El determinismo parece un punto de vista más acertado que el libre albedrío, sin embargo creemos en el libre albedrío porque es más placentero que el determinismo.
Nuestra autopercepción está
condicionada por las creencias. Por ejemplo, si creemos que el planeta Tierra
está en el medio del Universo, todas nuestras percepciones se adecuarán a esta
creencia.
Recibimos estímulos de
nuestros cinco sentidos y luego percibimos elaborando la percepción según esas
creencias. Nunca percibiremos algo en cuya existencia no creamos, y al revés:
es probable que percibamos en función de nuestras creencias, inclusive cuando
esta percepción pudiera negar los estímulos sensoriales.
Esto nos lleva a la conclusión
de que todo lo que percibimos podría ser verdadero o falso, dependiendo del
acierto o del error de las creencias con las que interpretemos esos estímulos
sensoriales.
Por ejemplo, y con sentido del
humor, le comento que si alguien tiene cáncer en un pulmón, será muy difícil
convencer a los demás que no es fumador, o que no vivía en un ambiente con humo
de tabaco, o que alguien en su país no fumó alguna vez.
Casi todo el mundo cree en el
libre albedrío. Esto nos impide aceptar la hipótesis de que los suicidas nunca
tuvieron la voluntad de matarse. Tampoco aceptaremos la hipótesis de que
padecía una enfermedad terminal cuyo desenlace trágico se caracteriza por una
actuación del fallecido (ahorcamiento, disparo de arma de fuego, intoxicación).
Creer en el libre albedrío
tiene varias ventajas. Por ejemplo:
Nos sentimos dueños absolutos
de nuestra realidad, creemos poder evitar las enfermedades y hasta la muerte,
podemos condenar a quienes cometieron algún error o delito.
Creer en el determinismo tiene
varios inconvenientes. Por ejemplo:
No tenemos ningún protagonismo
en nada que nos acontezca, somos integrantes pasivos de la Naturaleza, nadie es
culpable de nada sino que, en todo caso, es coprotagonista de un hecho
fortuito.
Por lo tanto, creer en el
libre albedrío es placentero, aunque no sea real, mientras que, creer en el
determinismo es displacentero, aunque sea real.
(Este es el Artículo Nº 2.201)
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