Gran parte de la angustia que nos acompaña a lo largo de toda la vida está provocada por no poder hablar de cómo vivimos los inevitables deseos incestuosos.
El tema del incesto, y su
prohibición, es difícil de tratar precisamente porque así está planteado en
nuestra cultura: se lo prohíbe pero sin dar explicaciones.
Algunos se han inventado una
explicación seudo-científica asumiendo como fundamento que la descendencia
gestada en esos términos es defectuosa o monstruosa. Esto no es cierto. Otros
han recurrido a considerar que se trata de una imposición hecha por Dios.
Lo preocupante de esta
situación casi universal refiere a que, por no poder comentar los deseos
incestuosos, terminamos creyendo que solo están en cada uno de nosotros, como
si fuéramos los únicos enfermos capaces de tener deseos tan desnaturalizados.
Pretendo compartir con usted
que todos sentimos alguna vez deseos de formar una familia con un ser muy
querido, que además era un familiar en primer o segundo grado (padres, abuelos
o hermanos).
Si bien aceptamos de buen
grado el sentimiento de amor, rechazamos ferozmente la sexualidad entre ciertos
grados de parentesco.
Lo importante es saber que:
1) No existe acuerdo sobre
cuál es la causa de esta norma cultural. Por lo tanto podemos asegurar que
existe la prohibición pero no sabemos por qué;
2) Así como no están
prohibidos los deseos de matar o de robar, tampoco están prohibidos los deseos
de cometer incesto, lo que sí están prohibidos son los actos. Por lo tanto,
todos podemos desear lo que queramos pero lo que no podemos es matar, robar o
cometer incesto;
3) Es importante saber que
todos tenemos estas intenciones y que solo una minoría cede a ellas y las
actúa. De tal forma que son normales esos deseos y no tenemos por qué
olvidarlos, desconocerlos, negarlos, pues las únicas que serán castigadas serán
las acciones delictivas;
4) La prohibición del incesto
es un caso especial porque no podemos comentarla. Por esta imposibilidad de
socializar nuestros sentimientos, estos se convierten en verdaderas bombas de
tiempo, que nos llenan de dudas, de baja autoestima, de inseguridad sobre todos
nuestros gustos, deseos, intenciones, sentimientos. Este silencio
arbitrariamente impuesto quizá sea la causa principal de la angustia que nos
acompaña toda la vida.
(Este
es el Artículo Nº 2.206)
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