La empleada doméstica que colabora para que mi casa esté presentable para quien desee aliviar mi soledad, plancha, prepara comida para varios días, canturrea tonadas de su país y estornuda. Ruego a Dios que el espray virósico se expanda lejos de las ollas. Miro el celular para desacelerar la ansiedad. Me pregunto qué ocurrirá si Delmira me avisa que sí y qué ocurrirá si me avisa que no. Si me dice que sí, ¿quién será el padre? Ella me dice que hace mucho que tiene sexo sólo conmigo, pero desde el fondo de la prehistoria los padres siempre fuimos dudosos o paranoicos. Ella es una buena mujer, porque … aunque no sé, estoy tratando de tranquilizarme por si me dijera que sí y no tuviera ánimo para discutir sobre la paternidad. Siempre fui partidario del aborto pero nunca estuve enfrentado a la posibilidad de ser yo el padre que decide sobre una práctica tan terrible que hasta ahora el coraje apenas me alcanzó para hacer valoraciones estrictamente intelectuales, frías, políticas. ¡Qué horrible, esta mujer sigue estornudando! Capaz que Delmira salió de la casa y se olvidó de llevar el celular. Ella es mucho más tranquila que yo, se toma a la ligera las cosas más serias. ¿Será así con sus pacientes? ... Pero quizá disimule porque si fuera tan tranquila no estaría tan delgada con lo que come y el sedentarismo que practica. ¿Qué le habrá pasado? Hace rato que tendría que haber salido del sanatorio. Quizá el ginecólogo empezó tarde la consulta. ¡Ay! Por fin llama. Trataré de hablar serenamente.
— Hola, Delmira, ¿cómo te va?.
— Bien, ¿y a vos?
— Bien, esperando tus noticias.
— ¿Cuáles?
— Lo de tu menstruación...
— ¡Ja-ja-ja! Era una broma, tonto. Quería ver qué cara ponías.
— Ah, era una broma. ¡Qué graciosa! No conocía tu sentido del humor. ¿Y qué cara puse? ¿Soy fotogénico?
— Sí, un caballero. Sos amoroso.
— De paso me hiciste un electrocardiograma. No podés con tu profesión. ¿A tu marido le hacés los mismos chistes?
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10 comentarios:
Es un día en el que este personaje se ha sentido muy perjudicado. Teme que una enfermedad lo perjudique, porque los estornudos de la señora que está cocinando resultan amenazantes. Pero teme verse perjudicado por algo mucho peor: convertirse de improviso y por decreto en padre.
Sin embargo ha tenido suerte; ni le dio un paro cardíaco, ni tuvo que afrontar una paternidad no deseada y para culminar le dijeron que era un caballero amoroso. Sólo falta que no se engripe.
Mi empleada doméstica colabora para que mi casa esté presentable por si tengo que llamar médico a domicilio.
A Rosendo bien que se lo podía calificar como un padre dudoso. Dudaba aunque una mujer le jurara que había tenido relaciones con él. Mucho más si le decía que llevaba un hijo suyo en el vientre.
Pero Rosendo era generoso. Generoso en demasía, o de lo contario estaba harto. Un día decidió que todas las mujeres que le adjudicaran un hijo tendrían razón. Rosendo llegó a contar 63 hijos, aunque dudaba de la cifra. Muchas de las madres iban a ver abogados (presionadas por una hermana mayor o una prima) para reclamar que a Rosendo se le hicieran retenciones de su magro sueldo. Lo cierto es que sólo pudo hacérsele una retención porque el paño no daba para más. Así que había 62 mujeres con sus respectivos hijos, odiando a Rosendo porque no tenían ni para los pañales y según opinaban, a Rosendo no se le movía un pelo.
Un día nuestro héroe sufrió un accidente fatal. Pegó un resbalón en la costanera y se rompió la cabeza en una de las rocas que siempre están a la orilla del río. Las malas lenguas comentaban que no había sido accidente. Decían que un grupo de mujeres enajenadas con sus críos chillando, lo habían rodeado hasta que lograron empujarlo a las patadas con el fin de brindarle la peor de las suertes.
Muchos otros creen que eso no puede ser cierto. Tampoco creen que las mujeres hayan reclamado nada. "Aquí hay mucho conformismo", decían, y meneaban la cabeza.
Lo cierto es que hoy por hoy nadie llora a Rosendo, y mirado bien, eso no deja de ser una ventaja.
Una a veces busca apoyo en las amigas y se encuentra con todo lo contrario. Lo digo por algo que me pasó y que todavía no puedo creer. Lo que sucede es que debo hacerme un aborto. No puedo afrontar la responsabilidad de un hijo a esta altura de mi vida. Estoy destrozada, cualquiera entiende lo que es verse enfrentada a una decisión así. Por eso no puedo perdonarle a Natalia, mi amiga, la amiga que conservo desde la infancia, que cuando acudí a ella en busca de apoyo y comprensión, me haya dicho con una frialdad completamente inédita: "y vos, no eras vegetariana".
Haré una valoración intelectua, fría y política, respecto al tema de los estornudos sobre las ollas.
Usted es un asqueroso.
Acaso no come la comida cocida!
O es que le preparan las ensaladas en las ollas.
Mi prima Victoria también es de hacer esas bromas. Y ella es flaca, tranquila y de tomarse las cosas a la ligera. Igualita a Delmira. Pero a mí Victoria me hizo una broma peor. Me dijo que mi esposa sabía de lo nuestro y estaba esperando el momento justo para desplumarme. Qué podía hacer?. Lo mejor sería acudir a un buen abogado. Él me aconsejó que pediera la división de bienes. Inicié los trámites. Mi esposa no entendía nada, casi le da una crisis de angustia. Y a mí otra porque era el que salía peor parado. Para ese entonces Victoria ya se había olvidado de la bromita, mientras que mi esposa y yo vivíamos los peores días de nuestro matrimonio.
Yo creo que cuando las mujeres hacen esas bromas, el asunto no tiene nada de espontáneo ni de inocente.
A mí me pasó lo mismo con Sharon Stone, pero ella ya salió del sanatorio con el bebé en brazos.
Si una mujer estornuna, es porque quiere que la vean desnuda.
Me gusta que mi psicóloga se tome las cosas a la ligera. Siento que tengo menos problemas.
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