sábado, 12 de abril de 2014

Los errores ortográficos son eternos


Este artículo intenta cambiar el punto de vista más frecuente sobre los errores ortográficos, de sintaxis o morfológicos, con especial hincapié en las redes sociales.

Lo que procuro es relativizar la gravedad de lo que ocurre. Intento desdramatizar, quitar el tono escandaloso del hecho.

Nos encontramos con esos errores gramaticales porque ahora escriben públicamente personas que antes no podían hacerlo.

La democratización de los medios de comunicación permite que cualquiera participe con una idea que será leída por millones de personas.

Es probable que siempre haya existido un 80% de usuarios del lenguaje que solo estaban interesados en expresarse oralmente. Cuando accedieron a la posibilidad de expresarse en forma escrita, el texto fue fonético (aber, abisar, yamar). En este caso, hacer, haser, aser, azer, hazer, y demás posibilidad, son todas opciones válidas, aunque solo la primera está bien escrita.

En suma: los errores ortográficos no son un defecto, ni del sistema educativo ni de las nuevas generaciones sino que, simplemente, la abrumadora mayoría nunca estuvo interesada en aprender la escritura correcta sino que solo aspira a replicar el sonido de las palabras, hecho lo cual, tenemos que reconocer que lo que escriben se entiende sin dificultad.

Quizá sean los errores de sintaxis los que más dificultades de comprensión provocan. Es frecuente en Facebook que alguien ponga un comentario que dice: «Estoy de acuerdo», con lo cual nadie puede enterarse con qué está de acuerdo, si con el comentario anterior, si con el post que originó los comentarios o con algo en particular que solo él sabe.

Me animo a decir que los errores gramaticales no son importantes por varios motivos:

1) Lo más importante es que alguien opine suscribiendo su opinión. Los dichos anónimos envilecen la comunicación, pero opinar responsablemente nos enriquece a todos;

2) Lo más importante es que se entienda lo que el autor intentó decir. La corrección gramatical es exigible en otros ámbitos, pero es superflua en una red social;

3) El idioma castellano es realmente difícil de conocer bien. Hasta los más eruditos en el tema, dudan, se equivocan, son ambiguos. A veces se requieren múltiples relecturas para disminuir la cantidad de errores. También hace falta que otros lean para ver si entienden, pues el autor suele no darse cuenta cómo los demás interpretan lo que él quiso trasmitir. En otras palabras: para escribir en castellano con apego a la norma requiere una especialización, inaccesible para quienes se dedican a otros intereses;

4) Lo más importante es esto: que los lectores no crean que un texto con error ortográfico evidencia errores conceptuales. Por ejemplo: «El arrós (debería decir ‘arroz’) no puede cosecharse bajo lluvia», donde encontramos un error ortográfico en la palabra ‘arrós’ pero no un error conceptual en las condiciones de la cosecha.

(Este es el Artículo Nº 2.194)


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