viernes, 20 de agosto de 2010

Si es inteligente, se cree tonto

Es de uso corriente rememorar frases muy antiguas, tales como «conócete a ti mismo», «sólo sé que no sé nada».

En otro artículo (1) les comentaba que aprendemos a hablar, desesperados por el terror que nos provocan amenazas reales o aparentes, que aparecen en nuestras vidas cuando somos más vulnerables que nunca.

Luego, seguimos hablando (o escribiendo) porque de esa manera sentimos que lo dicho (o redactado), se convierte en algo controlable y deja de ser atemorizante.

En otras palabras, cuando hablamos completamos el proceso digestivo de algún concepto que nos costaba asimilar, nos costaba convertirlo en propio.

El estudio que precede a eso que decimos o escribimos y publicamos, es equivalente a la digestión del tema.

Todas las conferencias, libros, cursos o simples conversaciones, refieren a un tema que interesa a quien los expone.

Ese interés es una forma de angustia.

Estar preocupados por los pueblos que pasan hambre, o por las comunidades que padecen enfermedades, o por las regiones que están en guerra, no es otra cosa que sentir el temor personal a padecer hambre, alguna enfermedad o a ser atacados por otras personas.

Quienes nos comunicamos utilizando algún medio visual, auditivo o gráfico, usamos el lenguaje para tranquilizarnos:

Los pequeños, al principio sólo gritan o lloran. Luego, sin abandonar estos mensajes tan abarcativos como inespecíficos, incorporamos palabras para mejorar la comunicación, la eficacia y los resultados obtenidos.

Un grito es una palabra (un significante, un mensaje, una señal) que, para el emisor, contiene todos los significados que piensa mientras grita (¡socorro!, ¡ayúdenme!, ¡basta!, etc.).

Las consignas del tipo «conócete a ti mismo», son pronunciadas por quienes buscamos apaciguar la angustia que nos provoca constatar lo poco que nos conocemos y nos desangustiamos aún mejor agregando: «sólo sé que no sé nada».

(1) El ansiolítico de la Real Academia Española

Nota: La imagen corresponde al cuadro del pintor noruego Edvard Munch (1863-1944), titulado El grito.

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10 comentarios:

Milka dijo...

Seguro que mi madre sintió mucho miedo de niña...

Eduardo dijo...

Yo me paso conversando de cosas que no me interesan. De lo contrario me llaman huraño.

Marta dijo...

Hacer los procesos digestivos de sus artículos requiere de varios estómagos.

CHECHU dijo...

NO ESTUDIO LO QUE DIGO

Anónimo dijo...

En el análisis descubrí que estudié arquitectura porque de niña me sentí muy desprotegida.

Mary dijo...

A mí me pasó lo mismo que al Anónimo, pero en lugar de arquitectura mi inconsciente me llevó a elegir la carrera bancaria.

Anónimo dijo...

Todo lo que escribo está fuera de control. Después de escribir apago la computadora y al otro día no hay registro de nada. Creo que me roban la información. Y si no escribo, igual se llevan todo de mi cabeza. El cuerpo no me responde como yo quiero. Ataca, entendés, y no me defiende.

Anónimo dijo...

Qué variado es su público lector!

Anónimo dijo...

Qué variado es su público lector!

Jazmín dijo...

Así que por ahí venía la cura por medio de la palabra de Segismundo.