domingo, 9 de agosto de 2009

Ojos que no ven

Esta pareja de rufianes vivían tan desconformes con su suerte como cualquier empleado de oficina.

Hacía años que cometían dos o tres fechorías por año y la policía no podía capturarlos a pesar de que varias veces habían estado frente a frente, conversando de temas intrascendentes o jugando al billar.

El más pequeño y frágil había estudiado algo pero las reyertas familiares lo obligaron a tomarse venganza haciendo exactamente lo contrario a lo que preferían sus padres.

El más grandote, forajido y despiadado, pertenecía a una estirpe de ladrones y criminales, casi todos presidiarios o ex-convictos. Se diferenciaba de sus pares porque sabía poner una mirada tan dulce y piadosa que cualquiera lo aceptaría como yerno.

La delincuencia es un arte con algo de ciencia. Requiere un gran poder de observación, perspicacia psicológica, buenos reflejos, disciplina. En suma: requiere lo que en cualquier otro ámbito se llamaría «tener conducta».

Hacía poco que volvieron de un país vecino y se encontraban en la casa del más pequeño un domingo de tarde preocupados por la escasez de oportunidades en el país propio y en los limítrofes.

El dinero que les quedaba apenas alcanzaría para seis meses y el más grandote, forajido y despiadado comenzó a pensar que sería oportuno ajusticiar a este socio con quien ya no había trabajos para hacer.

Comenzó a madurar su proyecto de matarlo y las diferentes opciones imaginadas tenían alguna falla.

Pero la situación económica empeoraba y el asesinato del socio era cada vez más urgente.

Un día invitó al más pequeño a su casa decidido a matarlo a sangre fría, lo recibió como si nada le fuera a pasar, se pusieron a conversar y cuando se acercó por detrás para estrangularlo con una cuerda de guitarra, el más pequeño le dijo: «Creo que puede haber una buena oportunidad la semana que viene».

El grandote devolvió la cuerda de guitarra a su lugar, se miró en el espejo que tenía en frente, vio cómo su mirada se dulcificaba y pensó: «Si lo mato me quedo sin él. Mejor lo dejo vivo».

●●●

11 comentarios:

Anónimo dijo...

ES UN MAL NECESARIO, expresa el dicho popular.
¡Qué historia!

Amílcar dijo...

Me hizo temblar! En cualquier momento me pasa lo mismo en mi trabajo, con la diferencia de que no voy a tener ninguna buena oportunidad para ofrecer.

F. Esteves dijo...

Me gusta hacerme a la idea de que un ladrón puede estar tan desconforme como yo, un empleado mal pago.

Elnestor dijo...

Creo que la mayoría no nos salvamos de ser un mal necesario para alguien.

Lola dijo...

Mire, aunque el David esté gordito, a las mujeres nos gusta verlo de cuerpo entero.

Asuntos Internos dijo...

Olvidó aclarar que el más pequeño y frágil estaba infiltrado en la policía.

el cosita dijo...

No tiene por qué discriminar a los que venimos de una familia complicada.

Sarita dijo...

Cierto, la delincuencia es un arte con algo de ciencia... igual que la psicología!

Alfonso dijo...

No hay nada que hacerle, los domingos de tarde son terribles, te dediques a lo que te dediques.

el socio NO capitalista dijo...

Por este medio te hablo a ti SOCIO. Tú sabes a qué me refiero. Cuando no me necesites dímelo y ya. Buscaré otro trabajo. Me las arreglaré, de veras. No tienes por qué eliminarme.

Valentina dijo...

Conzco a más de uno con esa mirada dulce y piadosa. Son los rufianes que te envuelven en una delicada tela de araña hasta que te degluten y a otra cosa. Con esos tipos no caben medias tintas: PAREDÓN.