viernes, 11 de abril de 2014

El pene de ella


Si nos dejamos guiar solo por la racionalidad, este título está equivocado.

Sin embargo, no es la racionalidad la función intelectual apta para entendernos psicológicamente. El psicoanálisis se vale más de la poesía, y del arte en general, que de la ingeniería, la matemática, la lógica, la física, la astronomía y demás ciencias duras.

En este contexto, el título se justifica si entendemos que la erección del varón ocurre porque ella lo estimula.

Si aceptamos esta premisa, entonces podemos decir que el pene es de quien lo excita, lo endurece y lo deja en condiciones de cumplir su función más trascendente: transportar a la vagina de la mujer el semen fecundante producido por los testítulos del varón.

El verbo transportar lo uso a propósito, para poder asociarlo con lo que ocurre con cualquier otro transporte, en un vehículo conducido por alguien y perteneciente a otra persona.

Aunque el dueño de la máquina sea un empresario, el responsable de su uso es el conductor. Pues bien, el pene es el camión, perteneciente a un empresario (el portador), pero el responsable es el chofer, es decir, la mujer que logra el referido transporte.

Cuando el conductor no trabaja, el camión no transporta ninguna mercadería, y cuando la mujer no maneja el pene, este no transporta ningún espermatozoide.

Estos puntos de vista, diferentes a los habituales, nos permiten entender por qué a veces los varones padecen impotencia eréctil. Siguiendo la metáfora, esta puede ocurrir lo mismo que ocurre cuando el chofer no concurre a trabajar y el camión permanece guardado en su garage.

El problema se agrava en los casos de la fidelidad monogámica. El varón, al no contar con otra mujer que se haga cargo de su pene, cree que está definitivamente impotente. Es como si ningún otro conductor pudiera mover el camión y a alguien se le ocurriera decir que el vehículo está dañado.

No me imagino a un urólogo recomendando infidelidad matrimonial. En todo caso, hará todos los estudios clínicos que la billetera del impotente puedan pagar, lo medicará casi hasta intoxicarlo y luego dirá, con cara de sorpresa, que no sabe qué puede estar pasando con el pobre señor, neciamente fiel al único camionero autorizado para transportar sus espermatozoides.

(Este es el Artículo Nº 2.193)


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