domingo, 27 de abril de 2008

La orquídea se despereza

Más que un adolescente, parezco una señorita hablando siempre de lo difícil que es para mí congeniar con mi madre. Las chicas es normal que tengan en su mamá una referencia para diseñar su personalidad y una enciclopedia interactiva para esas dudas atroces, como por ejemplo qué hacer con fulanito «que me vuelve loca pero creo que no me gusta».

Desde que nos quedamos ella y yo solos, ella comenzó a endurecer su carácter. A escondidas miro una y otra vez las fotos de ella cuando se disfrazaba de bailarina flamenca y se la veía desplegando una energía que ahora sólo utilizaba para exaltar con arrebatos de vehemencia el lado oscuro de la vida.

Cuando estaba en la escuela y durante un buen tiempo posterior a que mi padre se fuera de casa, ella veía los errores de mis deberes y me decía: «Esto podría quedarte mejor de esta otra manera», «me parece —no estoy segura— que esto que pusiste acá está explicado de otra manera en el libro de texto. Veámoslo juntos», «no sé por qué pero te apostaría a que esta fórmula es diferente». Mis errores y omisiones no eran dramáticos: sólo eran errores u omisiones.

Pero a los meses de aquel fatídico abandono, dejó de comprarse ropa y sin tener una necesidad económica, usaba una y otra vez los viejos atuendos, que no le quedaban mal, pero que realzaban su apocamiento, su chatura, su ingreso en la mediocridad, su agrisamiento (si es que existe este derivado de la palabra «gris»).

Lo único que parecía escaparse a este pequeño derrumbe era el estricto cumplimiento con su trabajo. Postergaba prácticamente cualquier cosa con tal de llegar en hora y no le conocí motivo que le impusiera alguna inasistencia.

Como el inesperado flash de un paparazzi, un día se puso muy nerviosa cuando captó el origen de una llamada entrante en su celular. Discretamente se fue para su dormitorio y con gran parsimonia fue cerrando la puerta hasta que hizo trac.

Estuvo distraída el resto de la tarde y por alguna señal misteriosa me sentí obligado a no interrumpir su silencio. En los días subsiguientes todo empezó a cambiar en ella como si una orquídea acabara de despertarse. También cambió la hora de regreso del trabajo, el vestuario, el calzado, el perfume, su actitud ante mis errores y omisiones.

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22 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta mamá parece que está rehaciendo su vida para el bien de todos. Empezando por ella misma. Me alegro por el pibe porque yo pasé por algo parecido pero la orquídea no se abrió.

Anónimo dijo...

Cuando yo fue agredida por un inexplicable abandono por quien me había dicho que en poco tiempo se casaría conmigo y hasta había empezado a comprar cosas para la casa porque yo no tenía un peso partido por la mitad, me refugié en el trabajo que fue para lo único que más me sirvió porque me explotan salvajemente pero tengo una compañera que es mejor que una hermana.

Anónimo dijo...

Quizá esté medio loco pero para mí la orquídea simboliza a la vagina cuando está deseando hacer el amor.

Anónimo dijo...

Me parece que el carácter de cualquier persona se va endureciendo igual que las arterias y las articulaciones. La elasticidad es de los jóvenes que tanto les da ir para un lado que para otro pero cuando uno va aprendiendo con la experiencia se da cuenta que algunos caminos es mejor no recorrerlos y decide no ir más por ahí. Esta cancelación de opciones de afuera se ve como una rigidización pero quizá sólo sea experiencia.

Anónimo dijo...

Raro es lo que le está pasando a un compañero de la facu. Se fue la madre y no saben a dónde. Hasta pasaron por la televisión para ver si alguien sabe algo de su paradero. No saben si está viva o muerta. Se fue sin llevarse nada. Hace nueve días salió sin decirle nada a la hija que estaba estudiando y no volvió más. Parece que la mujer no tenía ninguna enfermedad de la cabeza pero es un misterio rotundo.

Anónimo dijo...

Nunca leí el libro de Silvina Bullrich "Mañana digo basta" porque tengo miedo de que no diga lo que para mí sería ideal que dijera. Ese título lo tengo en la cabeza para escribir muchas novelas mías en las que me voy, desaparezco, me hago una cirugía de cerebro. Me gustaría empezar de nuevo. Tengo mal los cimientos y me gustaría dinamitarlos.

Anónimo dijo...

¡Cómo le cambia la vida a una cuando está bien con alguien! Estuve más de cinco años perdida porque el divorcio me destrozó la vida. Sé que traté muy mal a mi hijita y eso me hacía sentir peor pero tenía metido en la cabeza que la enfermedad de ella fue lo que hizo que él me abandonara y no podía dejar de culparla como una perra. Ahora le rezo a todos los santos que este hombre que apareció en mi vida me ayude a recobrar el equilibrio emocional. Ahora mi hija ya está bien y es un amor.

Anónimo dijo...

Yo pude haber sido aquel hombre que abandonó a una mujer con un niño pequeño. En realidad sí lo hice pero con unas cuantas variantes respecto al relato.

Ahora extraño a mi hijo, me gustaría saber como está pero no tengo el coraje suficiente para intentar un reencuentro. Me parece que cuando los dejé no fui dueño de mis actos pero nadie estaría discupuesto a justificarme ni un poquito.

