En la literatura (filmada o leída), suelen aparecer personajes que exhiben un particular desprecio por los bienes materiales (tiran la comida, maltratan la ropa, destrozan vehículos).
Estos detalles están puestos ahí por el autor, para sugerir rápidamente el desapego que el personaje tiene por lo material, precisamente por la importancia que le concede a los sentimientos, lo espiritual y demás valores superiores.
Esas obras literarias están dirigidas a un público que fácilmente puede entrar en la ficción de que existen personas adultas capaces de funcionar como niños.
Los amantes de esas ficciones disfrutamos imaginando (consumiendo imágenes visibles o descriptas con palabras) que
— es posible ser ingenuo y pragmático;
— inocente pero sagaz;
— crédulo pero realista;
— con inteligencia normal pero con una perspicacia infalible;
— no haber estudiado pero recordar el texto de todos los poemas;
— normal pero con destrezas iguales a quienes le dedican una vida a perfeccionar una habilidad (baile, puntería, acrobacia).
Es parte de nuestra naturaleza acercarnos a lo placentero y alejarnos de lo desagradable.
Si observamos que el personaje de ficción que amamos (a quien desearíamos parecernos para que otros nos amen como nosotros lo amamos a él), tira la comida, se ensucia y exhibe un obsceno desapego por los bienes materiales, no podremos evitar la tentación a hacer lo mismo.
Quienes nos invitan a gastar todo nuestro dinero en lo que venden, tratan de seducirnos con lo que a nosotros nos gusta, con idéntico criterio al que usan los pescadores para con sus peces.
En suma: usted, yo y todos los demás, somos peces que muchos vendedores desean pescar.
Eso que vemos y nos gusta, es una carnada.
La buena noticia —si se puede decir así—, es que esa carnada no contiene un anzuelo mortífero, porque el pescador sólo quiere tenernos en su pecera para seguir disfrutándonos.
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12 comentarios:
El vendedor no desea tenernos para seguir disfrutándonos. Lo que desea disfrutar son las ganancias que le proporcionamos.
Yo le tengo desapego a los bienes materiales; eso sí después de que me saco las ganas de tenerlos.
Quisiera ser un pez, pero en tu pecera, mamita!
(Ella sabe que va dirigido a ella)
El que tiene desapego por lo material, nunca paso necesidades.
En muchos comerciales y telenovelas aparecen mujeres en la orilla del mar con vestidos blancos preciosos, por los tobillos, y ellas se los mojan alegremente en la orilla del mar.
A mí me pone mal. Hasta mojarme el pareo con agua salada me da pena.
Se puede tener una inteligencia normal y ser muy perspicaz. Pero no olvidemos que los perspicaces muchas veces son bastante paranoides e interpretan todo para mal.
El o la que dedica su vida a perfeccionar una habilidad, se sale de la norma; eso no tiene vuelta.
Creo que no se me acercan porque les resulto desagradable. Sólo lograré que alguien me tenga entre sus manos, si me convierto en carnada.
Si el pescador nos mete en una pecera, ya no consumiremos su carnada.
Todos vivimos la doble condición de ser peces y pescadores.
Mi novio tiene la tal puntería y no tuvo que dedicar su vida a eso.
Me gustan las películas de terror porque me permiten coquetear con lo desagradable, sin correr ningún riesgo.
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