Ocho años después de ganar el Premio Nobel de Literatura de 1969, el irlandés Samuel Beckett (1906-1989) (imagen), escribió:
«He renunciado antes de nacer, no es posible otra cosa, hacía falta sin embargo que eso naciera, fue él, yo estaba adentro, es así como lo veo, fue él quien gritó, quien vio la luz del día, yo no he gritado, no he visto la luz del día, es imposible que tenga una voz, es imposible que tenga pensamientos, y hablo y pienso, hago lo imposible, no es posible otra cosa, es él quien ha vivido, yo no he vivido, él ha vivido mal, a causa de mí, se va a matar, a causa de mí, voy a narrar eso, voy a narrar su muerte, el fin de su vida y su muerte, a medida que suceda, en presente, su muerte sola no sería suficiente, no me bastaría, si tiene estertores es él quien los tendrá, yo no tendré estertores, es él quien morirá, yo no moriré». (1)
En este extenso párrafo, el autor narra el desdoblamiento que sienten muchas personas. Describe cómo es posible observarse, como si fuéramos dos individuos.
Comienza diciendo que fue «un otro yo, quien nació, lloró, vive, sufre y que terminará muriendo, mientras yo mismo sólo me didico a mirar esas alternativas como si estuviera en una platea y mi ‘otro yo’ fuera un actor».
Estas son las sensaciones que tienen quienes —defensivamente— pueden acceder a este desdoblamiento imaginario.
El autor termina el párrafo, con el motivo de este artículo: quienes piensan y sienten de esta forma, suponen ser ese alma inmortal, que pasa de cuerpo en cuerpo, perfeccionándose, pero no sufriendo nada porque en cada reencarnación, sólo son espectadores de cómo vive ese pobre personaje mortal.
(1) Pour finir encore, et autres foirades, escrito en 1976. Su obra más conocida se titula Esperando a Godot.
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11 comentarios:
No me imagino cómo puede ser sentir que sufrís fuera de ti mismo.
He conocido amigos que me han dicho que les sirve mirarse a sí mismos como quien mira una película. Dicen que eso les ayuda a tomar perspectiva, a descentrarse. De ese modo los problemas parecen más sencillos.
Qué aburrido debe ser perder el protagonismo de lo que uno hace, o de lo que a uno le sucede. Supongo que eso desafectiviza.
Mientras trabajo me asombra lo feliz que soy.
No sé si mi alma se perfecciona, pero es muy perfeccionista.
No estoy aquí
todo da igual
mi alma no es parte
de mi vida.
Lo que más me gusta es pasar de cuerpo en cuerpo, gozando la expectativa de mis espectadores, en cada reencarnación.
Lo que más me gusta es pasar de cuerpo en cuerpo, gozando la expectativa de mis espectadores, en cada reencarnación.
Yo soy actor, entonces mi otro yo es un pasivo consumidor de arte.
Cada vez que me desdoblo, no quepo en el placard.
No soy actor, como es el caso de Aldo. Soy un alma pura y cristalina que acaba de hacerse añicos porque cayó de la heladera.
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