jueves, 30 de abril de 2009

Tenemos libertad condicionada

La palabra sujeto es interesante aunque cuando la usamos no seamos conscientes de lo que estamos danto a entender.

Los psicoanalistas pensamos que todos hablamos sin saber exactamente qué estamos comunicando. Conocer algunas significaciones menos evidentes puede servir para mejorar nuestra forma de comunicarnos y de perfeccionar los vínculos con los demás y con nosotros mismos.

Sujeto alude a sujetado, atado, prendido. Si estamos sujetados entonces no somos libres.

Siempre que hablamos estamos aludiendo a un sujeto que por lo tanto no está libre sino que está sujetado a algo.

El sujeto de una oración es de quien se dice algo: «Juan camina rápido». El sujeto de esta oración es «Juan», de quien digo que realiza la acción de caminar y que además lo hace rápido.

¿A qué está sujetado Juan? Para empezar al uso de un lenguaje que no le pertenece sino que es de todos. Está preso del idioma. No puede liberarse de él. Sólo puede pensar dentro de su idioma (algunos adquieren la destreza de pensar en otros idiomas, pero siempre en relación de dependencia a ellos).

Como habrán observado, el idioma tiene una cierta estructura, una cierta lógica. Las oraciones incluyen sujeto, verbo y predicado, algunas palabras modifican el verbo (adverbios), otras modifican sustantivos (adjetivos), existe una sintaxis que dice en qué orden se ubica cada palabra y como éstas, existen muchas leyes gramaticales que nos obligan a hablar y pensar de una manera y no de otra.

En suma: la libertad de pensamiento es relativa y nunca es absoluta porque estamos sujetos al lenguaje.

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miércoles, 29 de abril de 2009

¿Ser o no ser? ¡Qué pregunta!

Nuestra mente huye de la duda y de la incertidumbre. Todos desearíamos saber la verdad sobre todo; estar seguros.

Una pregunta inicial es sobre si nos quieren o no nos quieren, puesto que al ser tan débiles al nacer, tenemos mucho miedo de ser abandonados por quienes tendrían que ayudarnos hasta que podamos valernos por nosotros mismos.

Dada esta inmadurez inicial, comenzamos suponiendo que formamos parte de un todo hasta que en cierto momento (entre seis meses y un año), comenzamos a darnos cuenta de que no estamos fusionados con el resto de universo sino que sólo estamos vinculados, conectados pero que somos individuos.

Cuando nos damos cuenta de que somos individuos, empiezan a aparecen los problemas propios de la independencia. Los que nos ayudaban incondicionalmente, nos piden control de esfínteres, dormir solos, guardar los juguetes, ir a la escuela y así, más y más exigencias que debemos cumplir bajo amenaza de ser castigados de alguna manera (golpes, gritos, prohibiciones, desamor).

A medida que nuestra vida se vuelve más compleja, vamos desarrollando funciones imprescindibles para resistir y además conseguir una buena calidad de vida. La formación de un «yo» (la sensación personal de que pensamos y actuamos por nosotros mismos) se vuelve imprescindible. Un «yo» fuerte sirve para estar menos dudosos, más seguros, menos vulnerables, menos angustiados.

Como nuestra percepción depende en gran medida de los contrastes (1) (vemos mejor el color blanco sobre el color negro) y de poder discriminar (2) entre «yo» y «no yo», es probable que muchas veces nos pongamos agresivos (discutimos, nos peleamos, nos rebelamos) al solo efecto de poder reafirmar la sensación de que nuestro «yo» existe, que contamos con él, que podemos seguir viviendo.

(1) – Ver La indiferencia es mortífera
(2) – Ver Obama y yo somos diferentes

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martes, 28 de abril de 2009

Felizmente existen los feos

Gran parte del bienestar anímico se logra viéndonos bien o, al revés, quizá cuando estamos anímicamente bien nos vemos agradables.

Sea como sea, la autopercepción puede ser buena o mala y en concordancia con esto, nos sentimos bien o mal.

Varios alemanes elaboraron una teoría a principios del siglo XX que llamaron Gestalt. En castellano podría significar forma, figura, configuración o algo parecido (no existe una palabra exacta).

Así como nuestra visión ve mejor una figura blanca sobre un fondo negro que sobre un fondo amarillo pálido, también percibimos mejor los contrastes de todo tipo, inclusive conceptuales.

Es por todos conocida aquella frase que dice «En el país de los ciegos, el tuerto es rey». Esta afirmación ratifica los postulados de la Gestalt.

¿Qué puedo hacer para verme bien y así, sentirme bien? Además de todo lo que pueda mejorar en cuanto a la silueta, la prolijidad, la vestimenta, el aroma, la postura, la actitud, es de gran ayuda qué hacen los demás para que yo parezca mejor, más atractivo, etc.

No les voy a describir lo evidente (vestirnos con ropa exclusiva que nadie más pueda tener, por ejemplo) sino más bien los deseos inconscientes que puedo tener.

Por esto, en el fondo de nuestro corazón podemos desear que a los demás les vaya mal, que se empobrezcan, que sean encarcelados, que se enfermen y otras desgracias perjudiciales de su imagen, para que de esta manera podamos percibir más nítida e intensamente que nos va bien, que somos ricos, que somos libres, que estamos sanos, y otros rasgos que mejoren nuestra autoimagen.

Nota: este artículo está vinculado temáticamente con otro titulado Mejor no hablemos de dinero.

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lunes, 27 de abril de 2009

La desconfianza de supervivencia

Está ampliamente difundida la norma de convivencia que dice: «Los derechos de una persona terminan donde empiezan los derechos de los demás».

Una norma tan clara y evidente sin embargo no es fácil de entender y mucho menos de aplicar.

La misma idea puedo expresarla así: «Tus derechos empiezan donde terminan los míos» y lo que ahora estoy estableciendo es que el otro se debe conformar con los derechos que yo no utilice.

La desconfianza hacia los demás es un sentimiento que se nutre de nuestro instinto de conservación. Entre los humanos existe una fuerte necesidad de convivencia junto a la posibilidad de que sea un semejante quien nos provoque las peores pérdidas (inclusive de la vida).

