Hoy es el último día que me atiendo con usted. Creo que no volveré a pisar el consultorio de un psicoanalista por años.
Una amiga que sabe mucho me estuvo explicando las ideas de una filósofa norteamericana que se llama Judith no sé cuanto (1), sobre el género, la sexualidad y todo eso.
En realidad yo no soy homosexual como creía sino que tuve mala suerte.
Me decía que todos somos un poco gays o lesbianas sólo que a la mayoría le falta la ocasión que lo lleve a convertirse.
El vietnamita que se cruzó en mi camino cuando tenía veinte años me complicó la existencia.
Otra condición muy especial que me tocó en suerte fue que los muchachos me apodaron Durazno porque la piel de todo mi cuerpo era más suave que la de muchas mujeres.
Aquel almacenero me hizo sentir mujer porque como dice la filósofa, el género te lo da la sociedad.
Te dicen «eres varón» o te dicen «eres mujer», te dan un nombre de varón o de mujer y así todo. Cuando quieres acordar eres lo que los demás te dijeron que eras.
Aunque hasta ese entonces yo tenía nombre de varón y jugaba a los mismos juegos de varones, no faltaba quien hiciera bromas con mi piel.
El vietnamita se ve que tenía la cabeza armada de tal forma que para él yo era una mujer sin ninguna duda.
Con la capacidad persuasiva que tienen los convencidos, él me trató como mujer y a pesar de mis resistencias, me fue imposible no sentirme seducido por él hasta que un sábado de noche me ví a mí mismo acariándole el glande con tal ternura que por primera vez fui protagonista de que alguien llegara al máximo éxtasis.
Recuerdo que quedé aturdido, desorientado y furioso por lo que acababa de ver, vivir, sentir y entender.
Según esa filósofa él supo hacer de mí una mujer con tanta convicción como los demás hicieron de mi un varón y que el haberlo matado no fue en defensa propia como pensé sino un crimen cometido por ignorancia.
Si sobrevivo, dentro de 18 años le cuento cómo fue estar en prisión.
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(1) El personaje se refiere a la filósofa norteamericana Judith Butler (1956 - ), autora de El Género en disputa: El feminismo y la subversión de la identidad, Cuerpos que importan, El límite discursivo del sexo, entre otros.
12 comentarios:
Por suerte en la red hay de todo. Ya conseguí un par de libros de esta mujer que por un lado ayudó a su personaje pero también lo metió en tremendo lío (y en la cárcel).
Me gusta leer sus historias.
Nos quedamos sin saber por qué deja a su psicoanalisata y no piensa atenderse con otro por un largo tiempo.
A mí en el club me decían Manzanita porque parece que tenía un culo bastante agraciado.
Juro que nunca me animé a agacharme para recoger el jabón.
¿Cuándo te darán más años, cuando el crimen es en defensa propia o por ignorancia?
Al hablar de mala suerte está dando por sentado que ser gay es una desgracia. No nos sirve la gente que piensa como usted.
Ah! No va a pisar el consultorio de ningún psicoanalista porque va a prisión!
¿Y... tampoco es un poquito homosexual?
Soy gay porque tuve suerte. No encontré demasiadas presiones como para desistir o terminar pegándome un tiro, como tantos casos que conozco.
Le temo a la capacidad persuasiva de los convencidos, porque ellos también se equivocan.
Bueno, pero además de lo que te dicen los demás que sos, está lo que ya traés genéticamente, tu carga hormonal y todo eso.
Se ve que el almacenero tenía mucho peso en el pueblo.
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