domingo, 22 de junio de 2008

Viaje al más acá

Desde que había subido al ómnibus en la terminal, imaginó más intensamente cómo lo abrazaría.

Se acomodó pensando que tendría que estar ahí sentada por más de cuatro horas, encendió sus auriculares con música romántica en francés, cerró los ojos y procuró dormir.

Alguien se sentó en el asiento vacío de una manera un tanto brusca. Seguramente habría llegado muy sobre la hora de partida. Una vez que se sentó, todo quedó en calma. Gilbert Becaud y un lejano zumbido del motor. Reaparecieron los pensamientos sobre cómo lo abrazaría. Se vio acariciándole la nuca, abrazados interminablemente, con un balanceo propio de las últimas horas de un club nocturno.

Hacía muchas semanas que no tenía sexo. Sólo un lluvioso domingo de tarde se sintió inspirada para ser autónoma.

Entreabrió los ojos y vio que su ocasional compañero se había cruzado de piernas y quedaba en un plano muy visible la piel escasamente velluda que iba del mocasín al bajo del pantalón.

Los párpados no obedecieron y siguió mirando esa pequeña parte de un desconocido.

La canción hablaba de un triste desencuentro en la costa mediterránea pero esa piel joven y de su color preferido estaba siempre ahí, fascinándola.

¿Qué está pasando? ¿Otra vez esa maravillosa sensación en la pelvis? No, ¡no puede ser! Los ojos entrecerrados no lograban escapar de aquella piel. Trató de distraerse contando los pelitos escasos sobre el talón de Aquiles, las venitas del tobillo, una especie de ralo vello púbico algo más arriba. Tenía la certeza de que la temperatura y la suavidad serían infinitamente agradables y la sensación en la pelvis se expandió al vientre y a los glúteos.

Cruzó sus piernas y comenzó a mirarlo buscando estimularse más. Ya sabía ella que “cuando no puedes con el deseo, mejor únetele”. Presionando los muslos como le había enseñado su mejor amiga del internado católico, observó que había alcanzado la posición perfecta para hacer contracciones rítmicas que estimularan el clítoris.

Ahora necesitaba mirar la pierna del joven para llegar cuanto antes al éxtasis y poder tener un viaje menos perturbado.

Imaginaba cómo podrían caer sus pantalones y mostrar unas piernas delgadas pero fuertes y torneadas, con esa vellosidad tan suave. La excitación subió varios escalones más cuando accedió a pensar en el olor de sus genitales. Le pareció sentirlo realmente. Bajándole lentamente su boxer y mirando maravillada ese espectáculo siempre renovado de un pene erecto que al tocarlo se lo siente latir como si fuera un amoroso bebito.

El aroma de la fragancia corporal le pareció que subía por sus narinas y empezaron los primeros anuncios de un orgasmo inminente. Veía con cierta preocupación que su cuerpo estaba teniendo movimientos involuntarios y que podrían llamar la atención de su ocasional amante.

Imaginó que ese hermoso pene le entraba a la boca, acariciando con una suavidad imposible de adjetivar su lengua y el paladar. Los labios formaron una verdadera vagina. Le acarició las piernas, los glúteos, los testículos.

Al ver que el orgasmo llegaba muy rápidamente quiso frenarlo para disfrutarlo un poco más pero fue imposible. Las piernas continuaban por sí solas el masaje sobre el clítoris. Un cantante desconocido gemía una historia intrascendente con varios quiebres en su voz. Las oleadas voluptuosas la invadían masivamente, el movimiento rítmico no paraba porque había perdido todo posible control. El placer no paraba de subir; probó infructuosamente dejar de mirar. Estaba poseída. El estómago se contraía espasmódicamente, dejó de oír la música, se mareó levemente, se le taparon los oídos, apretó los puños con fuerza hasta que por fin comenzó a retomar el dominio de su cuerpo. Recobró la tranquilidad y le fue permitido observar el paisaje a través de la ventanilla.

Él se incorporó, tomó su equipaje del estante y se aprestó a bajar. Ella seguía mirando distraída por la ventanilla hasta que una voz interior le dijo «Nada te importa más que él». Salió del asiento como una autómata y lo siguió a prudente distancia. Lo vio entrar a una farmacia y se quedó esperándolo parcialmente escondida detrás de un árbol. Cuando salió, él se dirigió directamente a ella. Se le aceleraron los latidos del corazón porque esto no se lo esperaba y cuando ya está cerca, él le dijo:

— ¿Vamos Raquel? Ya te compré los medicamentos.

●●●

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Pensé que me iba a ofender pero no. Al final es un relato erótico pero mesurado, cuidadoso de la sensibilidad del lector. Tiene un giro final absolutamente inesperado y me gustan las sorpresas.

Me agradó.

Saludos.

Anónimo dijo...

A mi me gusta mucho el olor de los genitales masculinos. Cuando huelo los de mi amorcito, me parece que tengo un cañito de va directamente de la nariz a la pelvis. Es inmediato. Se me aprieta la vagina y tengo una sensación única en los gluteos. Alguna vez me ha pasado que cuando siento esto oliéndole el cuello él justo me los aprisiona con sus manazas y eso me provoca un orgasmo pequeñito pero muy sabroso.

Como quiero que él sólo me coma a mí, me he convertido en una experta cocinera después de haber criticado hasta el cansancio a las mediocres amas de casa que no salen de la cocina. No entendía nada.

Espero tener unos cuantos años más por delante para seguir descubriendo la sabiduría de 'las mediocres'.

Anónimo dijo...

¿Cómo es? ¿Raquel es psicótica y lo de la masturbación es un delirio?

Anónimo dijo...

Nunca había leído la descripción de una masturbación como las que yo me hago. Está bueno.

Anónimo dijo...

En el cuello de una mujer puede quedarme a vivir para siempre.

Anónimo dijo...

Tiene que escribir otro cuento de un coito. Vaya pensándose uno para el sábado que viene.

Gracias.

Anónimo dijo...

Uy, siga así que esto viene bien, recién comenzó el invierno.

Anónimo dijo...

Estoy en un ciber y al lado mío hay una niñita con sus padres. Me da vergüenza que puedan ver la foto tan inspiradora que estoy mirando.

Anónimo dijo...

Me gustó que el desconocido fuera el compañero de Raquel.

Anónimo dijo...

Uno se queda pensando que medicamentos habrá comprado; mejor que vaya a buscar anticonceptivos.

Anónimo dijo...

La imaginación de Raquelita sí que tiene power!

Anónimo dijo...

Quiero tener un novio conquistable por el estómago, igual que el de Amanda. Lo que es a mí siempre me han tocado tipos más complicados.

Anónimo dijo...

Para mí que Raquelita lo desconoció al marido y cuando él se le acercó le dijo "déjeme tranquila, no sea impertinente". Qué desagradecida, después del orgasmo que se mandó.

Anónimo dijo...

Quiero ropa íntima como esa para mi novio.