrario, cumplieron un ciclo similar al de una carreta de postas. Es decir, en palabras burdas: "en este tramo me la como yo, y en este otro te la comés vos".

Vicentina dijo...

Hice un post-grado en París sobre envejecimiento de fotografías, pero por más que le agrego arrugas a mi retrato, yo sigo cada vez peor, devastada por las patas de gallo.

Renzo dijo...

Nunca hay que pegarle a la estatua de uno al mediodía. El sol les cae perpendicular, y más allá de que se encuentren bajo techo o a la intemperie, reciben una especie de calentura que siempre termina por sacarlas.

Manuel dijo...

Yo hice el experimento de poner mi retrato frente a la vieja TV de tubo de rayos catódicos. Lo hice con mucha picardía porque conociéndola, sabía que iba a protestar hasta que volviera a colocarla frente al LCD. Claro que no lo hice. Mi retrato protestó, se desgañitó... y yo cada vez más fresco, más lechuguita, ahí tranqui con la nueva tecnología 3D.

Vito dijo...

¡¡q locura-jaja!