Cuando esa desconfianza es un sentimiento predominante, hablamos de paranoia. En este caso la desconfianza está presente en casi todos los vínculos.

La paranoia es una característica que aísla a quien la posee. La división «derechos propios» y «derechos ajenos» está marcada prácticamente por un muro que entorpece y hasta imposibilita la construcción de vínculos.

La antigua receta de Maquiavelo «divide y reinarás» continúa vigente. Muchos operadores del poder (políticos, sindicatos, fabricantes, comerciantes) tratan de que las personas se vinculen solamente con ellos pero no entre sí.

Gran parte de su anhelada rentabilidad depende de nuestra paranoia.

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domingo, 26 de abril de 2009

El pájaro rebelde

Vivimos con mi madre en un departamentito pequeño. Ella decidió que yo duerma en el único dormitorio y su cama es un sofá convertible ubicado en el comedor.

Tiene 52 y yo 29 años. No tenemos más remedio que vivir juntos porque nuestras economías funcionan sólo si se complementan los magros ingresos que tenemos (pensión jubilatoria de ella y salario de hambre el mío).

Sólo la educación jesuita de ambos nos permite tener una conducta civilizada en sólo 38 metros cuadrados.

Dentro de mí corre una procesión de malos pensamientos hacia ella y supongo que por su parte hará lo mismo.

Para que tengan una idea, les cuento:

Ella es insoportablemente dominante y echa a todas mis novias. Quizá tengo tan bajos ingresos porque además sabotea mi capacidad para ganar más dinero asustándome con que «más vale malo conocido que bueno por conocer», y ahí me quedo vegetando como vendedor de una mísera tienda.

En la primavera apareció un pájaro que cantaba muy bien. Es gris de pecho amarillo, pero para mí son todos iguales. Como los chinos.

Me enfurecí cuando logró quitarle la libertad para que sólo le cantara a ella. Mi deseo más intenso fue que se le muriera. Ese acto agregó combustible al odio que le tengo por castradora.

Pero la naturaleza fue más inteligente que yo: el pájaro dejó de cantar. Al verlo con esa rebeldía que a mí me falta, ahora desearía que no se muera nunca.

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sábado, 25 de abril de 2009

“Obama y yo somos diferentes”

Las comparaciones ¿son odiosas?

«Él es más popular que yo»; «Ella tiene un cabello que siempre luce maravilloso»; «A él le va mejor porque tiene mucha suerte»; «La primera vez que lo intentaron, ella quedó embarazada»; «En los países desarrollados es más fácil ser pobre»; «Antes había más respeto por las personas mayores».

Los individuos nos reconocemos por las diferencias. Podemos reconocer a los demás porque son diferentes a nosotros. Esto es discriminar.

Aunque la acción de discriminar está asociada a una conducta antisocial, es imprescindible discriminar en tanto mucho peor es no darse cuenta de que los demás son personas individuales, singulares, con sus propios cuerpos, intereses, deseos, necesidades, preferencias.

Hasta la edad de seis meses o un año, los seres humanos no nos damos cuenta (por la inmadurez de nuestro sistema nervioso) de que estamos separados de los demás ejemplares de nuestra especie. Hasta esa etapa de maduración no sabemos que existe un «yo» y uno «no yo», un adentro nuestro y un afuera de nosotros. Creemos que todo está fusionado, como si el universo fuera un único cuerpo del cual formamos parte.

Comparar y discriminar son dos acciones imprescindibles para poder actuar según la percepción de que somos individuos aislados (aunque formamos parte de una sociedad, de un grupo, de una familia).

Por esto acepto que a usted no le guste lo mismo que a mí; por eso estoy convencido de que esta computadora es sólo mía; de esta manera me siento en el colectivo donde no hay otro ya sentado; así acepto que algunos son policías, otros médicos, otros estudiantes; sólo puedo convivir comparando y discriminando.

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viernes, 24 de abril de 2009

Según la zorra, las uvas están verdes

El psicoanálisis cree que existe una parte desconocida del ser humano que influye en nuestra vida de forma determinante: el inconsciente.

Aceptar su existencia, implica realizar —a partir de ahí— ciertas deducciones.

Un dato de la realidad es que todas estas teorías —que no se pueden demostrar en un laboratorio—, cuando son utilizadas por un analista producen cambios favorables y permanentes en el bienestar de sus pacientes.

Estos resultados son una forma razonable de asignarle validez al tratamiento.

El complejo de Edipo dice que todos deseamos tener sexo con algunos familiares consanguíneos. La prohibición de este incesto nos lleva a procesar la dolorosa frustración de alguna manera. Cada uno lo hace a su manera. Algunos tienen suerte y la resuelven bien. Los desafortunados caen en que «es peor el remedio que la enfermedad».

Un ejemplo de resolución desafortunada es el caso de un conocido que por años sufrió de impotencia sexual. Según él la resolución surgió por algo que también puede sucederle a las mujeres que padecen algún tipo de frigidez.

Este hombre había logrado (en su fantasía inconsciente) no tener erecciones para no tener sexo con su madre. Su inconsciente prefirió la impotencia a tener que aceptar la prohibición del incesto o el rechazo de la madre.

El pensamiento de él podría haber sido: «No tengo sexo con mamá, no porque la sociedad me lo prohíba ni porque ella se oponga, sino porque mi pene no se endurece. Cuando se cure, entonces fornicaré con ella».

Al poco tiempo de haber descubierto esta idea con la ayuda del analista, comenzó a tener erecciones normales, como si nunca le hubieran faltado.

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jueves, 23 de abril de 2009

¿Ai que aser los deveres?

Vamos a establecer por un momento que está bien ser fuerte y que está mal ser débil. Sólo por el tiempo que demore en leer este artículo.

Ahora aparece un problema: ¿qué se entiende por ser fuerte o por ser débil?

Esta pregunta me la hice el domingo de tarde cuando al volver de Punta del Este a Montevideo, veía cómo algunos conductores se arriesgaban a tener un accidente o a ser severamente multados, adelantándose por la banquina cada vez que se producía un atasco en la circulación vehicular.

