viernes, 7 de diciembre de 2007

Neurotransmisores - Gragea Nº 23

Los homenajes que hacemos a las personas fallecidas constituyen la demostración de que en el interior de cada uno de nosotros se aloja la imagen afectiva de quienes han sabido conquistar nuestro aprecio, inmortalizada mientras vivamos.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

El caso más notorio se refiere a los próceres que ahí sí quedan inmortalizados por muchas generaciones.

Ganarse el corazón y la memoria de una persona es algo que se disfruta en vida.

El católogo de calles de un país también es otra forma de inmortalizar a quienes dejaron una huella indeleble en su pasaje por la vida.

Para los que seguimos vivos, es realmente un estímulo poderoso para que cada uno trate de ganarse ese reconocimiento.

Anónimo dijo...

Está bueno eso de decir que guardamos una imagen (afectiva) porque además me parece que suele estar retocada por un Photoshop.

Por algún motivo los fallecidos son juzgados con especial consideración y tolerancia. Estamos especialmente dispuestos al perdón post mortem.

Quizá no haya otro remedio porque si fuéramos muy exigentes, no tendríamos contra quién ir para reclamar una reparación.

Anónimo dijo...

Desde que soy chiquita miro a los próceres de mi país como a gente mala que homenajeamos porque nos dan miedo, con esas caras enojadas, nunca nadie sonríe para la foto, tienen trajes muy cerrados, ningún procer está en mangas de camisa, las mujeres nunca hicieron nada que merezca un homenaje? Y cuando también hay un caballo, cómo se llamaba él? sólo los jinetes arriesgaron la vida? Los héroes de mi país no son un buen ejemplo para las niñas. Nos quieren decir que para ser buenas mujeres patriotas tendremos que casarnos con un hombre tan poco divertido?

Anónimo dijo...

Aveces participo en la misa que le hacemos a tanta gente querida que ya no está entre nosotros y por momentos tengo la sensación de que entre el 'más allá' y el 'más acá' sólo hay pequeño problema de incomunicación, que en breve habrá de resolverse. Como si la Compañía Telefónica estuviese haciendo trabajos de mantenimiento, que ya estamos por volver a hablar con mi abuelita, con mi papá y tantos otros y no me quiero olvidar de aquel ovejero alemán que me defendía de los otros niños cuando me quería pegar.

Anónimo dijo...

No entiendo la necesidad de quedar vivo en la memoria social.
Me gustaría quedar en la memoria de las personas que quiero pero por el presente, no por el futuro en el que no voy a estar ¿qué me importa de verdad ese futuro?

Anónimo dijo...

esta bueno homenajear a los que han muerto y son importantes para una.es tan importante como festejar nuestro propio cumpleaños

Anónimo dijo...

Un homenaje es reconocimiento y todos necesitamos reconocimiento, cuando estamos vivos.

Al morir, el homenaje a la persona querida, es un hermoso ritual para el homenajeante, que puede revivir junto al que se fué.

Anónimo dijo...

Cada vez que me voy a dormir pienso en mi novio y me duermo. No lo hago como un homenaje, lo hago como una forma de seguir durmiéndome abrazada por él.

Anónimo dijo...

Yo estoy igual que Patrick.
Hace dos años que perdí a mi perro callejero, sin raza alguna, un verdadero corazón con cuatro patas y una inteligencia equivalente a dos o tres seres humanos puestos en serie. Una mirada de Batuque lo decía todo. Como la mayoría de los buenos perros de alma, cuando me veía venir, su cola se agitaba a partir de las patas delanteras.
Desde acá le rindo homenaje a su espíritu solidario, su sabio mutismo, sus miradas oportunas, la actitud vigilante... sobre todo de mis cambios de humor.
Batuque: te llevaré siempre conmigo hasta que nos entierren a los dos.