sábado, 7 de agosto de 2010

Lo que creo, lo creo yo mismo

¡Cuánto placer sentimos cuando alguna de nuestras creencias se ve confirmada por la realidad!

— Creo que mi cuadro de fútbol es el mejor y gana un campeonato. ¡Sublime!

— Supongo que mi cuñado «no es trigo limpio», y me entero que fue acusado de corrupción.

— ¡Qué placer siento cuando sobrepaso un vehículo de otro marca!

Por el contrario, estas alegrías dejamos de disfrutarlas cuando los hechos no confirman nuestras creencias.

— El índice de aprobación popular de cierto político desagradable, es enorme.

— Esta muela me duele cada vez más, o sea que la caries no se curó sola.

— Nuestro tradicional adversario futbolístico se ganó la copa (como siempre, habrá sobornado a los jueces que arbitraron el último encuentro).

El menú de creencias es esencial para pasarla bien, regular o mal.

Esta es la causa principal por la que se aplican tantos recursos materiales y humanos, en la búsqueda (científica) de creencias altamente creíbles y confirmables.

La construcción de creencias es un proceso prácticamente económico.

Calculamos mentalmente:

— ¿Cuánto gano en ilusión, felicidad y esperanza creyendo esto?
— ¿Cuántos amigos gano y cuántos pierdo, con mi filosofía?
— ¿Tengo algún calmante efectivo para cuando la creencia me falla (negación, culpar a otros, racionalizar)?
— Sostener mis ideas, ¿es algo que me prestigia o me desprestigia? ¿Son respetables o impresentables?
— ¿Conservándolas, percibo que honro a mis antepasados, me aporta una sensación de linaje, filiación, alcurnia?
— ¿Es una creencia fácilmente explicable o casi nadie la entiende?
— ¿Me brinda posibilidades de adaptarla a muchas circunstancias? ¿Es flexible, escalable, traspolable?
— ¿Me permite comprender mejor la vida, las situaciones difíciles, las actitudes ajenas desagradables?
— ¿Con ellas me evito sorpresas dolorosas?

Estos son sólo algunos ejemplos para fundamentar que nuestro stock de creencias, no es casual ni aleatorio. Está programado con el afán de vivir más y mejor.

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Casamiento ideológico

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12 comentarios:

Norton dijo...

Claro que sí, las creencias nos aportan un montón de beneficios, aunque como sabemos que todo tiene su contracara, suponemos que también las creencias nos perjudican. Igual me parece que perjudican más a los que nos rodean que a nosotros mismos.

Rosario dijo...

Se le ocurrieron todos los fundamentos posibles para sostener una creencia! Pero mire que Ud es inteligente, doc.

Dolores dijo...

La caries se cura sola cuando la pieza dental está fuera de la boca.

López dijo...

Las creencias nos conducen al autoengaño, y este, a sorpresas desagradables.

Diego dijo...

Si tenés tus creencias pero sos tolerante, no molestás a nadie.

Iris dijo...

Creer en cuestiones básicas es lo que nos permite actuar. Si no creyésemos en nada, ni siquiera nos alimentaríamos.
Lo que no me queda claro es la diferencia entre creer y tener creencias.

Álvaro dijo...

Una parte importante de conocernos es saber cuáles son nuestras creencias; para que ellas no actúen por encima de nosotros.

Estela dijo...

Cada uno de nosotros es un conjunto de creencias, tratando de ir por la vida.

Maruja dijo...

Los médicos creen que se pueden curar para vivir más y mejor. Ni un pelo de bobos!

Chapita dijo...

Lo que pasa con las creencias difíciles de explicar es que dan pie a que te digan enfermo.

Mariela dijo...

Creer en la vida después de la muerte es algo que te sirve para todo, pero no entiendo cómo es una creencia tan popular, dado que es imposible de explicar.

el oriental dijo...

Los que se la juegan apuestan a los clubes grandes. Eso significa tener a medio país en contra. Los hinchas de cuadro chico quieren estar bien con dios y con el diablo.