El idioma quizá sea el primer reglamento que las personas tenemos que obedecer. Si no usamos las palabras adecuadas, no podemos comunicarnos y la sanción no se hace esperar: quedamos aislados del resto.

Los jóvenes o los adultos inmaduros funcionan de forma parecida en esto de creer que la desobediencia es una manifestación de fuerza.

Tanto los conductores que manejan con temeridad como los que desconocen el reglamento-idioma, tienen la sensación de que esa actitud rebelde es una señal inconfundible de que pueden valerse solos, que no necesitan a nadie, que son autosuficientes y que todo lo pueden.

Sin dejar de reconocer que existen problemas mentales que provocan disturbios importantes en la función lingüística, la mayoría de quienes no usan adecuadamente el idioma, lo hacen como una forma infantil de rebeldía.

Es muy fácil de diagnosticar: Quien habla mal, pronuncia mal o escribe mal, seguramente trata de ignorar el reglamento universal (en nuestro caso, el idioma castellano), y se afilia a un subgrupo donde se fabrican su propio idioma (jerga, lunfardo), imaginando que son autónomos, autosuficientes, omnipotentes.

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miércoles, 22 de abril de 2009

Se alquila cuerpo a deseo moderado

En Argentina y Uruguay tenemos una acepción del verbo «alquilar» que no la conozco en otros países.

Cuando percibo que alguien está abusando de mi amigo, puedo advertírselo diciéndole: «Fulano, creo que te alquilaron»

Si bien el Diccionario de la Real Academia incluye una acepción referida al alquiler de una persona («Ponerse a servir a otra por cierto estipendio. »), el uso regional del verbo connota otra cosa. Señala el uso abusivo de alguien.

Depender de otro u otros puede ser una situación buena o mala. Existen formas de dependencia necesarias, gratificantes, enriquecedoras, en particular cuando para satisfacer mi deseo dependo de otro (por ejemplo, un cónyuge, un socio, un amigo).

Las malas formas de depender ocurren cuando alguien parece usar nuestro cuerpo para satisfacer su deseo. Un ejemplo aclaratorio sería la presión que ejerce una madre para que su hija «le de un nieto», a lo cual la hija no puede negarse porque en gran parte sigue necesitando el apoyo materno.

Otro caso aún más grave es cuando los gobernantes deciden que los soldados arriesguen su vida en una lucha armada. El cuerpo de estos es usado para darle trámite al deseo de otro sin que la disciplina militar les permita evitarlo.

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martes, 21 de abril de 2009

El éxito del fracaso

Angustia padecemos todos los seres humanos porque somos tan débiles que siempre nos sentimos inseguros, porque el dolor nos acobarda, porque tememos las pérdidas, especialmente de la vida.

Como todas estas sensaciones aparecen en nuestra más tierna infancia, cuando nuestro cerebro está formándose, cuando lo ignoramos todo, cuando nuestra experiencia es casi cero, todas las soluciones que nos inventamos para disminuir los ataques de angustia son inevitablemente precarias, poco eficientes, costosas.

A medida que vamos creciendo, madurando, desarrollándonos, en lugar de abandonar las viejas soluciones para instalar otras nuevas, mejores, más eficaces, menos costosas, lo único que podemos hacer es remendar las viejas.

Lo que originalmente fue un pensamiento mágico (por ejemplo, que el oso de peluche nos protegía de todas las amenazas), y luego de varios «remiendos», puede transformarse en un complejo ritual para dormir (lavarnos las manos, que la cabecera de la cama apunte al norte, rezar alguna oración, etc.).

Cuando todos los remiendos fracasan y la vida se nos complica demasiado sin terminar con los ataques de angustia, puede ocurrírsenos ingresar en un tratamiento analítico que consiste en revisar las soluciones infantiles con todos sus parches, para acceder a soluciones nuevas, adultas, eficaces.

El fracaso de las viejas soluciones no deja de ser una suerte porque nos alienta a buscar soluciones más eficaces y sobre todo menos costosas ya que no tendremos que gastar enormes cantidades de energía inútilmente para que nuestra calidad de vida sea aceptable. Viviremos mejor cansándonos menos.

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lunes, 20 de abril de 2009

¡Acá mando yo! ¿o no?

En una democracia suponemos que los que gobiernan son personas representantes del pueblo. Eso es lo que significa la palabra y en los hechos es lo que parece ser.

Sin embargo, si nos ponemos a obervar más detenidamente, nos damos cuenta que el pueblo gobernante suele estar desconforme con las decisiones que se toman o, al menos, con los resultados que se obtienen.

En esa observación más detenida podemos sorprendernos con que hay otros gobernantes no elegidos por el pueblo y cuyas decisiones producen efectos de cambio.

Los grandes inversores terminan decidiendo si agregan o quitan mano de obra de un determinado país; la oferta y la demanda mundial, determina si lo que producimos se paga bien, se paga mal o directamente no le interesa a nadie; un conflicto entre dos naciones puede alterar nuestra vida aunque aparentemente no tengamos nada que ver en él.

Mucho más obvio es el gobierno que ejerce la naturaleza. Los fenómenos naturales pueden determinar nuestro bienestar o malestar, independientemente de las decisiones que podamos tomar para amortigar sus efectos.

Por lo tanto, democracia significaría «el gobierno que intenta ejercer el pueblo» y no el iluso significado oficial «gobierno del pueblo».

¿Y qué sería una «yocracia»? Si esta palabra existiera, podría significar «el gobierno que cada uno intenta ejercer sobre su vida». En ambos casos, lo que logramos es bastante menos de lo que desearíamos.

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domingo, 19 de abril de 2009

Nada es verdad ni es mentira

Paciente — No queremos tenerlo. Ella no hace más que llorar y yo ya no sé como decírselo. Las mujeres están condenadas a esa maldita maternidad. No pueden eludirla. La única salvación es que sean estériles o que sea feas, pero no me imagino cómo sería una mujer fea, sólo sé que es posible decirlo pero no sé si es posible imaginarlo. Bueno, sí, es posible imaginarlo.

Pasan los días y nosotros metidos hasta el cuello en estas arenas movedizas que nos van tragando a medida que la criatura crece en su vientre.

