viernes, 27 de agosto de 2010

La hipocresía nos vuelve serios y maduros

Los seres humanos somos ambivalentes, falsos y muy dependientes del amor.

Esto, significa en los hechos, que tanto idealizamos como criticamos sin piedad a la misma persona, lo cual no estaría del todo mal (porque todos tenemos virtudes y defectos), si no fuera porque sólo enunciamos el aspecto que nos conviene, es decir, cuando nos conviene hablar de las virtudes, lo hacemos ocultando deliberadamente los defectos, y viceversa.

Este procedimiento obedece fundamentalmente a que siempre estamos procurando la aprobación de nuestro interlocutor, no nos cansamos de seducir para lograr que los demás tengan la mejor opinión de nosotros, y especialmente, para inspirar amor ... aunque para lograrlo disimulemos, nos maquillemos, digamos falsedades de nosotros mismos.

Los niños son universalmente amados. Si alguien dice que no los soporta, muy probablemente lo diga para hacerse el gracioso, para presentarse con una actitud transgresora, exageradamente condenable para ser verdadera.

Sin embargo, es cierto, muchas personas no soportan a los niños porque poseen ciertas particularidades difíciles de disfrutar, excepto que sea «carne de nuestra carne» o «sangre de nuestra sangre» (hijo, sobrino, nieto).

Los niños son irresponsables, haraganes, lentos, torpes, ignorantes, gritones, destrozones, crueles, egoístas, abusadores, incapaces de colaborar eficientemente, que sólo producen gastos, que se enferman muy a menudo, y otras particularidades igualmente problemáticas.

Sin embargo, hay que amarlos, quererlos, admirarlos, cuidarlos, hacerles regalos, justificarlos, tener paciencia con ellos, llevarlos a pasear.

Estos maravillosos semejantes, que poseen el poder de contar con la casi unánime protección de la sociedad, juegan. Siempre juegan. No paran de inventar diversiones.

Porque tenemos prohibido exhibir nuestros verdaderos sentimientos hacia ellos, es que los adultos quedamos inhibidos de conservar los rasgos más valiosos de nuestra infancia, tales como son la creatividad, la ingenuidad, la capacidad de sorprendernos y jugar, ¡no parar de jugar!

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Gana quien hace más gole$

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11 comentarios:

Elbio dijo...

Con frecuencia los niños son impredecibles y eso genera tensión en algunas personas.

Filisbino dijo...

En un ambiente de trabajo distendido se puede jugar. Sobre todo cuando los grupos humanos son pequeños y no varían demasiado.

Marta dijo...

No me parece buena cosa conservar la ingenuidad. Pueden lastimarte.

Leticia dijo...

Yo critico de manera exagerada a una persona cuando me enojo con ella.

Irene dijo...

A veces nos creemos que un niño serio es más maduro que otro más alegre y espontáneo, cuando en realidad puede ser al revés. La madurez va de la mano de la salud, y un niño que juega es sano.

Evaristo dijo...

Los niños nos gustan porque los adultos estamos programados para protegerlos.

Macarena dijo...

Qué satisfacción es regalarle a un niño ese juguete que nos gustaría tener!

Rosmary dijo...

Los niños se vuelven diabólicos cuando le pegan a nuestro hijo.

Clara dijo...

No entendí la conclusión final. Ud asevera que a causa de no poder expresar nuestros verdaderos sentimientos hacia ellos nos inhibimos de conservar algunos rasgos positivos de la niñez, como la creatividad y la capacidad de juego?

Eduardo dijo...

Rechazamos de manera general todos los rasgos infantiles porque son muy amenazantes para un ser humano adulto que lucha por adaptarse a su entorno social. Por eso caen en una misma bolsa aspectos positivos y negativos, porque nos genera pánico la enorme atracción que ejerce el deseo de volver a ubicarse en una posición infantil.

Nahuel dijo...

No se puede convivir con niños si se tiene la ilusión de mantener todo bajo control.