domingo, 28 de noviembre de 2010

La insólita rentabilidad de la tolerancia

En una casa muy grande, fuerte y antigua, ocurría un hecho insólito.

En ella vivían unas veinte personas entre niños, adultos y ancianos.

Los familiares que se iban casando, se alojaban en las instalaciones que los fallecidos desocupaban.

El hecho insólito es que los habitantes de esa casa, siempre tenían dinero en sus bolsillos.

La vestimenta que respondía a esta particularidad, era la más rústica, color azul y confeccionada con productos naturales: algodón, lana, hilo, paja, cuero, madera.

Hacía muchos años habían intentado ingresar a la casa joyas, electrodomésticos u otros artículos propios de nuestra cultura, pero todos habían tenido alguna dificultad que los inutilizaba: las joyas se llenaban de un moho muy resistente y los artefactos funcionaban sólo durante unos pocos minutos.

Sin embargo, tenían un buen desempeño las vasijas de barro, los artículos decorativos hechos con madera, cobre o estaño, más no así los de plástico o de bronce y demás aleaciones.

Esos pantalones y polleras azules de algodón, siempre tenían en sus bolsillos el dinero suficiente para pagar lo que se comprara para alimentación, abrigo, higiene, salud, pero no para artículos superfluos, suntuarios, ni tampoco para el pago de los impuestos que recaudaba el Estado.

Circulaba una explicación igualmente insólita.

Según parece, más de doscientos años atrás, ese terreno fue comprado por un antepasado, pero estaba ocupado por un intruso, anciano de edad incalculable y practicante de una severísima disciplina religiosa.

Cuando el nuevo propietario le pidió que se fuera, el anacoreta le dijo que no podría irse porque en ese lugar la tierra lo proveía de una energía inexistente en otros sitios.

Aquel antepasado, incrédulo aunque respetuoso, le propuso que se harían las construcciones sin molestarlo, dejando libre lo que el asceta pedía: un círculo de no más de 5 metros de diámetro.

En algún momento, el ermitaño murió y el pragmático pero considerado propietario, lo enterró donde el hombre insistía en quedarse.

Esta era la causa (gratitud, alquiler o retribución, del místico a los descendientes de quien fue respetuoso y hospitalario con él) de un fenómeno que difícilmente tendrá una explicación más racional que esta.

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13 comentarios:

Carolina dijo...

Me encantó el cuento! Doc.

M. Eugenia dijo...

Qué puede hacer el Estado para defenderse de los hippies mugrosos que no pagan impuestos!?

Janis dijo...

Cuánto odio al cuete M. Eugenia. Los hippies ya no existen, lamentablemente.

Valeria dijo...

Eso es lo que piden ecologistas, vegetarianos, miembros de las sociedades protectoras de animales. Un círculo de 5 metros de diámetro.

José dijo...

Respetar la ideología de un antepasado es un acto de amor y de reafirmación de la propia identidad.
No me pidan que ignore el pensamiento y los sueños de los viejos anarquistas.

Graciana dijo...

Puede que como dice Janis, los hippies ya no existan. Sin embargo muchos jóvenes se interesan por la vida de Bob Marley y abundan artesanos que venden lo que producen en las plazas, frente a una iglesia o un supermercado.
Viven rozando la indigencia, pero no padecen pobreza patológica, porque eligieron ese estilo de vida.

Blanca dijo...

En el bosque de ombúes que se ubica a un lado de la ribera del arroyo Valizas, hay un claro con forma de círculo de unos 20 metros de diámetro. Según cuentan, allí se reunían los hijos primogénitos de nuestras tierras. Realizaban una gran fogata en el centro, cantaban y danzaban, en alabanza a la Luna.

Roc dijo...

Si tengo la posibilidad de crear belleza con mis manos, no preciso otro objeto suntuario.

Selva dijo...

Cuántos kilómetros de tierra no contaminada quedarán en el planeta?

Rulo dijo...

Claro Selva, ahora los humanos además de ser feos y enfermos, no nos contentamos con contaminar a nuestros congéneres, contaminamos todo el planeta. (lo cual no deja de ser cierto)
No sé por qué me enojo contigo. Disculpá.

Alejandra dijo...

En un caso así como el que ud cuenta, para mí lo más importante sería que funcionaran los artefactos del baño.
(Además de fea y enferma, me siento sucia). Demasiada propaganda de champú y desodorante...

Iñaqui dijo...

No puedo ser tolerante. Lo confiezo, me siento dueño de la verdad, la mayor parte del tiempo.

Asdrubal dijo...

Como dicen algunos irónicos: el cuentito está lindo porque es corto. jajaja