Tengo una foto conmigo y me lo voy imaginando cómo será a medida que pasan los años. Ella realmente no importa nada, me da lo mismo que esté como esté porque dejé de quererla mucho antes de abandonarlos, pero me pregunto si él pensará en mí.

Quizá si lo haga y quizá algún día junte todo el coraje suficiente como para tratar de verlo.

Anónimo dijo...

Primero miré la orquídea, después leí el relato y por fin volví a mirar la flor y juraría que está llorando. ¿Uds no le ven un gesto como que por lo menos está triste?

Anónimo dijo...

Soy hijo único y mi padre vivía viajando por razones de negocios. Mi madre a veces me invitaba a que yo durmiera en la cama de matrimonio y me parece que eso me ha causado muchos problemas mentales que ella nunca se imaginó ni se imagina.

Tengo mucha fantasía y mi vida es un completo lío. Llevo cuatro años de terapia y parece que el nudo más grande lo tengo con lo que significó para mí estar a solas en una casa con una mujer, dormir en la misma cama que ella pero que fuera mi madre.

Ya tengo más de treinta y ninguna mujer me viene bien, quisiera hacer una vida normal pero todos mis noviazgos terminan mal u horrible y estoy seguro que soy yo el que falla una y otra vez.

Anónimo dijo...

Mi madre es maestra -ahora jubilada- y cuando volvía de trabajar en dos escuelas, me ayudaba a hacer los trabajos domiciliarios. Estaba tan cansada e irritada que mis calificaciones iban de mal en peor. Anduvieron consultando al médico, a una psicóloga, a un psicopedagogo y al final no sé cómo acomodaron los número del presupuesto familiar, el hecho es que ella dejó de trabajar en una de las escuelas.

¡Magia milagrosa! Empezó a mejorar mi rendimiento escolar.

Anónimo dijo...

No me gusta la orquídea esa, parece un taco de reina.

Anónimo dijo...

Lo bien que hizo en resaltar el lado oscuro de la vida, es el único que existe.

Anónimo dijo...

su madre era demasiado indulgente con sus errores. ud. habría necesitado una mano dura que le enderezara el cerebro y de ser posible le quitara de la memoria la palabra inconciente. mientras no nos extirpemos la instancia psíquica llamada inconciente ( que en algún lugar debe estar) vamos a seguir siendo una manga de infelices.

Anónimo dijo...

No me queda clara cuál fue el fatídico abandono del personaje del cuento.

Anónimo dijo...

Mi madre es completamente al revés. Llegó a la ciudad apocadita, parecía una mosquita muerta. Así estuvo mientras terminó lo que en aquella época eran preparatorios de abogacía. El cambio fatídico se dio cuando conoció a mi padre. Él la hizo sentir segura, bella e inteligente (3 adjetivos siempre quedan bien). Comezó a brillar en todos los lugares a donde fuera: reuniones de amigos, en el teatro (lucía espléndida) en el gimnacio con su cuerpo envidiable. Digo que la influencia de mi padre fue fatídica porque de tan segura y bien que se sentía, empezó a creerse todos los cumplidos y piropos fallutos que recibía.
Hoy continúa vistiendo como una reina pero insiste en parecer una barbie a los 80 años. Además de vestir como una reina, piensa como una princesa consentida y mi padre que apenas puede con su esqueleto va dejando la vida para satisfacer sus caprichos.

Anónimo dijo...

No deje tanto espacio para la imaginación de los lectores. Como Presidenta del Club de Fans del Lic. Fernando Mieres, le hago saber que las chicas no soportan la incertidumbre que les ha generado con esa llamada al celular, que produce tantos cambios en la protagonista. Lo conminamos a que en el próximo texto devele el misterio!!

Anónimo dijo...

Para mi que la madre del relato se consiguió un macho que la mantuvo bien cogida (disculpen que sea tan directo)

Anónimo dijo...

Su madre era una encomiable mujer que se preocupaba por su tarea escolar con una dulzura y humildad admirables y ud. encima se queja! Nos hace saber que sus errores eran "pequeños errores" ¡qué nos importa que fueran pequeños errores! El hecho es que su madre apuntaba a la excelencia de su hijo (lo que toda madre que se precie de buena ciudadana capitalista debería hacer) y ud. nunca lo supo valorar. Orquídeas a los chanchos!!

Anónimo dijo...

Dado que trabajo en las oficinas del Ministerio de Cultura de nuestra República Oriental del Uruguay, propondré se levante un monumento en la Plaza 1º de mayo,a su madre, monumento que simbolice el amor y sentido de responsabilidad al trabajo. Dicha escultura tendrá como finalidad inspirar a los buenos patriotas y peores americanos a trabajar por su patria, la República de Las Mujeres.
Uy! me salió un poco entreverado ¿no?

Anónimo dijo...

Vuelvo a expresarme como Presidenta del Club de Fans, para aclarar una vez más que el Licenciado escribe relatos de ficción y no se está refiriendo a su madre propia.
Muchas gracias.

Anónimo dijo...

¡Cómo me tienta sucumbir al delirio autorreferencial!
"Delirio autorreferencial, nunca más chiquito"