Si existiera un álbum de figuras coleccionables referido a las enfermedades, la última en agregarse, es insólita.
Efectivamente, la normopatía es la enfermedad de ser normal (como su nombre lo sugiere).
En un artículo del año pasado (1), les hablé de un personaje de la mitología griega llamado Procusto, nombre este que significaba «estirador».
Pero en ese mito también le daban otras denominaciones, tales como «avasallador», «controlador», «dañino».
Este personaje se caracterizaba por su belleza, hospitalidad y por imponerle a sus huéspedes incautos, un cruel tratamiento consistente en modificarles la estatura a una medida que él determinaba (por eso lo de «estirador», «dañino», etc.).
Con esto quiero decirles que otro nombre de la normopatía, bien podría ser «procustismo», es decir, padecimiento que ocurre después de alojarse en lo de Procusto.
Esta enfermedad surge paralelamente a las posibilidades tecnológicas y a una mayor tolerancia social al afán de lucro de los trabajadores y empresarios dedicados al rubro salud humana.
Mientras no es posible corregir alguna particularidad humana (el largo de los dientes, la forma de las orejas, la inteligencia, la capacidad de amar), el mercado no tiene nada para ofrecer y por lo tanto no cultiva una demanda que luego no puede atender.
Sin embargo, si es posible quitar tejido adiposo con la liposucción, entonces surge la posibilidad de que las técnicas de marketing de los proveedores de ese servicio, comiencen a demonizar el sobrepeso, a ridiculizar la gordura y a endiosar a quienes conservan la forma de la cintura.
Está enfermo de normalidad, aquel indefenso ciudadano que no puede resistir los ataques comerciales de quienes pretenden llevarlo a medidas distintas a las que ya tiene, para poder facturarle los honorarios del tratamiento.
Si usted se admite como es, no padece de normopatía. ¡Felicidades!
(1) Te quiero (si eres) igual que yo
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8 comentarios:
Si claro, felicidades! felicidades! no acepto la normopatía. Pero si ud se cruzara conmigo por la calle, jamás me miraría.
Están quienes son muy normales, muy del montón, y no se dan cuenta. A todos nos ha pasado cuando niños, luego es frecuente que nos pase en la adolescencia - nos creemos especiales- y muchas veces de adultos y de viejos nos sigue pasando. No sé si es excesiva confianza en uno mismo, o el envalentonamiento que da recibir el aplauso popular que se le concede a los normales. En definitiva, ser gris y creerse rojo es bastante ridículo.
Confecciono equipos deportivos para gordos, altos y bajos. No voy a aprovechar para publicitarme porque no es la finalidad de este blog. Sólo lo menciono para que se sepa que como yo, somos varias las personas que vivimos de los insterticios que dejan las pautas sociales absurdas.
Qué feo un album de figuritas coleccionables de las enfermedades. Se imaginan: "me falta la del cáncer de laringe y tengo repetida la del SIDA", "no me sirve, la del SIDA ya la tengo y también me falta esa... tenés completas las psicopatías? yo las tengo todas pero me faltan los trastornos de personalidad".
Procusto ofrecía alojamiento a los caminantes y por la noche ZAS! hacía sus locuras. Torturaba a la gente para emparejarla.
Pero todos tenemos algo de Procusto, lo diferente nos amenaza y con frecuencia lo criticamos para defendernos del miedo y/o de la envidia. Les doy un ejemplo, ayer se incorporó a mi equipo de trabajo, un técnico muy capacitado y con una forma de presentarse muy agradable. La envidia brotó como hongo otoñal. Inmediatamente se buscaron las cosas más absurdas para descalificarlo. Al parecer llevaba puestas unas medias extravagantes -según el criterio de mis compañeras- y eso alcanzó para difundir la risa en los corrillos.
Es la sociedad toda la que busca escudarse en la normalidad, no sólo los empresarios de la salud.
Lo diferente nos sirve cuando se convierte en espectáculo, y nosotros estamos del otro lado, aplaudiendo y observando.
Cuando equivocadamente nos enamoramos de alguien con una capacidad de amar muy corta, hacemos lo que Procusto, intentamos estirarlo para que parezca más grande de lo que es. Podemos llegar a descuartizar a nuestra pareja, y aún así no hallaremos lo que pretendemos.
He comprendido, después de bastante tiempo, que Ud no busca ensalzar el afán de lucro, sino propiciar que nos reencontremos con nuestro deseo de prosperar económicamente, sincerándonos. Y que lo podamos dejar de demonizar para finalmente ser capaces de conseguir por nuestros propios medios, lo que necesitamos para vivir.
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