Comento dos hipótesis de por qué tanta vergüenza provoca en la mayoría, preferentemente masculina, confesar que sienten miedo.
¡Qué error estratégico
cometemos cuando tratamos de disimular que tenemos miedo!
Es tan erróneo que hasta los
más tontos saben cómo apelar a este ocultamiento para vencernos.
Por el contrario, si aceptamos
la verdad más pura, esto que: tenemos miedo a sufrir, a pasar vergüenza, a
tener pérdidas, a los truenos, a los fantasmas, o a lo que sea, por más
ridículo que alguien pueda imaginar, ni el más tonto ni el más inteligente
podrá burlarse de nosotros por exhibir algo que reconocemos antes que nadie: «Tengo miedo,
sépanlo, no lo oculto».
A partir de esta declaratoria, tan sincera, podremos decir con total
serenidad cuántas propuestas ajenas no queremos aceptar.
Probablemente, la clave para disponer mejor de nuestro propio deseo está
en reconocer cuánto tememos, sin avergonzarnos, porque además, le tenemos miedo
al ridículo, por eso evitamos simular un heroísmo que nadie posee, excepto en
la ficción.
En el video les comento dos hipótesis que explicarían cómo llegamos a
tener vergüenza de tener miedo.
1) En tiempos en que era frecuente la convocatoria a integrar el ejército,
se impuso el prejuicio de que solo los despreciables
cobardes temían morir. Todos tuvieron que ocultar su condición humana con
tal de no ser catalogados de manera tan denigrante como llegó a ser el
diagnóstico de ‘cobarde’. Los pobres infelices que se hicieron matar
infamemente por las locuras de algunos gobernantes, fueron ingenuos ciudadanos
que creyeron firmemente en ese diagnóstico de cobardía;
2) Las religiones colaboraron con estos genocidios, alentando a la
valentía en connivencia con los gobernantes desquiciados, pero agregándole un
segundo motivo de exclusiva conveniencia. Dios siempre fue una figura temida
por sus creyentes. Lo que suelen llamar amor no es otra cosa que terror a la infinita capacidad
destructiva que se le asigna. Si los fieles ocultan su temor y confiesan
valentía están tratando de decir que lo aman por la supuesta bondad y no por
terror.
(Este es el Artículo Nº 2.203)
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