La palabra «postre» significa «lo que está al final». Generalmente la utilizamos para referirnos a los alimentos dulces que ingerimos para terminar una comida: frutas, tortas, helado.
Los alimentos dulces estimulan la sensación de saciedad que nos invita a no seguir comiendo.
¿Qué sentimos antes y después de haber comido, hacia un trozo de carne asada, hacia una ensalada de vistosos colores o hacia un rebozante plato de tallarines con abundante salsa y queso rallado?
Seguramente nuestra afectividad es totalmente distinta, al punto de ser opuesta: con hambre amamos esos platos de comida y sin hambre, sentimos indiferencia y eventualmente, algo de rechazo.
Esta descripción de algo que todos conocemos, está acá sólo para que razonemos juntos partiendo de un punto de acuerdo.
El amor o la indiferencia, están asociados a lo que necesitamos y deseamos. Amamos a quienes necesitamos y deseamos. El resto del universo nos resulta indiferente (aunque solemos ocultar este sentimiento por educación, para no ofender, para no lastimar la sensibilidad —inclusive— de gente desconocida).
Los vínculos requieren una continuidad en el tiempo. Sin embargo, no tenemos motivos reales para amar cuando no necesitamos la presencia, la compañía, la ayuda, la mirada, del ser amado.
Como no tenemos motivos reales pero sí necesitamos conservar el vínculo, imaginamos su ausencia, nos mortificamos suponiendo que dejaremos de tener esa relación, ya sea porque el otro nos abandone, deje de amarnos, fallezca.
Para provocarnos un sentimiento continuo de amor, nos pre-ocupamos imaginando su ausencia con fantasías de pérdida o de abandono.
Vuelvo al ejemplo de la comida que observamos con o sin hambre.
En este caso, es posible guardarla en la heladera, pero con nuestro ser amado, le damos continuidad (conservamos) a nuestros sentimientos imaginándonos pérdidas (abandono, accidente, enfermedad, muerte) que refuercen nuestra necesidad de amar.
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10 comentarios:
Me gusta despertarme antes que mi esposo para poder mirarlo e imaginarlo muerto.
La imagino perdíendose en la lejanía y mi alma se llena de gozo.
Qué horror! con sólo imaginar que no voy a ver más a mi osito, me muero de angustia.
En casos extremos algunos guardan al ser amado en la heladera.
Es una lástima, pero los motivos irreales ocupan tanto o más lugar que los motivos reales.
Los vínculos discontínuos generan grandes pasiones.
Soy adicta a los dulces, no me invitan a dejar; me invitan a seguir.
El amor está siempre, lo que aumenta o disminuye según el momento, es la necesidad de estar con la persona amada.
Puede ser que necesitemos la presencia, por ej de nuestros padres, y que igual nos alejemos de ellos porque estamos creciendo.
Es muy desagradable cuando el rechazo te viene después de coger.
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