El modelo que intentamos replicar inconscientemente los humanos de ambos sexos, es «la maternidad».
Lo que nos dio las primeras sensaciones gratificantes (alimento, abrigo, caricias), se ganó nuestra eterna devoción.
Conscientemente, dedicamos este amor a nuestra madre de carne y hueso, pero en el fondo, amamos «la maternidad», una idea abstracta que representa el conjunto de objetos y situaciones imprescindibles para seguir vivos y pasar bien.
Amamos a nuestro padre, pero por sus cualidades maternales: proveedor, protector, modelo.
Luego tratamos de ser maternales de diferente forma, según nuestro sexo biológico.
Las niñas tratarán de ser madres y de esa manera satisfarán el anhelo sin grandes rodeos.
Los niños tratarán de ser madres pero con todos los rodeos que hagan falta para compensar la carencia del aparato reproductor femenino.
Por eso, los varones somos más visibles, más famosos, más protagonistas, nos peleamos por figurar como los autores, los creadores, los vanguardistas, queremos ser imprescindibles, ganadores.
Las mujeres no compiten en esta lucha por el protagonismo universal porque teniendo uno o varios hijos, logran sin grandes complicaciones, eso que los varones tanto envidiamos.
El protagonismo de los varones es una consecuencia de amar y envidiar «lo maternal», asociado o no con «lo femenino».
En suma: «lo maternal» es una idea, una referencia, una sensación, un sentimiento que condensa lo más útil para retener la vida, es decir, «aquello que calma el hambre, el frío y la soledad».
No debemos confundir «lo maternal» con «lo femenino», «la mujer», «las madres».
«Lo maternal» es una idea, un modelo, lo que todos amamos y queremos replicar para asegurarnos de que inspiraremos en los demás el mismo sentimiento de apego que nos inspira «lo maternal».
Las mujeres lo consiguen simplemente fecundando y los varones lo intentamos (infructuosamente), con proezas, riesgo, fama, heroísmo, poder.
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12 comentarios:
En muchos hombres lo maternal lo provee el boliche del barrio. Siempre están los mismos parroqueanos, el mismo olor, la luz amarillenta. Es una especie de casa donde siempre se es bien recibido, con palmaditas en la espalda y preguntas que en familia no se hacen: "cómo andás che"?. Ahí los hombres van a "chupar", como antes lo hacían de la teta de su madre.
Sin embargo la sensación que tenemos algunas mujeres es que nuestro papel como madres cada vez se desvaloriza más. Pasan a primer plano los logros profesionales. En ese ámbito laboral o intelectual, predomina lo competitivo, no lo maternal.
El mejor compañero de una mujer es el más "maternal", y el que luego en la cama se transforma en jefe e inmediatamente después en niño.
No creo que las proezas que logran los hombres sean infructuosas.
Es una pena que las mujeres no nos demos cuenta del poder que tenemos.
Creo que los humanos nos la ingeniamos de mil maneras para encontrar lo maternal y así sobrevivir.
El iglú es la casa más maternal del mundo.
Yo siento una cosa muy especial por los proveedores que visitan el negocio.
LO MATERNAL YA FUE
La pachamama simboliza lo maternal. La tierra que da vida y nos alimenta, la que nos acoje en su regazo tras la muerte.
Si la gallina pudiese volar no sería tan maternal, dejaría más tiempo solos a los pollitos.
Todos queremos volar y al mismo tiempo cuidar a nuestros hijos; a veces hay que sacrificar el vuelo.
El hambre y el frío son más soportables que la soledad. Un ejemplo extremo son los niños que sobrevivieron a los campos de concentración. Alguien estuvo para acompañarlos.
Disfrutamos la soledad cuando tenemos la certeza de que podemos salir de ella cuando queramos, y sintiendo vivo el vínculo con nuestros seres queridos.
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