En otro artículo anterior (1) reflexionaba sobre la sinceridad, sus defectos y virtudes.
La conclusión final era que, decir lo que uno piensa, tiene más inconvenientes que ventajas.
Existe un ámbito en el cual la verdad tiene su hábitat, donde es imprescindible, donde siempre es bienvenida: en la ciencia.
Fuera de ese lugar, pasa a ser un producto intelectual deseable o indeseable, según las circunstancias.
Si bien hice el planteo pensando en los inconvenientes que podemos acarrearle a los demás con nuestra sinceridad, debo admitir que lo verdaderamente complicado es determinar qué dosis de verdad podemos tolerar sin sufrir, sin lastimarnos, sin descompensarnos.
Al tomar este punto de vista, entonces nuestra condición de «buen ciudadano» (compañero, cónyuge, amante, amigo, vecino, empleado, funcionario público) debería evaluarse tomando en consideración dos referencias:
1) Hasta dónde soy capaz de tolerar la verdad;
2) Hasta dónde soy capaz de respetar la tolerancia a la verdad de los demás.
En suma:
1) No tolero saberlo todo y —por lo tanto— hay cosas de las que no quiero estar enterado;
2) Mi interés por ser sincero, es una debilidad propia en tanto no tengo coraje para guardarme información, porque eso equivale a asumir una responsabilidad excesiva;
3) Mi interés por ser sincero también es vengativo, porque me aplicaron dosis de sinceridad que aún me duelen (Los Reyes Magos, Papá Noel, cómo nacemos, qué es la muerte, etc.) y me alivia hacer lo mismo con otros;
4) Soy sincero con los demás para creerme (y hacer creer) que soy resistente a la verdad que me concierne;
5) La verdad es exclusiva de la ciencia y el amor no es científico. Por tanto: el amor es incompatible con la verdad.
(1) La sinceridad molesta
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12 comentarios:
El amor se basa en la confianza, y si no hay verdad no hay confianza.
ME GUARDO LO QUE QUIERO
No creo que la búsqueda de la verdad sea exclusiva de la ciencia. De hecho, cuando tenemos un amigo, a veces necesitamos tener pruebas, saber a "ciencia cierta" si nos quiere de verdad.
Lo que dice Amanda está bien, pero de todos modos alude a una actitud científica, la de querer demostrar o asegurar algo que es indemostrable en el mundo de los vínculos interpersonales.
Yo digo siempre que quiero saber toda la verdad, pero los cierto es que todavía no me han tocado situaciones en las que la verdad pudiera llegar a desmoronarme.
Hay informaciones, secretos, que puedo guardar. Lo que no puedo es ocultar hechos o situaciones que van en contra de mi moral.
Hay (aunque no son frecuentes) mentirosos bobos. Mienten sin saber por qué y sin ningún objetivo en especial. Podría decirse que les parece gracioso. Capaz que son enfermos más que bobos.
Lo más seguro es buscar el amor con un criterio científico. Fui a una agencia matrimonial y manifesté con abundancia de detalles cual era la mujer que quería. La probabilidad de que no resultara no pasaba de un 5%.
Esta vez la mujer formaba parte del maldito 5%, pero no me voy a dar por vencido en el primer intento.
El amor y la verdad se aman y se verdan.
Le juro que soy buen compañero, cónyuge y todo lo demás... pero no vivo en la ciudad.
Fulgencio! te llaman ciudadano porque podés votar.
Lo que me duele de Papá Noel, de como nacemos y de la muerte, es las mentiras descaradas que me dijeron esos padres en los que se supone que tenía que confiar. Y seguir confiando después de eso.
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