sábado, 18 de julio de 2009

¿Y a esto cómo lo podemos llamar?

Me sucedió algo fantástico y conste que no soy exagerado.

En uno de mis frecuentes viajes en ómnibus (colectivo, micro), el tránsito estaba muy crispado (nervioso, excitado, irritado) y nuestro conductor reaccionaba haciendo maniobras rápidas, quizá olvidando que venía con cerca de ochenta pasajeros, veinte de los cuales estábamos de pie.

En cierto momento alguien se puso de pie para descender y la jovencita (veinte años quizá) que podría haber utilizado el asiento libre me preguntó si no quería aprovecharlo.

Es la primera vez que me pasa y sentí una agradable emoción.

Luego me llamé a la realidad y me dije: «Quizá ella también descenderá en unos minutos y por eso me cedió el asiento».

Me quedé atento a confirmar mi hipótesis, pero felizmente no la confirmé. Ella me cedió el asiento en un gesto de amabilidad, como una cortesía, por el simple deseo de gratificar a un desconocido.

Tengo que explicarle por qué esta anécdota mínima es tan trascendente.

Cuando un hombre le cede el asiento a una mujer, se dice que él tuvo un gesto de «caballerosidad», pero para describir la cualidad de este gesto de la jovencita NO TENEMOS VOCABLO.

Por lo tanto, ella tuvo un gesto «incalificable» (por omisión de nuestro lenguaje, por simple pobreza lingüística).

Aunque parezca insólito, nuestras mentes funcionan organizadas por el lenguaje. Ese instrumento social determina qué se puede hacer y qué no se puede hacer, pero lo hace de una manera implícita (no explícita).

Lo más importante de esto es que nuestra conducta está influida por nuestro inconsciente y éste por el lenguaje. «¡Aunque usted no lo crea!» como diría Ripley.

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7 comentarios:

Alicia dijo...

El que pierde al padre es huérfano pero el que pierde a un hijo no tiene palabra.

Alba Rodríguez dijo...

Siempre me han llamado mucho la atención esas carencias de nuestro idioma, que nos falten palabras para hechos tan frecuentes y trascendentes como el que menciona Alicia, o para la amabilidad de la mujer hacia el hombre.

Lucrecia Borges dijo...

Lo primero que se me ocurre cuando pienso que no existe una palabra para denominar la cortesía de la mujer hacia el hombre, es que la mujer por algún motivo está muy enojada con el género masculino, y acepta la caballerosidad como un deber de los hombres, algo así como que "es lo mínimo que pueden hacer, despúes de todas las que nos deben"

Catalina dijo...

El inconsciente de los alemanes debe ser medio ladrador.

Rita dijo...

A mí me ceden el asiento porque me ven vieja. Intentan ser amables pero debo admitir que aún no estoy lista para aceptarlo.

Osvaldo Cienfuegos dijo...

Lo que ud recibió fue un acto de damabilidad.

la inquisidora dijo...

¿Qué esconde ese inocente y simple deseo de gratificar a un extraño? ¿Cuál será el mensaje implícito en esa pequeña galantería? ¿Podemos sospechar que detrás de esta aparente falta de egoísmo se oculta una discapacidad latente?