La mirada de ella es pavorosa. Parece una loca. No parece ella. En mi trabajo se dieron cuenta de algo porque estoy muy distraído y cometí errores que por poco le hacen perder dinero al judío y eso equivaldría a un despido instantáneo.

A veces me miro la pija y quisiera cortármela, como si ella hubiera sido la que tuvo toda la culpa. Pero Rosita también hizo su parte. Se me apareció recién bañadita, con ese olor a jabón que enloquece a cualquier hombre. Lo único que hizo fue bajar la mirada cuando le toqué la pierna y eso para mí fue un gesto de invitación rotundo e inevitable para cualquiera que hubiera estado en mi lugar.

Era la primera vez que yo no llevaba condones en la billetera y apostamos a que Dios sería generoso con nuestra calentura. Ella siempre quiere que yo me lo ponga pero esta vez no sé por qué, me dijo que no importaba, que ella también confiaba en Dios.

(Se queda en silencio)

Analista — «También confiaba en Dios …».

Paciente — No sé porqué le cuento todo esto. Estoy fabulando otra vez. No puedo parar de decir mentiras.

(Se queda en silencio)

En realidad Rosita está bien, no está embarazada. (Se queda en silencio) La verdad es que tuvimos que internar a mi padre en un sanatorio psiquiátrico porque está muy viejito y no puede resistir la muerte de mamá. Tiene un comienzo de demencia senil y me contó todo esto de cómo casi yo no nazco y mi mamá me salvo de casualidad. Pero no sé si es verdad o mentira porque como está demente...

Analista — Dejemos por acá.

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sábado, 18 de abril de 2009

Hablar porque si o para sí

La mayoría de las personas que «hablan solas» (ver Ella habla sola) y que le cuentan su angustia a cualquier persona, lo que suelen pretender es que se produzca un milagro: Que ese desconocido sea justamente alguien caído del cielo que le dé la solución maravillosa a lo que la hace padecer.

Sin embargo existe una minoría que hace algo diferente: hablan con cualquier persona (e inclusive solas o escriben para sí mismas) pero sólo para organizar mejor sus ideas. No esperan que el otro haga algo. Saben que el problema es suyo y que la solución también deberá ser suya.

Este grupo minoritario suele practicar esta búsqueda con un analista, quien no está ahí para solucionarles nada sino para estimularlas a que aclaren sus enigmas: «¿Qué me pasa?»; «¿Cómo saldré de esta situación penosa?»; «¿Qué no estoy haciendo bien?»

La mayoría encuentra un alivio momentáneo quejándose con cualquier persona pero no encuentran curación. La minoría encuentra alivio duradero recién después de haber eliminado la causa. Si lo comparamos con los padecimientos orgánicos, la mayoría busca solamente sacarse el dolor y la minoría busca quitárselo pero eliminando la causa que lo provoca.

Estadísticas confiables afirman que las personas que se quejan procurando que alguien se haga cargo de su vida tienen menos éxito que las que usan el hablar para organizar mejor su propia búsqueda de soluciones.

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viernes, 17 de abril de 2009

Las prótesis espirituales

La imagen del pirata con un gancho a modo de mano, con un ojo tapado y con una «pata de palo», no deja de ser impresionante aunque a esta altura la tengamos incorporada como algo familiar que no asusta.

Tampoco asusta que nuestro dentista nos agregue un metal inoxidable dentro del tejido dentario para reparar una caries. Con las reservas del caso, tampoco es impresionante una dentadura postiza, excepto cuando se sale de su lugar delante de nosotros.

Y así podría seguir listando los agregados artificiales que no solamente mejoran nuestra calidad de vida sino que en algunos casos nos permiten seguir viviendo (como sucede con el marcapasos, por ejemplo).

Cuando esto mismo sucede en nuestra psiquis, tenemos que cambiar nuestra forma de evaluar porque son «agregados artificiales» de otra categoría.

Para un niño pequeño es muy divertido creer en Papá Noel y en los Reyes Magos. Toda la familia se regocija viéndolo disfrutar con su «realismo mágico».

Los adultos aliviamos la angustia de desamparo creyendo que la compañía de seguros nos indemnizará sin vacilaciones si sufriéramos el siniestro por el que hace años pagamos puntualmente, o que el médico cuidará de nosotros como si fuera mamá o que nuestro cónyuge no nos abandonará jamás.

También las creencias religiosas equivalen a lo que en nuestro cuerpo remediamos con una pata de palo o un marcapaso.

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jueves, 16 de abril de 2009

Pincelada urbana

En el transporte colectivo de pasajeros de la ciudad de Montevideo suceden cosas pintorescas.

Los vendedores ambulantes —también llamados buscavidas— recurren a todo su talento para obtener los recursos que necesitan.

Y cuando digo recursos no me refiero solamente a los económicos, sino que también procuran hacer lo que les gusta y evitar lo que les molesta.

Suelen practicar el oficio o arte preferido, evitan los horarios, uniformes, jefes, reglamentos.

Uno de ellos es tan gracioso en su proclama para vender caramelos, que llegué a grabarle su mini-discurso para disfrutarlo como obra de arte.

Este señor salió varias veces en televisión porque no me atrae a mi solamente. Es muy carismático y con su ingenio crea ideas muy interesantes.

Hablando con él, me contaba que alguna vez se le ocurrió improvisar algo para divertir a los pasajeros y ofreció «Un paquete de caramelos por $ 10 y dos por $ 20».

El chiste falló pero varias personas optaron por «aprovechar» la oferta «dos por $ 20», y a partir de ahí empezó a usarla para aumentar sus ventas sin dejar de causarle gracia a los pocos que entendían el chiste.

Es digno de destacar que una mínima destreza matemática puede evitarnos tomar decisiones propias de un tonto.

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miércoles, 15 de abril de 2009

Amor al narcisismo

La mayoría de las personas sentimos que nos falta algo, que necesitamos complementarnos y que mientras no lo hacemos, somos muy vulnerables.

