sábado, 19 de abril de 2014

Determinismo y suicidio



 
El determinismo parece un punto de vista más acertado que el libre albedrío, sin embargo creemos en el libre albedrío porque es más placentero que el determinismo.

Nuestra autopercepción está condicionada por las creencias. Por ejemplo, si creemos que el planeta Tierra está en el medio del Universo, todas nuestras percepciones se adecuarán a esta creencia.

Recibimos estímulos de nuestros cinco sentidos y luego percibimos elaborando la percepción según esas creencias. Nunca percibiremos algo en cuya existencia no creamos, y al revés: es probable que percibamos en función de nuestras creencias, inclusive cuando esta percepción pudiera negar los estímulos sensoriales.

Esto nos lleva a la conclusión de que todo lo que percibimos podría ser verdadero o falso, dependiendo del acierto o del error de las creencias con las que interpretemos esos estímulos sensoriales.

Por ejemplo, y con sentido del humor, le comento que si alguien tiene cáncer en un pulmón, será muy difícil convencer a los demás que no es fumador, o que no vivía en un ambiente con humo de tabaco, o que alguien en su país no fumó alguna vez.

Casi todo el mundo cree en el libre albedrío. Esto nos impide aceptar la hipótesis de que los suicidas nunca tuvieron la voluntad de matarse. Tampoco aceptaremos la hipótesis de que padecía una enfermedad terminal cuyo desenlace trágico se caracteriza por una actuación del fallecido (ahorcamiento, disparo de arma de fuego, intoxicación).

Creer en el libre albedrío tiene varias ventajas. Por ejemplo:

Nos sentimos dueños absolutos de nuestra realidad, creemos poder evitar las enfermedades y hasta la muerte, podemos condenar a quienes cometieron algún error o delito.

Creer en el determinismo tiene varios inconvenientes. Por ejemplo:

No tenemos ningún protagonismo en nada que nos acontezca, somos integrantes pasivos de la Naturaleza, nadie es culpable de nada sino que, en todo caso, es coprotagonista de un hecho fortuito.

Por lo tanto, creer en el libre albedrío es placentero, aunque no sea real, mientras que, creer en el determinismo es displacentero, aunque sea real.

(Este es el Artículo Nº 2.201)

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