Analizante — ... simplemente lo dejé plantado porque cada vez era peor. Mi sesión empezaba a las cuatro de la tarde y me hacía pasar a las cuatro y diez, a las cuatro y cuarto y yo sabía que no estaba haciendo nada. Sólo me hacía esperar porque sí, para molestarme. Algún día me mandará a la secretaria para cobrarme en el hospital como otras veces. ¡Un desconsiderado!
Ayer estuve con mis padres y me hermano en Cerro Alto. Ellos son el motivo de mi tristeza.
Vivía con ellos hasta que me vine a la capital a estudiar medicina. Todo cambió para mí. Aquello era un aburrimiento constante y a pesar de lo mucho que los quiero, no podía evitar ponerme de malhumor y tratarlos mal.
La diversión que tenían era recibir a los vecinos, tan mediocres como ellos, capaces de gastar horas contando historias de gente que había logrado curar a la vaca de una herida en la pata, o que había parido la chancha, o que los manzanos estaban apestados, o que a la Matilde la están engañando con una prostituta nueva que llegó al quilombo.
Son gente dulce, amorosa, que tiene una existencia muy sencilla, que puede reírse a carcajadas por un chiste contado por tercera vez, que pueden comentar la película que vieron en el cine durante semanas, deteniéndose horas en detalles tan superfluos como la puntilla de un ruedo o la puntería de un vaquero.
Analista — ¿Cómo describe su propia vida?
Analizante — Ahora estoy esperando mejorar mis ingresos para especializarme en oncología pediátrica. Adoro a los peladitos como les digo yo, cómo logran soportar los tratamientos y cada vez que los colegas pueden darle de alta a un pequeño todos los que lo ayudaron veo que sienten una felicidad que mucho desearía para mi vida.
Analista — ¿Qué le hace pensar que eso la haría feliz?
Analizante — El analista que acabo de largar llegó a decirme que el recuerdo que tengo de mi infancia me resulta tan desvalorizante que lo que en realidad me pasa es que me identifico con los niños que no tienen éxito en su lucha contra la enfermedad. Pero, ya le digo, no se cansaba de suponer disparates.
Analista — ¿Realmente cree que es una interpretación disparatada?
Analizante — Quizá no lo sea pero ¿para qué me sirve saber eso? Sigo sintiendo lástima de mí misma, cada vez que voy a la casa de mis padres la amargura me dura una semana, la tristeza me sigue como la sombra.
Analista — Quizá la sombra que la sigue es su deseo de tener una enfermedad tan temible.
Analizante — Algo de eso puede haber.
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17 comentarios:
¿Puede realmente alguien querer enfermarse de cáncer? Ud atiende a cada loco que como para no estar un poco chapita eh!
Soy lectora de estos relatos porque estoy juntando coraje para empezar una terapia. A veces me animo y a veces me desanimo, pero me sigo familiarizando con este trabajo tan poco común.
A veces el remedio es peor que la enfermedad. Es como si alguien se amputara un dedo porque se clavó una espinita.Nos pasamos de exagerados.
El gorro que usa es como el que usan los que pierden el pelo con la quimioterapia.
A mi también me tiene podrida toda mi familia pero con la diferencia de que no los quiero, ni los tolero y quiero dejar de verlos para siempre. Sólo se salva el último novio de mi tía que parece ser buena gente. No sé cuánto podrá durarle.
La aversión del analizante hacia la gente humilde no logra disimularse diciendo que son dulces.
¿Eso que tiene la niña es un helado?
A mí también ... la estupidez me pone de mal humor.
Sentirse útil da mucha satisfacción, sobre todo cuando nuestro trabajo se aplica a cosas verdaderamente importantes.
Me parece que la analizante tiene lástima de sí misma porque se avergüenza de sus padres.
Los que se aburren en Cerro Alto tienen grandes probabilidades de aburrirse en cualquier lado, en Cerro Chato, en Cerro Largo o en el Cerro de Montevideo.
Voy de analista en analista buscando la puntualidad (y huyendo de mí misma).
Esta chica bien podría haberle dicho al analista ese que él se identifica con los locos.
Entre los temas de conversación de la gente mediocre el único que no me cabe es el de Matilde y la puta nueva.
Analista con cobrador a domicilio ¡qué nivel!
Recuerda que la sombra va adelante o atrás, nunca encima.
De pequeña viví en una casa disparatada, no tenía techo, no tenía nada, nadie se podía en ella quedar porque no tenía suelo para pisar. Seguro todo eso llevó a que me desvalorizara.
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