Les comento algunos argumentos sobre por qué alguien
que toma excesivas precauciones para no padecer algunos eventos desafortunados,
en el fondo desearía que ocurriera lo que pretende evitar.
Como siempre tendemos a
suponer que nuestra conducta es coherente con la lógica o que nuestra psiquis
está alineada con el sentido común, suponemos que sería imposible desear lo
mismo que nos atemoriza.
Todo hace suponer que no, que
nuestros temores pueden ser deseos inconfesables, ilógicos, vergonzosos.
En el video les comento el
caso de quienes tienen miedo a los ladrones, comentando que ese temor, que nos
lleva a convertir nuestra casa en un bunker, tiene como contracara inconsciente
desear sentirnos poseedores de objetos apetecidos para alguien, aunque este sea
un ladrón.
Otro motivo estimulante del
deseo es el de entrar dentro de las estadísticas más populares, pues ¿quién no
ha sido robado en estos últimos tiempos?
También agregaba que ser
víctima es otra forma de protagonismo, interesante para más de uno que toma mil
precauciones para impedir la entrada de ladrones, pero que, cuando se va de
vacaciones, se enteran hasta los vecinos más lejanos.
Sería grato sufrir esas
peripecias para poder tener tema de conversación por mucho tiempo, para tener
una anécdota con la que podamos atraer la atención en las próximas cincuenta
reuniones familiares o con amigos.
Si los gobernantes pertenecen
a una opción política de la que no somos votantes, el placer es aun mayor pues podremos
despotricar contra su ineficacia en la seguridad ciudadana, aprovechando la
situación para idealizar una vez más la supuesta pericia de nuestros
candidatos.
Como en lo más recóndito de
nuestra mente, cada varón fue un guerrero hace cientos de generaciones, el robo
nos permitirá justificar los gastos, preparativos y acciones de control de toda
la familia, la que quedará sometida a un estado de sitio impuesto por el samurái de la casa.
A partir de esa experiencia
desafortunada, en la mente del gladiador
se pondrán en marcha imaginarias precauciones, estrategias, combates heroicos,
presenciados por los ojos azorados de las mujeres y de los niños de la familia,
que no podrán creer el valor de aquel buen padre que parecía tan
pacífico...mientras nadie lo molestara demasiado.
Estos son algunos argumentos
sobre por qué alguien, que toma excesiva protecciones para evitar la acción de
los intrusos, en el fondo desearía que existiera algún incidente que pusiera en
juego toda esa filmografía.
(Este es el Artículo Nº 2.205)
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