miércoles, 2 de junio de 2010

¡Cuidado, vine yo!

«El pez por la boca muere» dice el proverbio, aludiendo a que cuando intentan comerse algo que oculta un anzuelo, sus segundos están contados.

Los humanos suponemos que el pez también necesita, desea, piensa y decide como nosotros.

No está probado que eso sea así. Lo que sí está probado es que cuando queremos entender algo, no tenemos más remedio que recurrir a nuestras propias experiencias.

Y este es el caso del pez. La experiencia nos indica que las necesidades y deseos nos esclavizan y hasta pueden exponernos a daños irreparables.

¿Cuáles son esas experiencias tan didácticas que nos llevan a temerle a las necesidades y deseos?

Desde muy pequeños recibimos consejos para que no aceptemos los regalos de gente desconocida porque pueden raptarnos y llevarnos lejos.

Los padres recurrimos a esa fórmula, aunque a veces no tenemos noción de las dosis.

Para asegurarnos de la eficacia de la recomendación, podemos inducir en los niños un verdadero terror hacia la gente desconocida, convirtiendo en enemigos a todos los que no sean familiares o amigos.

Usando esta forma de entender la realidad, fue que el impopular presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, cuando Al Qaeda derribó las Torres Gemelas (11/09/2001), dijo públicamente: «El que no está con nosotros, está con los terroristas».

Pero tenemos otra experiencia mucho más influyente en nuestra filosofía de vida, respecto al temor de que otros conozcan nuestras necesidades y deseos.

La técnica que usamos para cazar a los peces consiste precisamente en saber que ellos gustan de ciertos alimentos.

El temor a los demás surge principalmente de nuestras propias intenciones.

Sabemos por experiencia que para dominar a los demás, es útil conocer sus gustos, preferencias, necesidades.

El temor a los demás tiene la dimensión de cuán peligrosos serían, si tuvieran nuestras intenciones.

●●●

10 comentarios:

Gertrudis dijo...

Una vez tuve un amigo que no se daba a conocer. Nadie sabía su edad, si trabajaba o estaba jubilado, si era viudo, soltero o casado, etc, etc.
Siempre te escuhaba (porque a la mayoría nos gusta hablar de nosotros mismos) pero nunca hablaba de él.
Con lo que ud dice, ahora pienso que él no daba información porque temía las intensiones malignas de los demás; esas mismas que él tenía.

Malena dijo...

El temor a los demás es como el tumor a los demás. Si yo no fumo, el tumor será tuyo.

Selva dijo...

Todo lo que ud dice es muy coherente. A mi hombre le gusta la caza y la pesca. Eso fue lo que hizo conmigo, me cazó y me pescó, usando las técnicas que le son familiares. Ahora soy toda suya y eso me encanta!

Romualdo dijo...

Los que no son familiares o amigos, no nos provocan deseos incestuosos. Por eso somos tan indiferentes con lo que les pasa a los demás.

Sabrina dijo...

Mi padre nunca quiere que le regale nada. Pensará que quiero raptarlo y llevármelo lejos?
Me gustaría, pero quedaría muy mal visto.

Emiliano dijo...

Mis deseos insatisfechos mutan en terribles pesadillas.

Maruja dijo...

A mi pez lo único que le falta es hablar.

Lola dijo...

Mamá me decía de pequeña que no aceptara reglos porque, como ud dice, podían raptarme. Eso de chica me despertó cierta curiosidad... y de grande se volvió en una obsesión. Quiero que me rapten y me lleven bien lejos, a una playa del Caribe! Ah! y como regalo, me conformo con un collarcito de perlas.

Juliana dijo...

Las dosis paranoides de mi madre siempre fueron masivas. Por suerte estaba mi padre que era incapaz de tomar precaución ninguna. Yo soy una mezcla de los dos: impusiva y susceptible.

Anónimo dijo...

I think this is one of the most important info for me. And i'm glad reading your article. But should remark on some general things, The website style is perfect, the articles is really nice : D. Good job, cheers
my web page - ridiculously photogenic guy