miércoles, 16 de diciembre de 2009

El suicidio y el envase desechable

Me atrevería a decir que cada uno de nosotros ponemos el cuerpo como si fuera un envase para que la sociedad lo rellene de contenidos.

Cuando nacemos nos ponen un nombre y nos asignan ciertas responsabilidades.

El pequeñito será el soporte de un nombre más varios apellidos. Con este acto la sociedad toma el nuevo cuerpo-envase y le adhiere una etiqueta que dice Juan Pérez o María González.

Se le asignan las responsabilidad (contenidos) de representar dignamente a la familia, al grupo que pertenecerá como estudiante, como amigo, como ciudadano.

Estos variados actos de asignación de roles (tareas, responsabilidades) generarán amor entre quienes estén conformes con el desempeño del niño (luego adolescente, luego adulto, luego anciano).

Por el contrario, el incumplimiento de eso roles generará rechazo entre quienes estén disconformes con los mencionados desempeños.

Pero puede haber una tercera posibilidad y es que los demás no tengamos hacia el niño-adolescente-adulto-anciano, ni amor ni rechazo. Algún ciudadano puede ser objeto de la indiferencia.

Cuando esto sucede, el instinto de conservación reacciona procurando llamar la atención para atraer aceptación o rechazo (amor u odio) para evitar el mortífero sentimiento de indiferencia.

La mayoría de las veces este esfuerzo es exitoso y el ciudadano puede zafar de la indiferencia, yendo a la cárcel, convirtiéndose en un personaje famoso, o simplemente vinculándose afectivamente con alguien que represente al resto de la sociedad (amigo, cónyuge, cómplice).

Cuando el esfuerzo por zafar de la indiferencia mortífera fracasa, el ciudadano se convierte en algo (no dije «alguien») parecido a un envase vacío desechable y muy probablemente contraiga una enfermedad mortal o se suicide.

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9 comentarios:

Eunice dijo...

La ANOMIA es un trastorno del lenguaje por el que la persona no se acuerda del nombre de las cosas.

Si nos toca un enfermo de estos y no sabe quién somos, podría angustiarnos.

Natalia dijo...

Cierto que es horrible la indiferencia, sobre todo cuando viene de un ser querido.

Rosmary dijo...

Quizás pueda suceder que somos significativos para muchas personas, pero hay una, que ocupa un lugar especial para nosotros, y esa justamente es la que nos devuelve indiferencia.

Guzmán dijo...

Gracias.
Dejó de procuparme el hecho de ser tan detestable.

la gordis dijo...

Por qué la sociedad quizo rellenarme de grasa?!

Jacinto dijo...

Eunice, yo tengo anomia. ¿Lo mío será agresividad pasiva?

Daniel dijo...

Mi soporte está por colapsar.
Aviso nomás.

Alicia dijo...

A veces el dolor ajeno nos saca de la indiferencia. Hasta el día de hoy no había comprendido realmente qué se quería decir cuando se afirmaba que ver sufrir a un niño es insoportable. Hoy me crucé con un vecinito que a raíz de un problema que tiene en la rodilla tuvo que dejar de jugar al fútbol. Pasó unos meses muy apagado hasta que (no sé por qué motivo) volvió a ponerse el equipo de fútbol y a jugar con su rodilla vendada. Hoy venía del partido con su madre y de pronto se cayó al suelo. Se agarraba la rodilla y lloraba. Su llanto no parecía venir del golpe, parecía venir de mucho más atrás y mucho más adentro.
Por unos momentos, calcé sus zapatos y sentí junto con él.

Rafael dijo...

Entregar amor a quienes han sufrido el abandono y la indiferencia, no siempre da resultado. Estoy pensando en el intento del Padre Mateo en el INAU.