La casa fue heredada de los abuelos extranjeros quienes la construyeron en la parcela de tierra que el gobierno les cedió como estímulo para que se afincaran y se dedicaran a la huerta.
Cincuenta años después algunos nietos se fueron yendo con sus novios y novias a vivir en la ciudad y otros se quedaron a cuidar a los viejos.
La ciudad se fue expandiendo y ahora estaba a escasos dos kilómetros lo que antes estaba a más de veinte.
A pesar de esta aproximación del bullicio aún conservaban la tranquilidad campesina.
Sin que nadie les adelantara la noticia, la carretera que pasaba a más de doscientos metros se amplió lo suficiente como para que ellos se salvaran milagrosamente de la expropiación.
Efectivamente, las obras viales dejarían a la casa a escasos 15 metros de una súper carretera que seguramente se poblaría de veloces vehículos que circularían alejándose de la gran ciudad.
Cundió el desánimo entre los pobladores de la casa y a los pocos meses huyeron del futuro ruido los dos hermanos mayores a pesar de los ruegos de las cuatro sobrinas y un sobrino de bellas facciones que preferían quedarse.
Como tantas veces sucede, un hecho fortuito ocurrido a los dos años de inaugurada la gran carretera, les cambió la vida.
Un conductor tuvo que detenerse por una avería en su camión y fue a la casa mientras el mecánico de su empresa llegaba para hacer la reparación necesaria.
Fue así como este hombre conoció a las mujeres y al joven, entablando una relación afectiva muy intensa aunque breve.
Al día siguiente llegaron más camioneros que se detuvieron por la recomendación que habían recibido del colega.
El infalible método de la publicidad «boca a boca» convirtió aquella aburrida casa en un sitio donde no era fácil para los habitantes encontrar un momento oportuno para descansar de tanta sociabilidad gratificante.
Los dos tíos que se habían ido insistieron para reintegrarse a la familia pero los jóvenes respondieron con evasivas de inquebrantable firmeza.
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9 comentarios:
... y que cada uno entienda lo que quiera y lo que pueda, no doc?
A mi me gustó que los tíos no hayan podido volver. Me recordó algo de mi vida, por eso.
No me va a hacer creer que esa gente vivía feliz recibiendo en su casa a cuanto camionero andaba en la vuelta (y no tengo nada contra los camioneros, diría lo mismo si fueran psicólogos o bancarios)
¡Ya descubrí la moraleja! No hay mal que por bien no venga. (¡Qué falacia!)
Cuando tenían visitas el primo se repartía el trabajo con los camioneros, seguro que las nenas eran fatales.
Por casualidad en esa casa no tenían una cama redonda?
con los años al lugar lo llamaron "la huerta del deseo"
Las malas lenguas dicen que cierta tarde los tíos volvieron con un cargamento de preservativos de contrabando.
Algunos camioneros muy apegados a su vehículo, recibían a las primas en la cabina.
La publicidad boca a boca es muy eficaz pero la respiración boca a boca dicen que resulta poco efectiva.
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