Es tan desagradable saber de esta debilidad que algunos la niegan y se imaginan todopoderosos. Otros la aceptan parcialmente y mezclan un poco de omnipotencia con humildad y no faltan los que están plenamente conscientes de que sin la colaboración ajena la vida se vuelve casi imposible de ser vivida.

Todas las personas tenemos rasgos comunes (por pertenecer a la misma especie), pero resaltan las rasgos que nos diferencian (raza, género, edad, tamaño, preferencias, etc.).

Amor es el sentimiento intenso que tenemos hacia quienes pueden complementarnos haciéndonos sentir menos vulnerables.

Si estamos de acuerdo en todo esto, entonces me pregunto ¿Qué características tienen que tener quienes nos complementen?

Hasta donde yo puedo observar, la respuesta es la siguiente: Amamos a lo que ya tenemos (a nosotros mismos) y amamos a quienes se parezcan a esto que ya tenemos. Por lo tanto, no amamos a los que son diferentes a nosotros. Podremos tolerar su existencia, pero amarlos no.

Conclusión: Quizá sea imposible el amor a los semejantes en general porque sólo podemos amar realmente a quienes se nos parezcan.

Para compartir esta conclusión tenemos que aceptar la premisa de que la voluntad no influye realmente sobre nuestros afectos ... salvo para los omnipotentes, que sí creen poder.

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martes, 14 de abril de 2009

Tengamos un hijo «papi»

En el artículo publicado ayer con el título La minoridad del mayor, comentaba con ustedes algunas conductas que indican nuestra reticencia a tomar responsabilidades.

Cuando decimos nostálgicamente que «todo tiempo pasado fue mejor», estamos reconociendo que aquella época en la que nuestros padres se hacían cargo de que no nos faltara nada era mejor que ésta en la que, no sólo tenemos que hacernos cargo de nuestra vida sino también de la de otros (hijos, enfermos, ancianos).

Una forma de zafar de las responsabilidades propias de la adultez consiste en enamorarse de otra persona que también desee lo mismo.

Ambos se prometen estar juntos «en las buenas y en las malas, hasta que la muerte los separe».

¿Cómo suelen ser aplicados estos votos de solidaridad vitalicia? Ambos entran en una especie de juego (de ficción, de teatro) en el que cada uno es el hijo del otro (intentando repetir sus respectivas infancias).

Él confía en que ella se encargará de su salud, de su bienestar, de que no le pase nada malo. Ella espera lo mismo de él. Lo que realmente sucede es que ninguno de los dos quiere hacerse cargo de sí mismo. Hacerse cargo de otro es mucho más flexible que hacerse cargo de uno mismo porque cualquier error u omisión tiene un responsable-culpable ajeno.

El afecto (enamoramiento) de este tipo de parejas es una mezcla del amor hacia los padres biológicos, con amor hacia el actual progenitor adoptivo más una ilusión que oculte la realidad: No querer hacerse cargo de la propia vida.

Atención: Esto sucede en algunas parejas. No en todas.

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lunes, 13 de abril de 2009

La minoridad del mayor

La legislación de todos los países fija una determinada edad en la que un ciudadano queda autorizado para administrar sus bienes. A partir de los 18 años —por ejemplo—, está permitido que alguien asuma una cierta responsabilidad mediante la suscripción de un contrato.

Tomando como ejemplo esa edad de 18 años, podemos decir que en ese momento se establece «un antes y un después» en la vida de la persona.

Antes no se lo consideraba mental y emocionalmente capaz de hacer una administración responsable de su vida. Después sí.

Estaremos de acuerdo que la determinación de los 18 años para asumir ciertas responsabilidades es bastante arbitraria porque hay ciudadanos que podrían hacerlo antes, otros que recién podrían hacerlo unos años después y algunos que nunca podrían hacerlo.

Por ejemplo:

- Es frecuente que personas adultas se guíen ciegamente por lo que leyeron en algún libro, como si esas fueran las indicaciones de su padre cuando aún era niño.

- Es frecuente que un ciudadano ya mayor, acepte sumisamente el destrato, la desconsideración o la negligencia de un funcionario público, como hacía cuando los maestros lo gobernaban dentro del colegio.

- Es frecuente que una persona adulta concurra al médico, no para que lo asesore sino para que se haga cargo de su salud, como si aún no tuviera 18 años.

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domingo, 12 de abril de 2009

Algunos cuerpos no saludan

Empresario: — Estamos viendo que el público que la sigue es cada vez mayor. He recibido comentarios que hicieron los productores de Melina Krall y están empezando a preocuparse porque sus discos cada vez se venden menos.

Cantante: — Tengo algunos amigos que me han dicho algo de eso. La vibración que se siente en mis conciertos ya no se siente en los conciertos de Melina. Los músicos de mi banda comentan lo mismo.

Emprensario: — Es así, y además los números son elocuentes. Sus discos se venden cada vez más y los conciertos tenemos que hacerlos en locales cada vez más grandes. De seguir esta tendencia seguramente tendremos que organizarlos en escenarios más espaciosos. Quizá al aire libre.

Cantante: — Es lógico. Nos conviene que haya espacio para todos, pero no nos conviene que queden espacios vacíos. Eso da muy mala impresión. Mi marido me dice que en el último concierto de Melina se notaban algunos claros —que la filmación se cuidó muy bien de no tomar—, pero los que fueron saben que esos huecos estaban ahí y el boca-a-boca supera la velocidad del sonido.

Empresario: — Este es el momento propicio para replantear un detalle que tenemos pendiente desde que tomé la responsabilidad de gerenciar su carrera: El saludo. Un sector importante de su público se queja de que usted no agradece los aplausos. Es de estilo. Todos lo hacen. Cada vez es más necesario que usted acepte agradecerle al público.

Cantante: — No, lo lamento, los equivocados son ustedes. ¿Qué les voy a agradecer? «¿Gracias por haber disfrutado escuchándome?» No es lógico. «¿Gracias por haber hecho varias horas de cola y por haber pagado una entrada tan costosa?» Hicieron ese esfuerzo para gratificarse no para gratificarme, ¿o usted piensa que son tontos?

Empresario: — Usted debería ser más razonable por el bien de su carrera.

