lunes, 7 de diciembre de 2009

Lo perfecto se logra sin intervenir

Nuestro aparato digestivo cumple la función de transformar los alimentos que ingiere en moléculas propias.

Si Juan come un bocado de atún, el proceso digestivo convertirá las moléculas de atún en moléculas de Juan.

Sin embargo, observe lo que sucede con los trasplantes de órganos: en mayor o menor grado, el sistema inmunológico del receptor ataca el tejido trasplantado.

Para resolver este rechazo natural, la medicina tiene que atacar al ejército especialista en defendernos (sistema inmunológico).

Es decir, para que el trasplante de un órgano pueda ser efectivo (mejorando la salud del trasplantado), es preciso inhibir las funciones especializadas en defendernos de las invasiones de microorganismos, células o moléculas potencialmente malignas.

Estos fenómenos no son tan conocidos como sería de desear. Este desconocimiento lleva a considerar como si fuera una verdad revelada que «somos lo que comemos».

Cuando dejamos que la naturaleza (de evolución milenaria) actúe sin nuestra intervención, todo anda bien, pero cuando confiamos más en nuestra ciencia (de evolución centenaria) que en la naturaleza, estamos en problemas.

Pero no es casual que ignoremos estos datos. Por el contrario: los ignoramos estratégicamente.

Como he comentado en otras ocasiones, nuestra cultura incluye la creencia en que es posible controlar nuestras vidas: dieta, cirugía plástica, hormonas, vitaminas, reemplazo de nuestras preferencias espontáneas por los criterios artificiales emitidos por la ciencia.

Estoy haciendo un alegato a favor de la naturaleza pero no solamente para terminar con la deforestación, la caza indiscriminada de ballenas o la emisión de residuos tóxicos, sino más bien para reivindicar las soluciones resultantes de la evolución en desmedro de nuestras veleidades perfeccionistas.

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12 comentarios:

Cajal dijo...

No tienen la misma estética y mucho menos la misma funcionalidad una herida cicatrizada en forma natural que asistida por una técnica experta.

la gordis dijo...

Mi papá siempre decía que "somos lo que comemos", no se atreva a criticarlo.

Yoel dijo...

Ahora entiendo! La gordis quiere ser un pan de dios y una dulce.

Rosario dijo...

Con razón a Juan le dicen "pescado"

Ingrid dijo...

No sé si soy perfeccionista. Lo que le puedo decir con certeza es que mi imaginación es capaz de concebir una realidad mucho mejor, y eso, a quién más, a quién menos, nos pasa a todos.

un cirujano dijo...

Cajal no sabe de lo que habla.

un A.A. dijo...

Mi preferencia espontánea por el alcohol me está matando.

Joe Black dijo...

La gordis quiere que se termine con la caza indiscriminada de ballenas porque quiere caSarse.

Matémico dijo...

Moraleja: comamos lo que nos apetezca pero ni muertos aceptemos un transplante de órganos.

la retórica dijo...

¿Esto es aplicable para otras esferas de lo humano? ¿Mejoraremos nuestra sociedad sin intervenir en ella?

Anónimo dijo...

Tengo una enfermedad autoinmune. Estoy aterrada.

Lorenzo dijo...

El asunto está en que siempre andamos corriendo detrás de la zanahoria, y nunca le alcanzamos.