Las promesas que nos alegran, que nos llenan de esperanza, son efectivamente valiosas y apoyaremos a quienes sepan provocarnos ese placer.
Muy a menudo ocurre algo extraño en las democracias representativas. Los políticos son personas (¿personajes?) que una y otra vez son acusados de mentir, de no cumplir las promesas preelectorales y peor aún, se los acusa de practicar demagogia, es decir:
1) Práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular; y
2) Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder. (1)
La lista de pecados que tienen estos ciudadanos que gobiernan gran parte de nuestros destinos, es abrumadoramente extensa. Los religiosos pronostican que terminarán en alguna sección del infierno particularmente penosa.
Sin embargo, para que estas personas continúen haciendo su detestable trabajo tienen que ser apoyados, directa o indirectamente, por los votantes.
¿Podríamos decir que los votantes son tontos? ¿Podríamos afirmar que la democracia representativa es un sistema muy defectuoso?
Sí, en principio podemos decir que los votantes somos tontos y que la democracia deja mucho que desear.
Pero también podemos meditar algunos minutos más ambas preguntas y hasta podrían cambiar las respuestas.
Los políticos que consiguen nuestra confianza en base a promesas, anuncios y dulces ofrecimientos, son votados porque en el preciso momento en que formulan su discurso ya mismo nos están beneficiando, sin importar mucho qué ocurrirá en el futuro.
Debemos distinguir la realidad material de la realidad psíquica.
La que realmente nos alegra (o entristece) el corazón, no es la realidad material sino la realidad psíquica.
Esos grandes oradores nos hacen felices en la única realidad accesible: en la realidad psíquica.
Si cumplen o no cumplen los anuncios (realidad material), importa verdaderamente poco (o nada).
(1) Diccionario de la Real Academia Española
Otras menciones del concepto «realidad psíquica»:
El señor de los huevos
Saturno restringe todo lo que toca
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11 comentarios:
Con las promesas de los políticos y el 5 de oro a mí me sucede lo mismo: no los reviso !!! El placer estuvo en escucharlos (políticos) y/o en jugar (5 de oro)
Sería mejor que nuestra realidad psíquica no cambiara con sólo un discurso.
A veces la palabra tiene un poder casi mágico, y no importa que lo dicho guarde o no concordancia con la realidad.
Lo que sucede Martina, es que nos aferramos a escuchar sólo lo que queremos oir.
Las palabras tienen grandes posibilidades de darnos satisfacción, porque interpretamos de ellas justo aquello que necesitamos.
Creo que muchas personas toman las campañas electorales como un período durante el cual asisten a espectáculos y aplauden.
Los nuncios no cumplen
los anuncios
porque sólo son
portadores de mensajes.
La influencia de la realidad material sobre la realidad psíquica es importante, pero siempre en términos comparativos. Evaluamos nuestra situación actual comparándola con una situación anterior, de modo que algo malo puede no serlo tanto, si es mejor a lo malo que teníamos antes.
Voto a los políticos elocuentes porque desearía ser uno de ellos. Me gusta el canto, me conmueve un buen actor, pero nada me enardece más que un político elocuente.
Votamos las promesas más osadas porque creemos que podrán cumplirse. Para combatir esa ingenuidad administrativa, todos los ciudadanos deberíamos rendir un servicio obligatorio de seis meses como ediles o en alguna alcaldía.
Los políticos nos usan, pero nosotros también usamos a los políticos cuando se trata de conseguir algún favor.
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