En la obra del escritor griego Homero (del siglo 8 antes de Cristo) titulada La Odisea se narra la leyenda de cómo los griegos lograron conquistar la ciudad de Troya después de 10 años de asedio.
Los griegos construyeron un enorme caballo de madera al que llenaron con sus mejores guerreros y simularon renunciar a la lucha dejando ese regalo a los troyanos.
Felices por el fin de la guerra y el hermoso caballo, se vieron sorprendidos cuando en la noche salieron los guerreros, abrieron las puertas del fuerte y en poco rato los troyanos se vieron finalmente conquistados por los griegos.
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Un joven de 18 años le pide a su papá que le regale un auto.
El padre reacciona con una furia inesperada. El joven queda confundido porque lo peor que esperaba era una serena negativa. La madre observa a su marido y no puede creer lo que está pasando.
¿Por qué el padre reaccionó de esta forma? Una buena explicación tiene que ver con el Caballo de Troya.
Es muy probable que este señor, sin saberlo, se ponga en el lugar de su hijo porque le hubiese gustado tener un auto cuando tenía su edad.
Sin embargo, considera que facilitarle las cosas de esa manera perjudicará al chico además que sentar un precedente para los otros dos hijos menores.
¿Imaginan la furia, desesperación e impotencia que sintieron los troyanos cuando entendieron que el caballo que habían ingresado a la ciudad traía en su interior a sus propios enemigos?
Este señor también se enfurece porque en su corazón está el deseo (como si fuera su enemigo) de hacer un regalo que responsablemente no debe hacer.
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10 comentarios:
Ayer medio bobeando le pedí a mi padre que me regalara un auto y se puso así de furioso como el padre de su historia.
Cuando el deseo se convierte en enemigo es que ya perdimos el control.
Qué tipos jodidos los griegos!
Todos los regalos se parecen al caballo de Troya en el sentido que conquistan.
A veces facilitar un poco las cosas ayuda a salir adelante.
Para estar seguros de que la pelea terminó habrá que esperar al fin de los tiempos.
Está bien claro que la responsabilidad puede llevarte a la furia.
Después de diez años de guerra se pierde toda moral.
Si le pidiera a mi padre que me regalara un auto, lo que escucharía sería una estruendosa carcajada.
Pensaba compartirlo con mis hermanos...
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