La violencia contra la mujer es una consecuencia de su incapacidad legal para abortar.
Es muy difícil hacer justicia en un colectivo caracterizado por la incoherencia entre las normas de convivencia (legislación) y las leyes naturales.
Cuando la naturaleza impone al ser humano un instinto y la cultura legisla en su contra, nos enfrentamos a una flagrante contravención. La ley cultural se vuelve naturalmente ilegal.
Razones de fuerza mayor nos imponen que estos desajustes hayan existido, existan y estemos haciendo todo lo posible para que nunca dejen de existir.
Parecería ser que todas las normas que prohíban el daño físico (herida, mutilación, muerte) a un semejante cuentan con el aval de la naturaleza en cuanto a que esa legislación corrobora la conservación de la especie y del individuo.
Sin embargo las normas sobre la propiedad privada convalidan un conflicto que tiene la naturaleza consigo misma: los individuos queremos tener el derecho a ser dueños de todo lo que necesitamos pero no respetamos ese mismo derecho en otras personas.
El caso más dramático es el de la mujer embarazada que desea abortar: ciertas corrientes filosóficas, compuestas por personas (predominantemente masculinas) que aman su derecho a la propiedad privada, aplican su poder político para que esas mujeres no hagan uso del derecho natural que deberían tener sobre su propio cuerpo.
Pero esta nefasta cancelación de un derecho tan fundamental, tiene otras consecuencias.
La violencia que se ejerce sobre las mujeres se debe a que la sociedad, al prohibir que ellas puedan abortar, les está faltando el respeto, las está convirtiendo en seres humanos de segunda categoría, en animales destinados a la reproducción.
¿Quiénes son los abusadores, golpeadores y violadores que perseguimos y castigamos? Aquellos que, al igual que los moralistas, tampoco ven en ellas a personas sino a animales manoseables, castigables, fornicables.
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11 comentarios:
Qué copete sensacionalista, por Dios!!!
Estoy de acuerdo con ud. Mieres, prohibir el aborto es una forma de violencia muy grave hacia la mujer.
Tan superiores nos creemos los humanos al resto de los animales, que consideramos delito eliminar un proyecto de vida humana, y natural la matanza de cualquier ejemplar que no sea de nuestra especie.
No permitamos que la sobervia y la ambición desmesurada, dirijan nuestras vidas.
La vida nos ha sido dada. No podemos manipularla a nuestro antojo. La vida es sagrada.
Es lo mismo de siempre... grupos que se creen dueños de la verdad revelada.
Entonces respetemos las leyes naturales. Ningún animal aborta por decisión propia.
No claro, mejor hagamos como el salmón, que pone los huevos y luego muere.
Cada uno de los pobladores de este planeta podría tener todo lo que necesita para vivir, pero ninguno, ni uno sólo, puede tener todo lo que desea.
En realidad las normas que prohiben el daño físico contravienen a la naturaleza. Matar para vivir es el fundamento de la pirámide alimenticia.
Matar para vivir es la ley, pero no a los individuos de la misma especie.
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