domingo, 13 de abril de 2014

La propiedad privada en la vida de un psiquíatra


(Esta es una historia derivada de otro relato titulado La tenencia responsable del planeta )

Cierto millonario fue llevado por su esposa ante un psiquíatra quien, al comenzar la consulta, rápidamente simpatizó con el paciente y se molestó con la mujer porque no paraba de hacer gestos descalificativos de todo lo que decía su marido.

El relato del paciente era un poco delirante, pero coherente.

El señor decía que era copropietario del planeta y que su riqueza fue lograda gracias a un artista conceptual que había vendido el planeta cobrando mil dólares por cada título de propiedad suscrito por él mismo.

El paciente se justificó diciendo que, si bien él sabía que aquello había sido una mera ficción, tampoco sentía extrañeza ante quienes disfrutan mirando cuadros, leyendo historias, contemplando su Harley Davidson.

Aquellos títulos firmados por el artista eran para él como cualquier obra de arte, que para sus admiradores representa mucho más de lo que realmente vale.

Esa obra de arte lo había dotado de un especial estado de ánimo. Cada vez que miraba el certificado de copropiedad que le compró al artista, algo dentro de él le infundía un fuerte deseo de hacer cosas útiles para los demás habitantes de su-planeta.

El psiquíatra declaró que no encontraba ninguna enfermedad tratable, ante lo cual la esposa, desilusionada, se fue a buscar un psiquíatra mejor.

El médico quedó pensativo con el razonamiento del copropietario y se las ingenió para tener una entrevista con el artista conceptual.

Se encontró con un hombre de buen humor, habitante de una casa alegre, colorida, aromática, con muchos almohadones, maderas, cañas, mimbre, rafia, telas.

La entrevista fue divertida para ambos. El artista comentó que ya había recibido la visita de varios psicoanalistas, pero de ningún psiquíatra. En los hechos, lo que ocurrió fue que el médico salió con más dudas que antes sobre la validez profunda que tiene el derecho de propiedad del planeta, consagrado, ejercido y validado por casi todos los códigos civiles de nuestra cultura y que tantas desigualdades socio económicas provocan desde hace milenios.

Se mortificó pensando cuántas transgresiones éticas cometía obligado por el pago de la hipoteca.

Cuando el cuerpo verificó un nudo en la garganta, el cerebro, entrenado para combatir la angustia profesional, pensó que gracias a tanta locura legislativa y cultural, él tenía trabajo.

Se tranquilizó aun más pensando que en dos años más cancelaría la deuda y que, quizá entonces, podría empezar a contemplar los aspectos éticos, largamente abandonados por el espinoso tema de la propiedad privada.

(Este es el Artículo Nº 2.195)


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