martes, 12 de abril de 2011

Dios y mi cónyuge sienten celos del dinero

El inconsciente de una mayoría nos determina para que seamos monógamos y rechacemos furiosamente ser víctimas de una infidelidad. Este sentimiento, se asocia al monoteísmo y eventualmente a no amar el dinero (bienestar, riqueza).

En otro artículo (1) hice referencia a que todos creemos en Dios de una u otra forma.

Lo expreso de esta manera porque los ateos creemos en Él por la negativa. Al pensar que Dios no existe caemos en la trampa de mencionarlo, con lo cual ya le estamos dando un cierto nivel de existencia.

Dejo de lado este asunto porque lo que me interesa comentarte es que en el artículo mencionado reflexionaba sobre la interesante conexión intelectual y emocional que existe entre el primero de los diez mandamientos («Amarás a Dios sobre todas las cosas»), la monogamia, los celos y la desproporcionada reacción que nos provocan las infidelidades conyugales.

Para representar gráficamente al inconsciente que determina en última instancia todos nuestros actos recurro a lo que en física hidráulica se denominan «vasos comunicantes».

En las ciudades donde recibimos el agua o el gas combustible por cañerías, estamos conectados a una red de «vasos (cañería) comunicantes» y de modo similar, también estamos comunicados a otra red, aislada de la primera, por la que circulan los desechos que evacuamos en el baño, la cocina y otros desagües.

Así se organizan los contenidos del inconsciente aunque los afectos, recuerdos y deseos circulantes, se mezclan dentro de la red, fenómeno al que le llamamos asociación.

El tema de este artículo refiere a que por asociación, estamos determinados para que nuestra vocación monogámica y monoteísta, pueda apartarnos de amar otras vocaciones tales como el bienestar, el dinero, la sabiduría.

En suma: Algunos pobres patológicos pueden rechazar (odiar, des-amar) el dinero para sentirse fieles a su Dios y a su cónyuge.

(1) Un solo cónyuge y un solo Dios

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10 comentarios:

Isabel dijo...

Castidad, pobreza y obediencia, son los tres votos comunes a todas las congregaciones católicas.
Está claro que un católico debe rechazar el dinero, para serle fiel a su dios.
Más allá de que seamos o no católicos, el catolicismo impregna nuestra cultura y genera ideología.
Lo que tú dices Fernando, creo que es irrefutable.

Evangelina dijo...

Amar la sabiduría, o pensar que podemos adueñarnos de las riquezas, es sólo parte de la sobervia de los hombres.
Somos menos que un granito de arena en la creación de Dios. Creer que podemos saber o ser ricos, surge como consecuencia de no conocer a Dios.

Anónimo dijo...

Si amas a Dios, todo lo demás te será dado por añadidura.

Rulo dijo...

El que escribió antes que yo afirma eso como si fuera la gran cosa, y en realidad es algo que se cae de maduro. Si amás a Dios, te concentrás en eso y no te importa nada más. Todo se te da por añadidura porque la cuestión de Dios te come la cabeza.

Mary dijo...

Cuánta vulgaridad!

Chapita dijo...

Me gusta cuando se mezcla el agua con el gas en los vasos comunicantes. Los vasos te comunican por las burbujas todo lo que dios te ama, y te sentís sin sed.

Lautaro dijo...

Si tu vocación es monogámica y monoteísta... únete a la armada!!

Marisa dijo...

Parece que Lautaro confundió a la iglesia con el ejército.
A cualquiera le puede pasar.

Clarisa dijo...

El dinero hace girar al mundo, como dice la canción. Además nos permite obtener mucho de lo que necesitamos para vivir. Sin embargo no podemos tener una relación apasible con el dinero. Él nos obliga a trabajar para obtenerlo. Muchas veces no lo poseemos en su justa medida. También sucede que algunos lo heredan, otros lo roban y muchos nacen sin él.
El dinero es causa de todo tipo de conflictos, porque entre todas las cosas que representa, también representa a la injusticia.

Mariela dijo...

Mirando el asunto desde un punto de vista psicoanalítico, las raíces de la injusticia que menciona Clarisa, se remontan (me refiero a las primeras vivencias de lo que llamamos injusto)al Complejo de Edipo, es decir al padre que nos quita a 'nuestra' madre y a la rivalidad fraterna; los hermanos que se llevan porciones del amor de nuestros padres, ese que querríamos para nosotros solos.
Entonces podríamos decir que el dinero representa también lo que nos han quitado. Representa a ese doloroso sentimiento de injusticia por lo que nos quitaron.
Luego, por empatía, abrazamos la causa de los desposeídos, porque todos alguna vez fuimos reyes a los que nos quitaron nuestras posesiones; nos destronaron.