Veinticinco siglos después (de Sócrates), parece más confiable quien reconozca estar aumentando su ignorancia cuanto más sabe.
La información que ingresa a nuestro conocimiento impacta de diferentes formas, pero hay dos que presentan algo curioso sobre lo que compartiré un comentario.
Una de las formas se caracteriza porque el investigador no para de agregar interrogantes a su tarea. Nota que, cuando se entera de algo, le surgen dos, cinco o diez preguntas nuevas sobre asuntos que antes no se había ni imaginado.
Por el contrario, algunos investigadores se detienen cuando encuentran lo que estaban buscando. Su actividad se parece a quien busca el abrigo de lana rojo en el ropero: cuando lo encuentra, la búsqueda termina.
Para quien la tarea de buscar es un placer, la primera opción es un deleite: más busca y más ignora sobre temas nuevos.
Para quien la tarea de buscar es un sacrificio pesado, la aparición de interrogantes la recibe como una desgracia, pues le augura que deberá seguir buscando.
Para estos, tal situación se parece a quien está lavando un piso y cuando ya creía haber terminado, entra una jauría con las patas embarradas para arruinarle el esfuerzo que había hecho.
Algo de todo esto pudo haberle ocurrido a quien dijo «Sólo sé que no sé nada». El señor Sócrates (469-399 antes de Cristo) tuvo la suerte (o la desgracia) de darse cuenta que el conocimiento se presenta en forma de árbol que se ramifica cada vez más y más.
De todo esto podemos sacar en conclusión que aquella persona que está segura de todo y que no tiene preguntas, con toda seguridad es muy poco lo que sabe y que terminó sus búsquedas prematuramente, por cansancio, aburrimiento, desinterés.
Paradójicamente, es más confiable el conocimiento que tenga quien se declare socráticamente ignorante.
(Este es el Artículo Nº 1.506)
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12 comentarios:
Creo que hay distintos tipos de búsquedas. Algunas sería bueno que se renovaran siempre, para mantenernos vivos y entusiasmados. Otras, en cambio, de mucho repetirse podrían terminar por agotarnos, por dejarnos sin ganas de mas nada.
La cosa es saber cuáles son unas y cuáles las otras.
Cuentan que Picasso dijo: ¨yo no busco, encuentro¨. El tema está en que Picasso encontraba porque se pasaba trabajando, y trabajando con pasión en lo que deseaba.
Muchos piensan que la información impacta de manera peligrosa, porque la información fructifica, ramifica, genera acciones.
Los niños pequeños son muy preguntones, y a veces los adultos andamos cansados... pero bien que vale la pena responder, porque así estimulamos su curiosidad natural; de lo contrario, sin querer, la cercenamos.
Cuando dice que Sócrates tuvo la suerte, o la desgracia de descubrir la infinitud del conocimiento, reparo en eso de la desgracia. Pienso que muchas personas quieren respuestas a preguntas angustiosas que no desean dejar abiertas. Ahí es donde aparecen las religiones, para tapar los agujeros existenciales que nos superan. Vivir sin saber acerca de las cuestiones que nos atañen de manera más esencial, exige cierta fortaleza psíquica que algunos tendrán y otros no. Lo que nos haya tocado en suerte como insumos para vivir, no es, por supuesto, algo que hayamos elegido.
La búsqueda y el encuentro conduce a una adaptación, pero la adaptación es dinámica y se generan desequilibrios que provocan nuevas búsquedas.
Puede que nos anulemos, privándonos de nuevas búsquedas, por temor a lo desconocido; sobre todo si hemos tenido experiencias traumáticas que nos impulsen a buscar seguridad.
Si buscamos algo muy específico y concreto, la búsqueda tiene un comienzo, un desarrollo y un final. Por el contrario, si lo que buscamos es difícil de poner en palabras, tendremos garantizada la búsqueda para toda la vida.
Vuelvo para desarrollar un poco más lo que acabo de decir. Voy a usar el ejemplo que usted pone del piso. Una cosa es querer limpiar el piso del cuarto y otra es buscar la limpieza. Lo primero se resuelve en un tiempo determinado que incluso se puede calcular con bastante exactitud. Lo segundo puede llevarnos a incursionar por toda la historia del ser humano sobre la tierra, nos obligará a definir el concepto, acotarlo, situarlo en relación a otros conceptos, etc, etc.
Lo difícil de poner en palabras se busca a través de la poesía. La poesía intenta llegar a la raíz de las cosas, y se encuentra con un mundo subterráneo que se agiganta a cada paso.
Lo más habitual es acumular preguntas y extraviar respuestas.
Las viejas respuestas a menudo son el material con el que se elaboran las nuevas preguntas.
Y es por ese motivo que a veces no se llega a la pregunta adecuada.
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