lunes, 29 de noviembre de 2010

Timidez, cortedad, atrevimiento, descaro

Es mucho lo que sabemos sobre cómo convivir en la sociedad.

Aún así, no quedamos exentos de tener algunos desencuentros con las expectativas de los demás.

Aunque sabemos cómo evitar que alguien nos llame la atención, nos amoneste, nos recrimine, igualmente, cada tanto, alguien nos acusa de negligencia, impertinencia, torpeza, desconsideración.

En otras palabras: cada tanto alguien se queja porque lo molestamos.

Cada uno de nosotros posee gustos personales y por eso, todos esperamos de la vida cosas diferentes.

El dicho popular «cada uno sabe dónde le aprieta el zapato» señala con elocuencia que todos (hasta cierto punto) sabemos lo que queremos.

Si bien decimos que gustaríamos disponer de todas las posibilidades y gozar de la mayor libertad posible, esto no es tan así.

El ejemplo de los zapatos puede servirnos para decir que se los prefieren cerrados, acordonados, ventilados, abiertos, escotados, firmes, con suela antideslizante, abrigados, etc. (imagen).

Continuamente estamos expuestos a que otras personas

— nos molesten, ocupando un lugar que podríamos utilizar, provocando polución acústica (haciendo ruido),

— tomando bienes colectivos para su uso exclusivo,

— llegando tarde a una cita y haciéndonos perder tiempo,

— poniéndonos en riesgo de accidente o pérdida, con transgresiones que no cometería si estuviera observado por algún funcionario de vigilancia pública,

— incumpliendo con ciertos pagos que silenciosamente terminaremos pagando todos los que cumplimos con nuestros compromisos, etc.

Por lo tanto:

1º) Cada uno de nosotros gusta contar con ciertas libertades;

2º) Cada uno de nosotros prefiere evitar ser criticado por nuestra inconducta;

3º) Sin embargo, otros, por negligencia o deliberadamente, se toman libertades que terminamos tolerando sin que eso perturbe excesivamente nuestra existencia;

4º) (A modo de resumen y conclusión) no sería tan equivocado revisar el inventario de libertades que solemos aprovechar, teniendo en cuenta ahora, qué grado de paciencia tenemos derecho a exigir.

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12 comentarios:

el oriental dijo...

Con el vandalismo y la rapiña se me terminó la paciencia. Aunque digan que en A. Latina somos de los que estamos mejor, ese consuelo no me sirve. No quiero acostumbrarme a lo malo, aspiro a lo bueno.

Alba Denoite dijo...

A mí me gusta tomarme la libertad de llegar a la hora que puedo. Soy consciente del enorme daño que me provoca el estrés.

Eva dijo...

Donde hagas algo más que comer, dormir y trabajar, siempre habrá gente motivada para criticarte.

Aldo dijo...

No se puede vivir dejando a todo el mundo conforme!

Anónimo dijo...

Cometimos el error de llamar a nuestra compañía de ómnibus CITA.
Con todo somos bastante puntuales.

Robinson dijo...

Siempre he estado expuesto a la desconsideración del prójimo.
Pero los amo! No me abandonen! Aquí estoy, aqui estoooooy!!!

Juan Manuel dijo...

Algunos esperan que la vida de vez en cuando los bese en la boca.
Para que la vida se pueda tomar esa libertad, es necesario tener paciencia y concurrir al dentista.

Emiliano dijo...

Me cuesta hacer el inventario de las libertades que me tomo. No las tengo muy presentes.

Andrés dijo...

Otros se toman libertades, menos yo.
Jamás doy un paso que implique presionar a otro. (nada me pone más furioso que hagan eso conmigo)

Gregoria dijo...

La libertad que más valoro es la posibilidad de estar sola.

Panza dijo...

Todos me critican, pero hasta el día de hoy creo escuchar las palabras de mi amigo: "ladran Sancho: señal de que cabalgamos".

Marcia dijo...

Cuando las cosas se ponen bravas: TOLERANCIA CERO.