«Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de caparazón y, al levantar un poco la cabeza, veía un vientre abombado, parduzco, dividido por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo.»
Este es el primer párrafo del famoso relato de Franz Kafka titulado La metamorfosis.
Cualquiera que comience a leerlo ya sabe que se trata de una obra famosa por el clima pavoroso en el que se desarrolla el drama del personaje y su familia.
Sin embargo, despertarse con la almohada mojada por la propia sangre provoca un pánico feroz. El corazón late de prisa y el frío que nos recorre el cuerpo como una espada de hielo puede ser de miedo o de muerte.
Cuando intentamos incorporarnos para averiguar qué es esto y nos enteramos que las piernas parecen no estar porque al querer moverlas nada desde ese lugar responde, el propio miedo tiembla de horror.
La intención de incorporarnos quizá sea la misma que siente un cadáver cuando recién muere o cuando han pasados varios años y hasta siglos.
De algún lado sigue saliendo sangre porque de lo contrario no continuaría la sensación de humedad.
El pedido de auxilio no llega a pronunciarse porque resulta que tampoco hay voz.
¿Qué está pasando? En mi casa parece que no hay nadie y otra vez me ocurre algo que también me asustó mucho cuando tendría nueve años. Fui corriendo hasta donde estaba mi mamá y le pregunté:
— ¿Mamá, es de mañana o de tarde? —, a lo que ella me respondió divertida:
— Tanto tiempo dedicado a cocinar cosas ricas y vos ni siquiera te acordás que ya almorzaste.
Esta trivialidad acude a mi mente para recuperarme del pánico en el que estoy metido después de haber intentado leer esa historia de porquería, una asquerosidad que sólo puede gustarle a personas morbosas.
Por algo tanta gente busca el sueño mirando trivialidades televisadas y cada vez se leen menos obras de autores clásicos.
Intentaré mirar algún programa argentino para ver si después de este susto puedo volver a dormirme algún día.
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9 comentarios:
Creo que a veces tenemos la cabeza tan llena de problemas, que no soportamos nada más que pueda revincularnos a ellos.
Algunas cosas nos llevan pensar y otras nos idiotizan. Lo más cómodo es la inercia: dejarse idiotizar.
Una obra de arte levanta el estado de ánimo. No importa si es triste o alegre. Lo que se aprecia es la maestría.
Si andás bajoneado no leas a Kafka, ni a Onetti.
Está bien meterse en la obra pero no confundirse con ella.
El héroe viene a reivindicar la idiotez. Si no cómo podría hacer para llamar la atención? Cómo podría hacer para ser distinto y especial?
Alguien tiene que defender a los que son eternamente criticados (como los que miran a Tinelli). Aunque los defendidos después no se lo agradezcan.
A veces la envidia no nos permite disfrutar las cosas buenas.
No es morboso quien describe usando metáforas y simbolismos, una situación de vida conflictiva, difícil de sobrellevar. Por el contrario, reciclar la desgracia, asimilarla y transformarla en una obra de arte, es propio de la genialidad.
Morbosa es la situación que busca el goce en la prolongación del sufrimiento en la situación real. Usar la imaginación, ir más allá de lo real, crear un mundo fantástico... no es para cualquiera.
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