Cantante: — ¿Ceder a una costumbre obsoleta es ser razonable? ¿Hacer lo que hacen los demás es creativo? ¿Cumplir ritos vacíos es inteligente? ¿Por qué menosprecia al auditorio? Usted cree que gastan su dinero para hacerle un favor a una cantante o lo gastan para divertirse ellos.

Empresario: — Conozco el negocio y sé que hay pequeños esfuerzos que evitan pérdidas.

Cantante: — Usted está para el dinero y me parece bien. Yo amo al público. En cada interpretación me apasiono como si la cantara por primera vez. Los respeto a cada uno y para eso tengo que empezar respetándome. Además tengo cuatro vértebras soldadas y no puedo inclinarme.

Empresario: — Ah, discúlpeme! No lo sabía. Pero ¿por qué no empezó diciéndome eso?

Cantante: — Porque los verdaderos motivos son los que le dije primero. Como vi que le cuesta entender que alguien se guíe por sus convicciones, entonces le argumenté con una limitación física que usted sí puede entender.

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sábado, 11 de abril de 2009

Él soy yo y viceversa

Los tests proyectivos son una gran herramienta de la psicología que cada vez se usan más para tomar decisiones importantes en el mundo de los recursos humanos.

La idea es muy sencilla y parte de un axioma que dice: «No se puede sacar de donde no hay».

Si a usted le piden que dibuje un árbol, inevitablemente ese será «su árbol» y tendrá tantas o más cosas suyas que su propio hijo.

La idea de Dios tiene algo de parecido con los tests proyectivos.

Desde mi punto de vista ésta es una figura imaginaria, a la que se le asignan ciertas características y con la que se establece un cierto tipo de vínculo.

Como esa figura imaginaria no tiene respuestas propias, cada uno de los creyentes «le habla» y cree recibir ciertas respuestas que seguramente son propias del mismo creyente.

Si esto fuera así, entonces podemos decir que existe un Dios por persona. Cada uno pone en Él cosas personales, aunque cree que está teniendo una percepción objetiva de Dios, así como quien dibuja un árbol supone que cualquier otra persona podría dibujarlo igual.

En el caso de que usted tenga ganas, puede describir «cómo es Dios»: Seguramente hará un sincero autorretrato.

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viernes, 10 de abril de 2009

Vidas circulantes o estancadas

Las ganas de vivir no dependen solamente del instinto de conservación. Éste parece limitarse a que nos mantengamos vivos individualmente, a que cuidemos la vida de otras personas y a que deseemos reproducirnos para conservar nuestra especie.

En un artículo que publico hoy con el título El río de la plata comento que nuestra mente piensa en el dinero como si éste fuera un líquido (agua o sangre) y que, por este motivo, le aplica al dinero criterios que provienen de fenómenos hidráulicos o sanguíneos.

Por este desplazamiento que hace nuestro pensamiento de un tema a otro (del hidráulico y circulatorio al monetario), es que muchas personas no pueden ganar dinero porque no están dispuestas a gastarlo, a hacerlo circular. Sienten que si les ingresa dinero, éste les provocará un problema porque saben de su incapacidad para hacerlo circular.

Vuelvo al primer párrafo donde decía que «las ganas de vivir no dependen solamente del instinto de conservación». Efectivamente, así como puede haber gente que no tiene energía para ganar dinero porque sabe que le causará muchos problemas gastarlo, las ganas de vivir también dependen de que uno tenga un motivo para vivir.

¿Para qué quiero vivir si padezco un terrible aburrimiento? ¿Para qué ser longevo si no tengo nada para hacer? ¿Para qué seguir vivo si mi sacerdote me dijo —para ayudarme cuando murió mi padre—: «consuélate sabiendo que ahora él estará mejor»?

Estas situaciones de vida dependen en gran medida de nuestra suerte. Si tenemos la suerte de encontrar un «para qué» vivir, tendremos ganas de vivir; si no tenemos un «para qué» (vivir), seguramente tendremos deseos de muerte prematura, depresión, tristeza, desánimo, desgano, fastidio.

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jueves, 9 de abril de 2009

«Acá mando yo»

Cuando fui niño, uno de mis paseos predilectos era visitar el zoológico de la ciudad.

¿Por qué me gustaba tanto? Hoy pienso que como era el integrante de la familia con menos poder, observar a otros semejantes que tenían aún menos poder que yo, mejoraba mi autoestima.

Y creo no equivocarme al decir que un niño puede ver todavía que los animales son semejantes. Luego la adultez nos provoca esta fantasía de que somos una especie superior.

Parecería ser que tenemos un instinto de apoderamiento, que se suma al de conservación del individuo y de la especie (Ver el artículo titulado Los instintos ¿están para ser reprimidos?). Este instinto es el que nos lleva a ser mandones, gobernantes, líderes, amos.

El disfrute con las mascotas es notorio. Son la compañía preferida de cada vez más personas. No solamente se la incorpora a la familia, sino que muchas personas optan por convivir exclusivamente con uno o varios animales domésticos.

Es probable que esta realidad pueda estar demostrando que las personas tenemos mucha necesidad de mejorar nuestra autoestima como seres humanos porque algo nos está demostrando que quizá no sea cierto esto de que somos la especie superior. Para sentirnos mejor, constatamos cariñosamente que somos los amos de por lo menos un animal.

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miércoles, 8 de abril de 2009

¿Qué hora es señor?

En el funcionamiento de nuestro pensamiento ocupan un lugar importante las comparaciones, metáforas, analogías. Estas pueden ser conscientes o inconscientes. Con un ejemplo quedará más claro.

Como el acto sexual está asociado a la conservación de la especie, ocupa en nuestra psiquis un lugar muy significativo.

El acto sexual más importante es el que se produce cuando un pene entra dentro de una vagina y descarga en ella el semen que podrá fecundar un óvulo gestando un nuevo ser.

Una comparación, metáfora o analogía con este acto sexual es la pregunta y la respuesta.

La pregunta representa a la vagina que se abre para dejar entrar el pene-respuesta, descargando dentro un semen-información que fecundará nuestro cerebro dando lugar a un nuevo conocimiento.

