domingo, 30 de agosto de 2009

Los regalos de Papá Noes

Papá es hermoso y me quiere más que a mi hermana.

Mi hermana dice que no le importa porque para ella sólo es importante su hija Mancha, que se la trajeron cuando era una cachorra de pocos días.

Él es el juguete más grande que una niña podría tener. Es tan grande que cuando juego con él a veces siento que él juega conmigo.

Oigo cómo me late el corazón cuando me dice sonriendo —con esa boca enorme, llena de dientes amarillos y desordenados— «¡mi angelito!» y me levanta como si yo fuera de papel.

El viaje por el aire parece interminable y mi cabeza llega muy cerca del techo.

Es lindo porque tiene bigotes y pelo de color negro. Uno pocos pelitos son blancos.

Cuando vuelve de haber estado al sol sin camisa, le ruego a la virgen para que le vengan ganas de abrazarme porque su piel tiene un olor que cuando me entra por la nariz se va derecho a toda mi piel, siento como un frío que recorre mi cuerpo y mis ojos lloran.

Las veces que me ha abrazado con ese olor, me quedo quieta y sin que él se dé cuenta apoyo mi pera en su hombro porque el mejor perfume lo tiene en el cuello.

Es preciosa como suena su tos. De noche lo oigo desde nuestro dormitorio y siento mucha envidia de mamá.

Creo que ya ha descubierto lo que me pasa con la piel de él porque ella siempre sabe lo que todos estamos pensando.

Si también sabe que paso todo el día esperando el momento en que él me siente en su pierna me daría vergüenza no sé por qué.

Ella me habla muy poco porque casi nunca está. Lo único que hace los fines de semana es decirme que deje de hablar como si mi padre siguiera vivo.

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11 comentarios:

Silvestre dijo...

Porqué la vida tiene que ser así?

Guyunusa dijo...

Ha logrado que al leerlo creamos estar escuchando a una niña.

el difunto padre dijo...

Tengo los dientes blancos y perfectamente alineados porque soy descenciente de charrúas. No sé por qué mi niña los recuerda de ese modo.

Iñaqui dijo...

La hermana de esa nena va más adelantada con su Edipo porque ya pasó a la etapa de conformarse con un hijo de su padre (aunque sea perro)

Marcela dijo...

Mi padre tenía olor a mar en el cuello, pero un amigo poco delicado me dijo que ese debía ser simplemente olor a sudor.
Mi amigo ya está perdonado ¡pero si me habrá dolido que todavía me acuerdo!

Loriana dijo...

Hoy en día para mí ver a un hombre salivar me resulta bastante asqueroso, sin embargo cuando yo era chica recuerdo que mi padre salivaba con frecuencia y a mí me parecía algo muy recio.

Sincina dijo...

Papá no sabía que yo era una niña de papel. Me llevaba a todos lados y me presentaba a sus amigos: "esta es mi princesita", sin darse cuenta del riesgo de vida al que me estaba exponiendo.
Un día me llevó a conocer la playa. Cuando vi eso tan enorme que llaman océano, sentí unos deseos irreprimibles de adentrarme en él. Quería meterme entre la espuma y sentir el golpe de frío en mi cuerpo. Papá me dio la mano y entro al agua conmigo. Él estaba muy feliz y no pudo reparar en el daño que le hacía el océano a mi silueta. Quedé sobre la superficie flotando y pronto las olas cortaron mis brazos y mis piernas.
Con el tiempo yo me incorporé al agua, pero papá nunca pudo dejar de llorar en verano.

Eladia dijo...

No se puede esperar ni un día más. Hay que sacar a esa niña del dormitorio de los padres.

María dijo...

Estó me encantó: "es el juguete más grande que una niña podría tener. Es tan grande que cuando juego con él a veces siento que él juega conmigo"

Rosana dijo...

En esa etapa de la vida aprender que "papá noes" duele mucho.

Laura dijo...

Un día me di cuenta de que mamá no podía saber qué era lo que yo estaba pensando y empecé a sentirme una mujer.