miércoles, 26 de agosto de 2009

Acusado de inocente

Todos evitamos ser culpables y todos nos esforzamos para ser coherentes.

Evitamos ser culpables para evitar el dolor del castigo y nos esforzamos para ser coherentes porque naturalmente no lo somos. Si lo fuéramos, no tendríamos que esforzarnos para serlo.

En ambos casos estamos ante asuntos de convivencia: la sociedad nos castiga si nos halla culpables de algún daño y la sociedad nos pide que actuemos con cierta lógica para que nuestras reacciones sean previsibles, entendibles, justificadas.

Pero nuestras prioridades están ordenadas no según los intereses de la sociedad sino según nuestro propio interés. Esto no lo hacemos por simple egoísmo sino porque el instinto de conservación nos obliga a cuidarnos en primer lugar a nosotros mismos.

No solamente por este motivo nos amamos sino que necesitamos ser amados por las demás personas. También por el instinto de conservación buscamos estar en el centro de la atención, en el lugar más protegido, queremos ser rodeados, acompañados, cuidados, mimamos, deseados.

Es tan intensa nuestra necesidad de protagonismo que si no logramos ser tenidos en cuenta por nuestras acciones dignas de un premio, igual nos conformamos con llamar la atención por nuestras acciones dignas de reprobación.

Cuando nuestra falta de talento o de buena suerte hace que la atención que recibimos de los demás sea menor a la que necesitamos, es probable que tengamos actitudes condenables que atraigan la atención de los demás.

En suma: en nuestra personal escala de valores, lo más importante es sentir que los demás nos tienen en cuenta. Para lograrlo hacemos nuestro mejor esfuerzo, que tanto puede llamar la atención por lo maravilloso como por lo condenable.


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11 comentarios:

Arq. Héctor dijo...

Ha tratado convenientemente la diferencia que existe entre las demandas sociales y las imposiciones de nuestra conciencia moral.

Lo felicito.

Leopoldo dijo...

Desde que la almacenera no me tiene anotado en la libreta negra siento que me falta algo.

Anónimo dijo...

La ira me trae muchos problemas de convivencia. El enojo me sale de manera inesperada, como una explosión. Me sale en los momentos más inesperados. No sé qué hacer.

Jorge dijo...

Mi mujer me dice que soy un tipo previsible, quiere que la sorprenda, escapar de la rutina y todo ese rollo. Le aseguro que si esta noche la invito a salir me dice que no porque no lo tenía previsto.

Gregorio Samsa dijo...

Fui un empleado impecable y puntual hasta que un día me desperté convertido en una cucaracha.

Lucas dijo...

No lo había pensado: estar en el centro implica estar en el lugar más rodeado, protegido... claro, a menos que sea en el centro de un cine que se esté incendiando.

Dr. Reboledo dijo...

Hay un grupo de personas en las que no existe el sentimiento de culpa. Desde el punto de vista psiquiátrico se les llama psicópatas, y no olvidemos que una psicopatía no es más que una enfermedad de la psiquis.

Rulo dijo...

Vendo mermeladas sin conservantes; son mermeladas que carecen de instinto de conservación, así que ud puede comerlas sin culpa.

el Buey Selame dijo...

Más vale solo que mal acompañado.

Paty dijo...

Reprobé 3º de liceo y fui tenida en cuenta para QUEDARME SIN FIESTA DE QUINCE. ¡¡A UD LE PARECE JUSTO!!

Braulio dijo...

Durante los dos primeros años de vida de mi hermana me los pasé enfermo. Si no era resfrío y fiebre, era empacho o problemas para dormir. Mamá dice que la pediatra le dijo que se me iba a pasar cuando ella me dedicara un momento del día exclusivamente para mí.