En términos humanos nos enriquecemos cuando tenemos más hijos y en términos intelectuales nos enriquecemos cuando tenemos más conocimientos.

La maternidad engrandece a las madres y a los padres y el mayor conocimiento engrandece a las personas que consideran el saber como algo valioso y creativo.

El acto de preguntar es femenino y el de responder es masculino, independientemente de si la pregunta la hace una mujer o un hombre, o la respuesta la da una mujer o un hombre.

Una observación divertida: muchas veces, quien da la respuesta, estira un brazo para señalar o reforzar sus dichos, como si ese brazo fuera un pene.

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martes, 7 de abril de 2009

¿Ella habla sola?

Hoy aparece publicado un artículo titulado Pobreza: ¡mérito o padecimiento!, donde propongo que para algunas personas es gratificante demostrar y demostrarse que su mente puede gobernar las apetencias corporales (imponiéndose la pobreza) para de esa manera confirmar que son humanas y no animales.

En ese artículo comento que cuando alguien no puede satisfacer las necesidades de calorías mínimas para seguir viviendo, está en un estado de indigencia y que cuando logra satisfacerla pero apenas logra atender sus necesidades de vivienda, educación, salud, e integración social, entonces es pobre.

Ahora llevo estos conceptos de indigencia y pobreza al plano de la afectividad femenina y comparto con ustedes una conclusión primaria que con el tiempo podrá ir perfeccionándose si tiene algo de verdadero o desaparecerá como un intento fallido.

Según mi observación, las mujeres necesitan mínimamente dos cosas: ser escuchadas y ser acariciadas. Si no cuentan con estos dos logros, podrían definirse como «afectivamente indigentes». Si lo logran parcialmente, podrían definirse como «afectivamente pobres».

La calidad de estos insumos (escucha y caricias) también tiene su límite inferior. No les resulta suficiente con ser escuchadas y acariciadas por cualquier persona. La «oreja atenta» y «la mano acariciadora» deben pertenecer a alguien de cierta categoría humana que para la mujer resulte suficiente.

Y finalizo comentando que cuando esta vida de «indigencia o pobreza afectiva» no logra superarse, pueden apelar a soluciones imaginarias, fantasiosas y hasta delirantes, pensando por ejemplo que son escuchadas por Dios, o por algún personaje invisible, o por cualquier desconocido a quien le hablan sin importarle sin son o no escuchadas.

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lunes, 6 de abril de 2009

La mujer objeto

No tengo datos sino solamente sensaciones que ustedes compartirán conmigo o no.

Habito en la clase media y me parece que las nuevas parejas recurren cada vez menos a contraer matrimonio.

El sueño predominante entre las chicas hasta no hace mucho era casarse con una ceremonia religiosa, traje blanco, muchos invitados, fotos, filmaciones, fiesta, luna de miel.

En esa ceremonia, el papá entra con ella por la alfombra roja de la iglesia, todos se ponen de pie y la miran. El padre, al llegar al altar «la entrega» al novio, quien la recibe y el sacerdote los une en matrimonio «hasta que la muerte los separe».

Creo que a todo hombre (inconscientemente) le gustaría tener el poder de gestar un ser humano y luego alimentarlo, todo con su cuerpo. Se evitaría de esta forma la desesperante necesidad de hacer cosas grandiosas (puentes, edificios, aviones, guerras, vacunas, novelas, pinturas, monumentos) para aplacar esta «envidia del útero».

Ahora, lo que ningún hombre aceptaría de buen grado es que alguien lo use como un objeto entregable, como quien pasa la posta en una carrera. El padre «entrega» a su hija a otro hombre Y ELLA ESTÁ FELIZ!

Esto es humillante y si es cierto que cada vez menos chicas se casan por iglesia, ahora sí que empezamos a ponernos de acuerdo entre ambos géneros.

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domingo, 5 de abril de 2009

La mirada de Penélope

Paciente: Según mi mejor amiga yo no tendré que decirle todo para que usted pueda ayudarme a resolver el problema que tengo. Por eso no voy al médico porque el médico pregunta y pregunta y pregunta y al final la que termina resolviendo el problema es una misma, entonces para qué fue.

Lo que me pasa a mí no se lo puedo decir pero como cada vez me siento peor y siento miedo de volverme loca, tengo esperanza de que ustedes me ayude dándome la solución. Quisiera que en algún momento de este tratamiento usted simplemente me diga: «Laura tu problema es éste y la solución es ésta».

Analista: ¿« Tengo esperanza de que ustedes me ayude»? ¿Quiénes somos?

Paciente: ……… ya empezamos mal. Usted no debería hacerme preguntas.

Analista: Yo no le dije que podría ayudarla sin hacer preguntas pero en este caso la consulto sobre algo que usted sí podía decir y lo dijo, sólo que no le entiendo. ¿Quiénes somos «ustedes»?

Paciente: Está bien, me equivoqué al hablar, quise decir «usted», pero ya veo que para usted es importante hasta una «s» de más que yo diga. Eso no me molesta tanto porque a nadie parece importarle lo que yo diga o piense...

Analista: ………

Paciente: Dije «ustedes» porque ……… me obsesionan las mujeres de ojos grandes. Sueño con Penélope Cruz. Usted también tiene ojos grandes.

Analista: ………

Paciente: (Comienza a llorar, le cuesta respirar y expresarse) Mi mamá ya casi no me mira. (Se tapa la cara con las manos y en pocos minutos empieza a recuperarse)

Analista: ………… nos vemos el martes.

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sábado, 4 de abril de 2009

La naturaleza encarcelada

Una persona mata a otra por error, torpeza, descuido. El clásico ejemplo de quien al mostrar un arma, dispara un tiro por accidente.

Si esto sucediera en una colectividad donde la víctima —en este caso sus seres queridos— se encarga de hacer justicia, en caliente y quizá antes de finalizada la ceremonia fúnebre, es muy probable que el autor del hecho también haya sido condenado.

Si esto sucediera en una colectividad donde la justicia es una institución del estado, se iniciaría un procedimiento de captura, búsqueda de pruebas, enjuiciamiento con abogados defensores y acusadores, hasta llegar a determinar si corresponde o no penalizar al victimario.

