Soy el hijo menor de una familia casi normal.
Los cuatro vivíamos con mis abuelos maternos.
Mi madre y su hermana son preciosas, seductoras, dominantes. Papá amaba demasiado a mamá.
Ella pensaba que «el fin justifica los medios» y me daba clases sobre cómo obtener las mejores notas en el colegio sin tener que ser el mejor alumno.
Cuando cursé 5º ocurrió algo insignificante pero terrible.
Se me ocurrió llamarle la atención a una compañera jugando con una regla de madera que terminé rompiendo.
Cuando entró la maestra, me comporté como un verdadero «hijo de mi madre» y acusé a la niña con total desparpajo.
Ella se puso a llorar pero fue inútil: la maestra me creyó a mí y obligó a los padres de ella a que compraran otra regla.
Esta bribonada me hizo sentir infame y le cuento mi arrepentimiento a quienes me quieran oír, sean o no analistas.
Luego crecí, mi madre abandonó a mi padre, yo emigré a un país vecino y mis principales ingresos surgían de hacer negocios con él.
Mamá casi no se comunica con la familia y tengo la sensación de que algún día mi abuela me contará un secreto que mis 28 años aún son insuficientes para comprender o soportar.
Los negocios con mi padre iban bien hasta que surgió un desentendimiento insólito: él empezó a dudar de mi honestidad y eso se reflejaba en la rentabilidad de las transacciones.
Le comenté a mi hermano y me dijo: «El viejo se enamoró de una jovencita que lo tiene loco».
La situación empeoró de tal forma, que decidí viajar para encararlo.
Como fui sin avisarle, se puso de tan mal humor que me hizo pasar a regañadientes.
Fui encandilado por una mujer bellísima que justificaba la locura de mi padre y de cualquier hombre.
Ella se adelantó y me dijo: «¿No te acordás de mí? Soy Luciana, la que rompió la regla».
Nota: La imagen corresponde a la actriz argentina Luisana Lopilato (1987 - ).
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10 comentarios:
En un lejano reino cubierto por la nieve, existió una jóven aldeana que estaba encargada de cocinar el pan para el Rey. Todos los días debía concurrir a la misma hora, depositar la canasta con los panes en una mesita ubicada cerca de los jardines del palacio y recoger su paga.
Cuentan que un día encontró entreabierto el portón del jardín. Su corazón palpitó fuertemente y sin pensarlo entró con la esperanza de ver a su amado Rey. Uno de los guardias del castillo descubrió su presencia y le gritó amenzante: "ha roto la regla, traspasó el portón, venga conmigo". La jovencita asustada, cumplió la orden llena de vergüenza. El guardia la llevó ante el Rey y le comunicó sonriente: "muy Señor mío, la señorita rompió la regla". Para sorpresa de la jóven, el Rey dulcificó de inmediato su mirada y le agradeció su desparpajo. Luego la condujo a una pequeña recámara donde la invitó a sentarse a la mesa con él, para compartir un té y saborear el delicioso pan que ella misma preparaba.
Cuando se pone entre paréntesis la fecha de nacimiento, el guión, un espacio libre, y luego se cierra el paréntesis, ese espacio libre cobra el significado más fuerte que pueda lograr la escritura con todos sus signos.
Y entre tanto, qué pasó con su madre?
La madre abandonó al padre.
(Seguro que Ma. Eugenia estaba pensando la clásica, que el viejo la había engañado con una jovencita. Qué persecuta que tienen las mujeres con eso!)
Las mujeres bellísimas te encandilan. Acto seguido, quedás momentáneamente ciego. Consecuentemente hacés o decís alguna pavada.
Ahí ve las consecuencias de la mala educación. Si su padre le hubiera enseñado a ser honesto, quizás ahora ud estaría con la jovencita.
No digas pavadas Canducha. Supongamos que a los 14 años estos chicos se hubiesen ennoviado (cosa altamente improbable, aunque dentro de todo posible). Supongamos algo más que difícil, es decir, que 14 años después siguieran juntos y felices...
Bueno, en ese caso tendrías razón, Canducha.
Qué pasó? El viejo gastaba mucho dinero en su chica?
Ha llegado el momento de revelarle al verdad a mi nieto. Él ha sacado a luz todo esto de manera pública, así que yo le contestaré de manera pública también.
Tu madre abandonó a tu padre porque se enamoró de Rodolfo, tu mejor amigo, tu compañerito de banco, ese que tantas veces vino a casa a compartir la chocolatada que tu madre misma les preparaba. Lo que luego pasó entre ellos, (honestamente) no lo sé.
Qué lindo hacer negocios con el padre, no?
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