Según el psicoanálisis, nuestra psiquis se organiza a partir de ciertos hechos ocurridos en nuestra primera infancia.
Nacemos sin terminar, incompletos. El útero nos larga a medio hacer.
De hecho, el embarazo continúa afuera y por eso la madre ocupa un rol tan importante en nuestras vidas (aunque seguramente, ya es posible sustituirla por una niñera, abuela o padre).
Dejemos estos detalles de lado, y centrémonos en lo que ocurre la mayoría de las veces: nuestra mamá nos continúa atendiendo, ahora fuera de su útero.
En este nuevo sitio dependemos de la comunicación, porque el cordón umbilical ya no está para proveernos lo necesario.
La primera palabra es el llanto con el cual el niño le dice a su mamá: «Necesito que me des la Cosa».
Digo «la Cosa», porque el niño sólo hace saber que necesita algo y queda bajo la responsabilidad de los adultos, saber si quiere comer, que lo higienicen, que lo abriguen o que lo acaricien.
Efectivamente tenemos acá el primer objeto necesario al que podemos llamar Cosa porque es inespecífico, impreciso. Él no sabe comunicarlo con mayor claridad.
Aunque suene raro, la segunda palabra es el silencio.
Efectivamente, el niño silencioso está diciendo claramente «estoy bien».
Por lo tanto, resumiendo: cuando la gestación continúa fuera del útero, los intercambios se regulan por medio de una comunicación de dos «palabras»: el llanto que dice «necesito una Cosa» y el silencio que dice «no necesito nada».
Como ve, le estoy proponiendo que usted acepte al silencio como una pieza comunicativa.
Más aún: le estoy diciendo que el silencio es más preciso que el llanto, porque claramente dice que está bien, mientras que el otro nos vuelve locos porque nos obliga a probar, ensayar, tantear, hasta que se calle.
¿Usted qué prefiere: hablar o callarse? ¿Se siente comprendido?
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13 comentarios:
Tan poco valorado el silencio, incomprendido. Triste que consideren reprimidos a aquellos que lo apreciamos por encima de las palabras fuera de lugar.
Bueno... hay silencios y silencios. Me interesa mucho interpretar adecuadamente los silencios ajenos.
Me gusta el silencio que implica estar en paz, confortable, a gusto.
Los silencios que provienen de la nada, ya sea por extremo cansancio o porque la conciencia no puede conectarse con lo que sucede alrededor, son muy desagradables.
Qué tierno: necesito que me des la cosa, papá.
Para mí la pieza comunicativa es el comedor, pero a decir verdad, cada vez menos.
Se puede estar en silencio pero igual darse abrazos.
Mi madre cada vez que me veía callado me decía "qué te pasa Martincito, estás bien?". A pesar de que yo la miraba con cara de perro igual siempre me preguntaba lo mismo. Una vez coincidió que estaba callado y me sentía mal, entonces le dije:"sabés que sí, sabés que me siento para el orto y no soporto que me preguntes más nada".
Igual siguió preguntándome.
El niño silencioso, seguro que está por mandarse alguna.
Ahora el llanto de mi pibe tiene un objetivo claro; significa "necesito una Coca".
Qué creativos los creativos.
En general me siento comprendida. A veces me pasa que me doy cuenta que no fui comprendida después, cuando ya está el pescado vendido. Y ahí ya no vale la pena hacerse mala sangre.
Yo prefiero hablar para no escuchar las estupideces que dicen los demás.
Por ahora la gestación fuera del útero va de berrinche en berrinche.
No olvidaré jamás esa iglesia, el cura mirándonos a los dos, los bancos adornados con flores, mis padres y mis suegros, ella blanca y perfumada como un jazmín.
La primer pieza comunicativa fue SÍ acepto; la segunda palabra fue el silencio.
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