Por lo tanto: ante un mismo hecho, la víctima tiene un punto de vista muy distinto al que pudieran tener otras personas que lo observen objetivamente.

A principios de marzo publiqué un artículo titulado La naturaleza es hermosa pero antipática donde digo que vivimos constantemente agredidos por fenómenos naturales (hambre, cansancio, frío).

Ahora junto ambas ideas y concluyo: Las necesidades y los deseos nos agreden y cuando somos agredidos, reaccionamos de una manera muy diferente a cuando eso mismo le sucede a otros (los seres queridos del fallecido habrían matado al victimario mientras que quizá el sistema judicial lo condene a pasar un tiempo encerrado).

Por lo tanto, tenemos que estar enterados de que los demás (la sociedad) muy probablemente consideren que nuestra forma de reaccionar ante la agresividad de la naturaleza sea exagerada y trate de desestimularnos, apaciguarnos, quitarnos energía.

Esta actitud de la sociedad es beneficiosa cuando interrumpe un acto vengativo desproporcionado pero es perjudicial cuando desestimula nuestros deseos de superación.

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viernes, 3 de abril de 2009

La desilusión es frustrante

La frustración y la desilusión son algo diferentes.

Usando ejemplos muy triviales, yo me frustro cuando voy a buscar una herramienta y no la encuentro donde la había dejado. Yo me desilusioné porque previamente me había ilusionado con que mi madre sólo me quería a mí y resulta que también quería a mi padre.

La formas de reaccionar ante una frustración son muchas pero podemos resumirlas en dos:

1) Me siento mirando fijamente el lugar vacío donde siempre estuvo la herramienta y pienso quién pudo llevársela, cómo accedió hasta ahí, será alguien conocido o un extraño, por qué se llevó eso sólo y no otras cosas más valiosas, ¿alguien la habrá tomado prestada y olvidó devolverla? A todas estas pasan las horas en una interminable rumiación mental.

2) Salgo a buscarla, trato de adaptar otra herramienta al uso que necesito, consulto con quienes podrían haberla tomado, voy a comprar otra.

Las formas de reaccionar ante una desilusión son muchas pero podemos resumirlas en dos:

1) Me tiro en una cama, me pongo a llorar y maldigo a mi madre por traidora y a mi padre por abusador.

2) Trato de buscarme una novia.

En suma: Tanto una frustración como una desilusión pueden provocarnos respuestas pasivas o activas.

- Si nos derrumbamos (respuesta pasiva) es porque probablemente seguimos apegados a las soluciones infantiles cuando nuestros problemas los resolvía alguien diferente a nosotros.

- Si reaccionamos para enfrentar y solucionar el problema (respuesta activa), asumimos que éste nos pertenece y procuramos darle solución por nosotros mismos.

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jueves, 2 de abril de 2009

La neurosis canina

Les contaré de un perro neurótico.

En un laboratorio, gente intelectualmente confiable, le mostró a un perro el dibujo de una elipse (o sea, un círculo aplastado) antes de darle de comer. Así lo hicieron hasta que la sola exhibición de la elipse provocaba en el perro la disposición a comer (aumento de saliva y jugos gástricos).

Luego, comenzaron a «des-aplastar» la elipse para que se fuera pareciendo cada vez más a un círculo. A medida que la elipse iba perdiendo su forma original, el perrito comenzó a ponerse cada vez más inquieto hasta que finalmente se puso totalmente nervioso y se le produjo una gastritis.

La conclusión que podríamos sacar es que, a semejanza de los humanos, la incertidumbre nos causa un estado de ansiedad que no solamente altera nuestro sistema nervioso (generándonos inquietud), sino también alterándonos psicosomáticamente.

Según los datos que tengo, fue a comienzo del siglo veinte cuando la humanidad occidental comenzó a perder fe en la existencia de Dios. Algunos aseguran que fue el alemán Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844-1900) quien dijo y fundamentó de forma convincente «Dios ha muerto».

Conclusión: La fe en Dios nos quita de la psiquis gran cantidad de incertidumbres neurotizantes. Aunque la existencia de un ser superior —capaz de solucionarnos y explicarnos todo—, no resista el análisis más superficial, parece verdadero que la sensación de certeza que nos brinda disminuye gran parte de nuestro malestar psíquico.

Volviendo al caso del perro: Si éste hubiera podido negar la evidencia de que el óvalo se convertía en círculo, no habría tenido gastritis. De forma similar, para poder creer en la existencia de Dios es preciso negar unas cuantas evidencias.

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miércoles, 1 de abril de 2009

Rey de reyes

Por lo que he podido observar, las personas tenemos distintas actitudes ante el planeta, de las cuales mencionaré algunas porque la lista completa sería imposible.

Imaginaré que el planeta es un edificio con muchos apartamentos.

1) «Soy el amo». Esta actitud es casi enfermiza, se aparta muy fuertemente de la realidad. Se cree propietario de todo y como tal, respeta poco o nada los derechos ajenos. Es orgulloso y hasta se considera generoso porque no nos cobra alquiler al resto.

Es muy probable que sea abusador, arrogante, transgresor, conflictivo, violento (si el físico se lo permite).

2) «No soy dueño de nada». Esta actitud es casi enfermiza, es la contracara del anterior. Esta persona tiene la actitud del niño en casa de sus padres.

Puede tener dos conductas: o no hace prácticamente nada porque está en la postura de muy obediente para que lo amen como a una mascota o está en la actitud delictiva, depredadora, vandálica.

3) «Soy co-propietario». Esta actitud es la más cercana a la salud mental. Sabe de sus derechos tanto como de sus deberes. Contribuye al cuidado y evita ser dañino.

Estas personas son la mayoría pero como no llaman la atención (no son noticia), parecen una minoría.

¿Para qué sirve esta clasificación? Como la convivencia suele ser una tarea que presenta complejidades, puede ser útil contar con una visión esquemática que nos permita ubicarnos con facilidad. Las actitudes de cualquier persona están en sintonía con sus creencias y éstas poseen alguna lógica, coherencia, armonía (generalmente diferente a la nuestra).

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