domingo, 5 de septiembre de 2010

Diálogo con pocas palabras

Rodrigo ya había comunicado visualmente a Dorotea su intensión de raptarla.

Ella padecía por esa promesa pues todo lo que sabía sobre tales situaciones, provenía de los libros, sobre los que su madre le había informado en su lecho de muerte, que no eran de fiar.

La moribunda tampoco era muy confiable porque aburría a su entorno comentando «lo mal que está todo».

Rodrigo la miraba con tanto deseo que ella se avergonzaba y se cocinaba a fuego lento, pensando cómo sería ese hombre en actitud viril.

Por ser la hija mayor, siempre tuvo que conservar una actitud muy diferente a si le hubieran correspondido menos responsabilidades.

Las primogénitas eran las madres sustitutas, que podían o no estar secundadas por las madrinas de bautismo.

Morir en el siglo diecinueve era más normal que sobrevivir, pero esta guerra contra las pestes se tomaba con menos dramatismo que en el siglo veintiuno.

Cierta vez, él apareció en el palacio con el pretexto de hablar con sus hermanos varones, pero Dorotea vio en su cara un resplandor diferente que le heló la sangre y templó el pubis.

Efectivamente, mediante una ingeniosa jugada estratégica, ella quedó acorralada por el lascivo fauno.

Como Dorotea no se animó a conservar la lucidez durante lo que deseaba que ocurriera, sufrió un desmayo aunque sin perder el equilibrio, quedando expuesta a una salvaje penetración que arrasó con el precinto anatómico, su temor al deseo y las recomendaciones de la madre.

Antes de que la bestia provocara una inundación seminal, uno de los hermanos dio la voz de alarma, concurrieron otros familiares y sirvientes, obligando a Dorotea a simular un disgusto que no tenía por una violación que se presentaba como maravillosa.

Sin embargo, el vocerío había sido provocado por la presencia de un murciélago colgado en la habitación contigua.

Ahora tú decides ser alguien que lee esto, Dorotea o Rodrigo.

Para que elijas sin obstáculos superfluos, te diré que tu sexo anatómico es irrelevante.

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15 comentarios:

Jacinto dijo...

Yo elijo ser Doroteo porque no me gusta la pata de cabra.

Palito dijo...

Prodigar mi semen con ardor y que todo el mundo ande detrás de un murciélago, es frustrante.

Marisa dijo...

Quedarse ahí, al borde del vacío... uhh! no, preferible ser Dorotea.

Nolo dijo...

Peor Palito, peor. Todavía no habías prodigado nada.

Daniela? dijo...

Y será tan horrible seguir alimentando la calentura?

Paty dijo...

Un murciélago en un palacio debía de ser más común que un mosquito en verano. Yo sigo creyendo que el vocerío lo provoco el Rodrigo salvaje!

Jorge dijo...

Lo que no me gusta de los faunos es que sean tan cornudos.

Chespirito dijo...

Si a la Dorotea se le heló la sangre, ni modo de que se le temple el pubis.

Daniel dijo...

Sin ninguna duda, prefiero ser Dorotea. Después de ese episodio comenzaré a gozar por adelantado, pero sin el peso de ser quien tenga que dar el primer paso.

Mabela dijo...

Si de lo que se trata es de leer el artículo, prefiero leerlo siendo Rodrigo. Me gustaría reconocerme como un ser tan apasionado.

Sarita dijo...

Creo que Dorotea está más apasionada aún que Rodrigo. Ser virgen y dejarse violar no es moco de pavo.

Chapita dijo...

Después que decido ser alguien que lee eso, resulta que me doy cuenta de que ya lo leí... y que no soy ni Dorotea, ni Rodrigo.

Evangelina dijo...

Nunca mejor dicho "el sexo anatómico es irrelevante, es un obstáculo supérfluo". Todos somos hijos amados de Dios.

Lola dijo...

Dicen que fui fabricada sin precinto.

Graciana dijo...

Para mí Dorotea y Rodrigo podrían bien ser la misma persona, sólo que en distintos momentos del día.