«Locura es pretender que las cosas cambien haciendo lo mismo». Si yo le digo que esta frase la dijo Albert Einstein, probablemente su cerebro no podrá menos que pensar que es una buena idea porque la dijo un personaje que se ha ganado el título de «muy inteligente».
Pues bien, la verdad es que no sé quién la dijo y además, sería razonable considerar que en la humanidad pudo existir alguien que fuera el más inteligente de todos, podríamos aceptar que esa persona fue Einstein o algún otro personaje desconocido que vivió sin trascender en una tribu africana y también podemos pensar que Einstein fue muy inteligente pero que muchas veces cometía errores y que decía frases tontas.
Lo que quiero destacar es que usted posee los recursos necesarios para decir por sí mismo si esta frase es buena o mala, si es acertada o falsa, si usted la evalúa con un puntaje alto o bajo, pero no existen personajes supremos que estén designados para decirnos qué está bien y qué está mal.
Muchas veces esos opinadores que pretenden determinar qué es útil y qué es inútil, son autoproclamados, ellos mismos se designan encargados de esta tarea y por equivocación nos creemos que efectivamente son los que saben la verdad.
¿Sin ir más lejos, qué estoy diciendo ahora? Estoy diciendo que no es obligatorio suponer que los enunciados de los opinadores sean verdaderos.
¿Y qué estoy haciendo yo ahora si no es opinar sobre los opinadores como yo?
Volvemos al punto central: usted y nadie más que usted es quien tiene la última palabra para determinar qué está bien y qué está mal.
Para emitir ese juicio, puede escuchar todas las opiniones que desee y encuentre, pero la última palabra la tiene usted y eso significa que usted es la única persona responsable de la veracidad de sus creencias.
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11 comentarios:
Uno de mis deportes favoritos es encontrar frases que son atribuidas a personas famosas que nunca dijeron eso.
Seguro que esa frase tan brillante es suya licenciado.
Por más que hagas siempre lo mismo las cosas cambian igual.
Por eso cuando me preguntan a quién admiro siempre digo que a mi madre.
La libertad es libre y la opinación es opinable.
No tengo los recursos para decir si esa frase es buena o mala porque padezco pobreza patológica.
Yo vivo sin trascender en un barrio madrileño y a veces me equivoco.
No se crea, la última palabra la tiene mi mujer.
Quién le dijo que yo quería hacerme responsable de la veracidad de mis creencias.
La única palabra verdadera es la palabra de Dios.
Mis creencias ya existían antes de que yo llegara al mundo.
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