Los artistas exitosos no son los mejores, son los
que nos influyen en beneficio de quienes los patrocinan. Los artistas
fracasados no siempre son mediocres: seguramente son personas que no benefician
a quienes podrían llevarlos a la fama.
Los artistas son personas que
cambian nuestra forma de pensar, nos demos cuenta o no nos demos cuenta.
The Beatles cambiaron nuestra
manera de ser a partir de la década de 1960, el arte cinematográfico nos ha
impuesto algunas creencias, reafirmado otras y destruido unas cuantas.
La literatura nos entrega
narraciones en las que algún personaje protagónico tiene las características suficientes
para que nos identifiquemos con él y, sin darnos cuenta, adoptemos algunos de
sus rasgos, ideas, formas de reaccionar.
Me atrevería a decir que el máximo
poderío de los Estados Unidos no está sostenido por las armas sino que está
sostenido por las neuronas de cada uno de nosotros que fueron colonizadas por
varias manifestaciones artísticas, especialmente el cine y la literatura.
A su vez, los artistas son
personas que poseen el don de utilizar un lenguaje actoral (forma de hablar,
facciones, gestos) que se nos cuela en la mente sin que podamos controlarlo. Consumimos
lo que nos gusta y eso que nos gusta pasa a formar parte esencial de nuestro
entorno: compramos los discos de The Beatles, miramos una y mil veces las
películas donde se ensalzan el heroísmo de los cow-boys, el romanticismo de los
italianos, la intelectualidad, la fineza y el glamour de los franceses, la
severidad de los ingleses y alemanes.
Todo lo que digo para el cine,
forzosamente vale también para el teatro, las telenovelas y la literatura.
Pasa muy a menudo: llegan a la
fama pintores, cineastas, escritores, escultores, que no nos gustan. La explicación
para este fenómeno un poco extraño no es que padecemos ignorancia para hacer
una evaluación correcta, sino que dichos artistas son puestos en sitiales de
prestigio porque su arte trasmite esos mensajes indescifrables que terminan
educándonos, adoctrinándonos, formando nuestras opiniones, apegándonos a
ciertas ideologías y despreciando otras, todo lo cual ocurre porque los
mensajes de esos artistas nos llegan una y otra vez dado que eso quieren que
ocurra los grandes capitalistas, los gobernantes, los religiosos, los
políticos, cualquier poderoso que encuentre en los mensajes artísticos de los
elegidos eso que a los promotores más les conviene.
De modo similar nos ocurre que
algunos artistas que sí nos gustan pero que, extrañamente, no obtienen tanto
éxito como los que nunca elegiríamos. Esto les ocurre porque sus creaciones no
favorecen los intereses de quienes podrían patrocinarlos. Simplemente por eso.
En suma: no llegan a la fama los artistas que
más nos gustan sino los que mejor ayudan a los poderosos (ideologías,
religiones, capitalistas).
(Este es el Artículo Nº 2.184)
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