La pobreza en los vínculos suele no ser tal porque sin darnos cuenta recibimos poco cuando damos poco. Todos tenemos un instinto de conservación que nos preserva de la actitud depredadora de quienes podrían ser amigos o amantes.
«¡Qué mala suerte tengo! No paro de atender el teléfono pero nunca me llaman quienes yo más deseo que me llamen.»
Analicemos usted y yo qué puede estar ocurriéndole a esta persona para lamentarse en esos términos.
1º) Nuestro instinto de conservación se encarga de acomodar la percepción subjetiva de los estímulos, para realzar los más convenientes y quitarle intensidad a los menos importantes.
Estamos organizados para que nuestras antenas receptoras de señales potencien aquellas que signifiquen amenazas, peligros, dificultades y debiliten aquellas que signifiquen seguridad, confiabilidad, tranquilidad.
Por lo tanto, a todos nos ocurre que le destinamos menor atención a lo que no estamos necesitando y mayor atención a lo que sí necesitamos.
En suma 1: Quizá quien hablaba recibía igual cantidad de llamadas de personas deseadas que de no deseadas pero subjetivamente le parecía que las prescindibles eran muchas más que las agradables.
2º) Por regla general hacen más llamados quienes quieren pedir algo y hacen menos llamados quienes no tienen necesidades o suponen que serán demandados.
La persona que analizamos está esperando ser llamada por personas que le solucionen su problema de soledad, aburrimiento, escasez económica pero lamentablemente es llamada por quienes tienen la misma actitud demandante, pedigüeña, suplicante.
El propio instinto de conservación nos induce al egoísmo, al estado de alerta y en algún caso desconfianza y paranoia.
En suma 2: Quien espera ser llamado por alguien a quien piensa hacerle un pedido, quitarle algo o depredarlo, actúa de forma parecida a un cazador que utiliza trampas para que las presas incautas queden atrapadas y terminen alimentándolo.
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12 comentarios:
Al instinto de conservación no le queda otra que ser social a veces, y antisocial otras. Así que al fin y al cabo, no sé cómo es el instinto de conservación!
Será que el mundo está lleno de cazadores y yo ando recolectando?
Pedigüeña es la cigüeña,
la que en actitud demandante
anda llorosa suplicando
que quiere transportar al niño
para que otros lo sigan cuidando.
Cuando llama mi madre sé que va a ser para pedirme algo, pero la verdad es que cuando yo la llamo a ella también.
A veces es preferible ver bondad donde no la hay, que ver maldad donde no la había.
Si sólo usáramos el teléfono para llamar a las personas por el placer de oírlas, la telefónica se nos funde.
Todos queremos ser demandados; depende en que.
A los diez años conocí un niño en la escuela, que luego me siguió gustando durante cinco años más. Ya todos mis compañeros lo sabían, y por supuesto él. En un cumpleaños de quince -ya sin dudas que por piedad- el "me pidió para arreglarme". Al final esa piedad le duró sólo una semana porque de inmediato quiso cortar conmigo. De pronto habría sido mejor que todo quedara en nada.
De lunes a viernes me piden prestado el oído, de modo que el fin de semana lo menos que espero, es que mi familia y amigos no tengan el mal gusto de hacer lo mismo.
Ojalá que las personas a las que llamo no me tengan en su lista de no deseadas.
Y yo que me creía que el instinto de conservación era gregario... ahora resulta que es gregario y anacoreta. Para peor no ve ninguna contradicción en eso.
La pobreza en los vínculos suele ser tan pobre, porque damos poco para recibir más poco.
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