domingo, 11 de julio de 2010

¡Ay, Marthita, Marthita...!

Yo conocí a Martha. ¡Aceleraba el pulso!

Gualberto era un muchacho enorme, con cara de niño y unas manos que podían acunar novillos.

Sabíamos por él, que Martha lo amaba a pesar de estar casado.

Él se ufanaba con esta relación, la protegía mejor que la dueña del prostíbulo y se entregaban al amor físico los días lunes, cuando ella descasaba.

Había trascendido que el padre de Gualberto era cliente de Martha, pero ella jamás se lo mencionó, ni él se incomodaba porque todo el pueblo «conocía» sus servicios.

Sin embargo, cuando la madre hablaba maravillas de su esposo, él sentía que la sangre le hervía de indignación.

La mayoría opinaba que la madre del muchacho estaba enterada de todo, pero hacía la vista gorda para preservar la familia.

En realidad, el esfuerzo que hacía por preservarla era aún mayor.

El cliente de Martha también había hecho el amor con sus tres cuñadas, ingeniándoselas para que la relación entre ellas no entrara en una guerra de celos.

Había que vivir en ese pueblo para poder entender cómo una familia así, no se había desintegrado. Pero Gualberto estaba empezando a tener problemas.

Se despertaba a media noche porque una pesadilla recurrente lo atormentaba. Martha, acostada sobre él, luego de dejarlo sexualmente exhausto, le susurraba que tenía que matar al padre por abusador.

La esposa del joven, al principio se asustaba, pero luego lo tomó como una rutina y volvía a conciliar el sueño casi enseguida.

Nadie, excepto un primo, sabía del contenido de sus pesadillas.

Fue por él mismo que me enteré cómo se fue deteriorando la salud mental de Gualberto. Las pesadillas lo estaban convenciendo de matar al padre.

En un arranque de locura previsible, el muchacho mató a su padre y pocos minutos después, también mató a Martha.

Por las pericias psiquiátricas, se supo que el joven quiso vengar a su madre, pero que nunca estuvo físicamente con Martha sino que, fascinado por sus encantos, no podía dejar de masturbarse.

Por mi parte, yo también me masturbo pensando en ella, aunque con mejores motivos porque estuve a punto de colgar los hábitos para casarnos.

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14 comentarios:

Efraín dijo...

Mis hábitos de soltero estuvieron a punto de ser destruídos por una mujer muy especial para mí. Nunca hay que perder la cordura.

Paty dijo...

Hacer la vista flaca es entrecerrar los ojos para ver más lejos.

Esteban dijo...

Las tres cuñadas eran feas, pero a Gualberto le atraían las misiones peligrosas.

Marcia dijo...

Esteban, lee bien, no era Gualberto el que estaba enredado con sus cuñadas, era el padre de Gualberto.

Esteban dijo...

Existe la posibilidad de que el hijo se llamara igual que el padre.

Canducha dijo...

Me gustaría saber cuáles fueron las pericias psiquiátricas que llevaron a la conclusión de que Gualberto nunca había estado con Martha.

Maruja dijo...

Gualberto hizo muy bien en matar a su padre. Fue un acto de dignidad, de respeto a su madre.

Evangelina dijo...

El hombre no puede hacer justicia por mano propia. La justicia humana es imperfecta.

Paulina dijo...

Ud dice que se masturba como quien dice que se tomó un plato de sopa.

Nazareth Inglese dijo...

Entre la esposa de Gualberto
y sus cuñadas,
no había cornadas.

Blanquita Teutona dijo...

Siempre soñé con un hombre de manos tan grandes, que me acunara como a una ternera.

Graciana dijo...

Las mujeres que se meten con hombres casados, luego se quejan si les hacen lo mismo.

Paula dijo...

Gualberto no soportó que su padre se hubiera quedado con su primer amor (su madre) y luego, para colmo, con el amor que había encontrado para sustituírla.

Martha II dijo...

Míralo al curita eh, no sería el presidente de paraguay? jaja