En un artículo publicado hoy (1) les comento algo sobre las metáforas: fenómeno mental inconsciente, que eventualmente puede ser consciente para embellecer la literatura haciendo comparaciones poéticas.
Les decía que la figura paterna ingresa en nuestras vidas con una actitud desagradable, porque todo nos lleva a pensar que, aquella relación idílica que teníamos con nuestra madre, fue impiadosamente cortada por este hombre a quien ella presta tanta o más atención que al hijo.
Alguien podría preguntarse, porqué esta figura tan antipática y contraria a nuestros intereses, algún día termina siendo amado.
La mayoría de las veces, la madre sigue siendo la figura central de nuestra vida afectiva y la mayoría de las veces, el padre es también un familiar querido, aunque no tanto como lo es ella.
¿Por qué ese cambio de actitud respecto al padre? ¿Por qué un ladrón de nuestra madre, alguien que se prevalece de su mayor tamaño para desplazarnos abusivamente, termina siendo querido?
Existe un factor relacionado con las afinidades. Por ejemplo, puede ocurrir que nuestra madre, que en principio se nos presentó como el modelo ideal de lo que uno ama, luego se vuelve antipática, gritona, injusta, incoherente, insegura, descuidada, desagradable.
En general esto no es así: la relación madre-hijo es muy buena en la mayoría de los casos.
Por lo que he podido saber, amamos a nuestro padre porque no tenemos más remedio, por miedo, hipócritamente.
Para poder sobrevivir en esa casa (nuestro hogar), es obligatorio llevarse bien con el que manda, trae el dinero y es más grande.
En otros artículos les había mencionado el Síndrome de Estocolmo (2), caracterizado porque los rehenes de un secuestro se ponen de parte del secuestrador y en contra de quienes trabajan para liberarlos.
La identificación con el agresor (la alianza con el enemigo), es un recurso de nuestro instinto, de nuestra psiquis, desarrollado para sobrevivir.
(1) La impopular figura paterna
(2) El síndrome de Estocolmo
Los vasallos del feudo médico
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11 comentarios:
¿Cómo explicaría entonces la evidente afición de las niñas mujeres hacia sus padres? o ¿cómo cabría este modelo suyo con los nuevos roles que están adquiriendo los padres hoy en día, la llamada nueva paternidad, que llegó gracias al ingreso de la mujer al mercado laboral y que tiene que ver con padres menos "pijudos", menos déspotas, más accesibles, más femeninos, más cariñosos, más atentos, más preocupados por comunicarse con sus hijos de verdad? Creo que el padre distante, solo querido por sus hijos por hipocrecía, era algo que se daba en un pasado no muy lejano, seguramente sus pacientes señor Mieres hayan sufrido ese corte de familia. Pero no sin optimismo creo que esos padres ya se están muriendo.
Con respecto al comentario de tessa, pienso que el asunto va por otro lado; estamos hablando de fenómenos inconscientes y por lo tanto ambivalentes. Niñas y varones aman y odian a su madre y a su padre. A parte de eso, no se trata de que el padre asuma roles tradicionalmente maternos. El punto es que el primer objeto de amor es la madre, y en el pequeñísimo mundo del recién nacido, el padre (que no es el padre real, sino la figura paterna) es el que interrumpe la unión bio-psicológica entre madre e hijo.
Cuando a un niño muy pequeño, digamos de unos 3 meses, el padre le está dando la mamadera y por el motivo que sea este acto debe interrumpirse momentáneamente, la madre toma en brazos al niño y este llora desconsoladamente. En este caso el rol materno lo cumplía el papá y la mamá cumplió el rol paterno.
Por eso creo que estos asuntos son más complejos de lo que parecen y algo difíciles de transmitir.
El amor hacia la madre también está fuertemente ligado al instinto de supervivencia.
Creo que de algún modo, de forma más directa o indirecta, todo tipo de amor se vincula a la supervivencia.
En casa la que trae el dinero es mi hermana. Nos llevamos apenas dos años. De pronto nos pasamos peleando porque ella no resulta una amenaza física para mí. Además me gustaría estar ocupando yo ese rol tan prestigioso de mantener al resto de los hermanos.
Creo que el amor no es hipócrita, es interesado. Si fuese hipócrita no sería amor, sería una ficción del amor. Todo amor es interesado, pero no con la carga negativa que le damos a esa palabra. Es interesado en el sentido de que existe un interés que nos lleva a amar a alguien: sea porque representa para nosotros un ideal, o porque es capaz de darnos mucho afecto, o porque nos hace sentir seguros, o porque nos brinda alegría, o porque nos da placer mediante su sensualidad y belleza, etc, etc.
Lo que es por mí, a mi madre se la pueden robar 40 ladrones y me harían un favor enorme.
No tengo afinidad con ninguno de mis padres. A mi madre le encanta pasarse en el gimnacio y mi padre vive ocupado con sus vaquitas. Yo lo que quiero es ver cine todo el tiempo.
Desde que formé mi familia, mis padres quedaron en un quinto plano, después de mi esposa, mis hijos, mi trabajo, mis amigos y el tenis.
Lamentablemente ambos murieron en un accidente de tránsito. El dolor que me provocó que murieran me sorprendió mucho. Probablemente se trate de que junto con ellos se fue parte de mi infancia.
La figura paterna es metáfora de separación y la figura materna es metáfora de fusión. Ambas figuras son fundamentales para nuestro desarrollo, y puede representarlas uno sólo de los progenitores o quien cumpla ese rol.
Las figuras más antipáticas son las apáticas.
Nada peor para un niño que la indiferencia.
Para sobrevivir en mi casa hay que ser el primero en llegar al refrigerador a la hora del almuerzo.
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