domingo, 21 de noviembre de 2010

La vida es una fiesta

Soy el segundo hijo de un matrimonio mustio, apagado, serio, poco conversador.

Nunca pude imaginar cómo mi padre invitaba a mi madre a tener sexo y mucho menos, cómo lo hizo tantas veces.

Él era un hombre dedicado a matar el tiempo. Exclusivamente. Tenía varios trajes que le quedaban muy bien.

Además de eso, yo pasaba desapercibido entre mis otros hermanos (éramos seis) y, eso tenía ventajas y desventajas.

Cuando tenía ocho años, logré recibir una dosis de amor jamás imaginada porque tuve la feliz ocurrencia de intentar suicidarme tomando unas cuantas pastillas.

Eso provocó un gran escándalo en la familia, me trataron de «pobrecito», algunos tíos dejaron de visitarnos temiendo el contagio y felizmente, logré desesperarlos como para que mis cinco hermanos me envidiaran, pero a su vez tuvieran miedo de que yo me matara por culpa de ellos.

Hasta estos acontecimientos, yo creía que era lindo recibir mucho amor.

Cuando tuve 17 años, pedí que me compraran una moto y me pareció absolutamente injusto, insoportable y vergonzoso que no me la compraran porque podría sufrir un accidente.

Hasta mi abuela sé que intercedió ante mi madre, pero infructuosamente.

Cuando tuve 18 años, me fui casi sin despedirme porque me tenían aburrido.

Como tengo talento para la música, no demoré en vincularme con artistas, noctámbulos y mujeres perfectas para mi gusto.

Paulatinamente me fui olvidando del sol (o de mi figura paterna, según dijo un psicoanalista bohemio).

Escribo todo esto porque ayer me encontré con mi hermano menor, con quien nunca tuve problemas porque casi no nos tratábamos.

Muy sincero, me confirmó que aparento veinte años más de los que tengo pero me dijo emocionado, que mis ojos destellan felicidad.

Sólo porque a él le importaba decírmelo, me contó que, por diferentes motivos, sólo quedamos vivos él y yo.

¡Caramba! Si lo menciono es porque algo me importaban.

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9 comentarios:

Roque dijo...

Las mujeres que aman demasiado logran bajarte el colesterol, el nivel de azúcar en sangre, te hacen dejar el cigarrillo y la bebida. Están siempre pendientes de uno. Son amores que matan.

Celina dijo...

Esos padres estuvieron bien con lo de la moto. Si al muchacho le pasaba algo ellos tenía que vivir con la tristeza. Y todo para qué? Para que el muchacho fuera feliz.

Damián dijo...

Lo que es de uno siempre importa; aunque sea la familia.

Berta dijo...

Lo bueno tiene su precio. El mucho amor sale caro.

Mariela dijo...

Están hablando del aspecto egoísta del amor. Olvidamos que a veces somos capaces de perder alguna batalla, con tal de no perder la guerra...
Sí siempre es egoísta, pero hay egoísmos que casi no hacen daño.

Blanca dijo...

Puede ser que cuando alguien se mata, haya un motivo predominante que provenga del entorno, pero para que ese entorno actúe sobre el individuo, evidentemente tiene que haber un individuo. Así que la culpa o responsabilidad, nunca puede estar del todo afuera. Si además pensamos que el libre albedrío no existe, se nos dificulta definir lo que queremos decir con culpa o responsabilidad.

Evaristo dijo...

El que tiene varios trajes, usa el tiempo para algo, al menos aquí en el sur.

Anónimo dijo...

Estuve casado 30 años para que mi mujer no se matara por culpa mía.

Ingrid dijo...

Creo que una buena manera de dar amor, es hacerlo sin que se note demasiado.